Creo que ya va siendo hora de que este país deje definitivamente en la cuneta la losa, la monumental losa que siempre ha llevado bien cincelado aquello de «la reserva espiritual de occidente».
Y es que a pesar de la treintena de años que llevamos de democracia en minúscula, todavía, y por ello precisamente, continúan en vigor –yo diría más que nunca- ciertos hábitos que mezclados con numerosas actividades religiosas no terminan de desarrollar del todo el Real Decreto 684/2010. Las libres interpretaciones hay que dejarlas en el tejado de cada uno. Las medias tintas, para el contento de unos y de otros, tampoco cumplen con lo estipulado en el orden aprobado y puesto a rodar. Así que aquí toca acatar, como está mandado, absolutamente todo lo escrito.
Pues, que resulta de un hartazgo inaguantable el que la confesión religiosa denominada Iglesia Católica se atreva a dar órdenes, dirija desde la sombra, inyecte el odio hacia lo que no huela a católico, se inmiscuya en los avatares políticos permitiéndose aconsejar, incremente sin parar un patrimonio sibilinamente amasado durante un periodo de tiempo que ya se antoja excesivamente largo y, para colmo de todos los colmos, disponga hasta de un Estado propio. Que el que esta confesión represente a una mayoría dentro de nuestro territorio no le concede bula alguna para nada. Que allá se lo guisen y acullá se lo coman.
Con esta regla de no sé cuántos, qué podrían argumentar, exhibiendo y exigiendo a quienes corresponda –dependiendo de su porcentaje de representación, que esto va de porcentajes- la Iglesia Evangélica, la Iglesia Cristiana Adventista del Séptimo Día, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la Iglesia Española Reformada Episcopal, la Iglesia Evangélica Bautista, la Iglesia Pentecostal Unida de España, la Iglesia Presbiteriana Reformada, la Iglesia Ortodoxa Hispana… Y las que me habré dejado en el tintero, que seguramente esas serán ya de muy de andar por casa.
Todo un Estado mediatizado, y si me apuras casi esclavizado en determinados aspectos de la vida pública a una religión concreta… Pero, ¿de qué estamos hablando? Si ese artículo 16 de la Constitución Española, en su punto 3, está chorreando por su falta de concreción (yo lo entiendo como carencia de valentía). Si tal como expone Europa Laica, “es inadmisible que exista un arzobispado castrense, con catedral propia y un extenso plantel de capellanes castrenses, dependientes económica y orgánicamente del Ministerio de Defensa”. Y abunda Europa Laica en decir que “los Presupuestos Generales del Estado y los Fondos Públicos de y para toda la ciudadanía no deben financiar instituciones religiosas y confesionales”.
Por todo ello, un servidor solamente espera que cuando las aguas discurran cristalinas por todos los arroyos de esta desgraciada España, los privilegios de algunos, que tanto daño causan en la dignidad del resto, se vean cercenados de por vida y en las vidas de la mayoría resplandezca la justicia social. Mientras tanto, entonemos el “Oremus”.
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