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Parole, parole, parole… Papa Francisco, querido, esta noche se lo cuentas a otra

No dejan de sorprenderme las emocionadas reacciones de la mayoría de los medios de comunicación mundiales sobre las supuestas declaraciones progais del papa Francisco. El mismo que dijo hace no mucho tiempo que el matrimonio igualitario era una movida de Satanás. O algo así. No me hagan demasiado caso de todas formas, porque a mí, como a muchos otros homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales de este planeta, lo que diga el papa, se llame Francisco, Juan Pablo o Benedicto, nos la refanfinfla.

¿O quieren ustedes que me sorprenda de que el papa, por muy argentino que sea, diga: "Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?" si eso es precisamente lo que dice el catecismo? Pero claro, ser gay y buscar al Señor y tener buena voluntad no es ir por ahí acostándose con señores (lo que es mi caso): eso es vicio y pecado. Ser gay de buena voluntad es no ser gay: así de claro. Quizá lo que Francisco ha querido decir es: "Si una persona es gay y no es gay, ¿quién soy yo para criticarlo?". Así los medios de comunicación lo habrían entendido mejor.

Yo llevo todo el día acordándome de Mina en este vídeo: lozanísima, con mis rizos preciosos, y el pesado de Francisco hablándome, dándome la matraca al oído diciéndome una y otra vez lo mismo de siempre, lo mismo que los otros. Y él venga a darle a la matraca y yo respondiéndole: "Caramele? Non ne voglio più… "

Yo lo que quiero son hechos, no palabras. Quiero que el Vaticano condene firmemente la homofobia (la LGTB-fobia en general). O por lo menos que se calle. Que nos olvide. Que no hable de nosotros. Como no se habla de cosas que molestan en las comidas de familia. Que yo pueda entrar en una Iglesia a un bautizo, a una comunión y no tenga que levantarme en medio de la homilía porque el sacerdote me ha insultado.

Algún día les hablaré sobre la homofobia liberal, esa que practican algunos destacados políticos de este país, esa que consiste en repetir hasta la extenuación "yo tengo muchos amigos gais", como si fuera un mantra. Esa que consiste en tener amigos gais siempre y cuando no sean gais. Que no lo digan, que no lo muestren, que no lo hagan. Cualquier día Francisco dirá que él tiene muchos amigos gais.

Y yo, como Mina, le haré una caidita de ojos, y con una (elegante, claro, que soy muy señora) mueca de desprecio, le diré: Parole, parole, parole. ¿Violines y rosas? Esta noche se lo cuentas a otra.

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