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Oraciones para dejar de ser gay

Dos décadas después de que la homosexualidad dejara de considerarse una enfermedad, aún hay clínicas en España que ofrecen «curas» a esta orientación sexual

Diez Padres Nuestros y diez Aves Marías. 75 miligramos de Ludiomil diarios y otros 20 de Dogmatil. Àngel Llorent se sometió durante 10 años a este tratamiento para dejar de ser gay. «Tenía que rezar si veía a un chico guapo en la calle», explica este catalán que quería ser heterosexual porque creía que estaba enfermo. Dejó su trabajo y a sus amigos. Cambió de vida. Por un tiempo fue un ex gay. No funcionó. Intentó suicidarse.

La cura, que le aplicaron hace una década, también consistía en tener sexo con mujeres y no ver pornografía. Àngel lo dejó y ahora es lo que se llama un ex ex gay y trabaja contra las terapias reparativas que curan la homosexualidad. «Busqué un psiquiatra particular de la comunidad evangélica de Barcelona porque no me aceptaba. En las consultas intentaba reafirmar mi masculinidad pero al no tener efecto empezó a medicarme para bajar mi libido. Era una castración química», cuenta Àngel, miembro de la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas de Cataluña.

La denuncia de que la Policlínica Tibidabo en Barcelona ofrece pastillas y tratamientos a sus pacientes para dejar de ser gays ha reabierto la polémica sobre una opción descartada en 1973, cuando los científicos rechazaron esta inclinación como trastorno psicológico. «Evidentemente, no se puede curar la homosexualidad. Estas terapias suponen mala praxis y están desautorizadas. Causan trastornos depresivos, conductas autodestructivas, ansiedad y pueden derivar en el suicidio», afirma la psicóloga Silvia Morell.

A pesar de que la Organización Mundial de la Salud excluyó la homosexualidad como enfermedad en 1990, el movimiento ex gay en todo el mundo ofrece la cura al considerar que se trata de algo tratable, que hace «infeliz» a quien la sufre.

El año pasado, la Asociación Americana de Psicología condenó estas terapias, que cobran hasta 80 euros por sesión, por ineficaces. No existe ninguna evidencia científica que demuestre que sea posible cambiar la orientación sexual. El Ministerio de Sanidad español no tiene registros oficiales sobre las clínicas que practican el método. Además, muchas son aplicadas en centros religiosos privados.

Como Tibidabo, actualmente investigada por la Consejería catalana de Sanidad, existen otras clínicas que ofrecen el camino a la heterosexualidad en España, según Miguel González, presidente del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid: «Sabemos de muchos casos de personas que se someten a estos tratamientos y después se arrepienten, pero no denuncian. Es un error tratar algo que no es una enfermedad psiquiátrica, debería ser un delito. Se ha demostrado que nada de esto funciona».

Marc Orozko es un caso de terapia sin religión. Un tratamiento similar al del perro de Pavlov, que trata de asociar estímulos positivos a lo heterosexual y negativos a lo gay. Durante un año se trató en la clínica Dexeus, en Barcelona. Tenía 20 años y su terapeuta le recomendaba masturbarse pensando en mujeres. También le obligaba a ponerse una goma en la muñeca y tirar de ella cada vez que pensara en un hombre para así relacionar la figura masculina con el dolor. Esto se conoce como terapia aversiva conductual. «Tenía que castigarme o premiarme», recuerda Marc, que recibió tratamiento durante un año a finales de los noventa y afirma que a raíz de él tuvo efectos secundarios como obsesiones, inseguridades y conflictos para relacionarse.

En España no hay grupos de ex gays establecidos oficialmente. En EE UU existe Exodus International, basado en la religión y la abstinencia para «disminuir las tentaciones homosexuales, corrigiendo estilos distorsionados de relacionarse con el sexo opuesto», según su web. La organización defiende que «la reorientación de la atracción del mismo sexo no es necesaria, pero es posible».

Hay centros similares en muchos países. Malena Mattos se acogió al programa, dejó de ser lesbiana y ahora imparte «terapias reparativas» en Perú. Define su trabajo como «teoterapias», basadas en la Biblia. «La homosexualidad no es mala. Hay gente que vive bien aunque siempre tendrá un problema. Existe una alternativa para quien no es feliz así. La homosexualidad no es una opción de acuerdo con las Escrituras. Dios ha hecho hombres y mujeres, no ha hecho un tercer sexo».

José L. se sometió hace tres años un tratamiento laico en una clínica de Madrid. Acudía a terapia una vez por semana e iba a retiros con otros ex gays. «Fue terrible. Me lavaron el cerebro. Yo creía que estaba enfermo y sentía culpa», cuenta José, que pide mantener el anonimato. Este abogado de 35 años siguió las teorías de Aquilino Polaino, el experto de la Universidad Complutense que en 2005 fue invitado por el PP al Senado para explicar los daños que pueden causar a los hijos las parejas gays. Polaino, a quien este periódico intentó contactar pero se encuentra de viaje por México, defiende las «terapias reparativas» y considera que la homosexualidad surge entre hijos de familias disfuncionales. La psicóloga Patricia M. Peroni, que no accedió a una entrevista, y Jokin De Irala, de la Universidad de Navarra, han escrito libros y ofrecen conferencias en las que afirman que la homosexualidad puede revertirse.

Las tres personas citadas que estuvieron en terapia tardaron años en ver que no podían dejar de ser gays. Àngel Llorent concluye: «Con el tiempo todo se iba agravando. Mucha gente termina suicidándose. Me decían que estaba enfermo y que era una disfunción psicológica que se podía arreglar. Ahora veo que no es cierto y que no hago nada malo».

«No es necesario ser homosexual»

En 1930, la cura a la homosexualidad venía con pequeñas dosis de electrochoques. Ochenta años después, el doctor Joseph Nicolosi, fundador de la Asociación Nacional de Investigación y Tratamiento de la Homosexualidad y de la clínica Santo Tomás de Aquino, en Los Ángeles, sostiene que el camino a la heterosexualidad se encuentra en la motivación y en una serie de terapias de reorientación sexual. Según él, las posibilidades de éxito son dos de cada tres.

Hace 25 años, este psicólogo se interesó en la investigación de la homosexualidad debido a que un familiar suyo «sufría mucho» siendo gay. «Estaba interesado en hombres y mujeres que fueran infelices como homosexuales. En mi formación nunca nos enseñaron las causas de la homosexualidad porque no era políticamente correcto. Entonces empecé a investigar», explica a este diario.

Nicolosi, que ha tratado a un millar de pacientes, sostiene que es imposible que una persona sea gay si tiene una familia funcional.

La política de su asociación contraviene la de la Asociación Americana de Psiquiatría. Sin embargo, Nicolosi insiste en que hay pacientes que quieren «ser heterosexuales, que les atraigan las mujeres, estar casados y tener familia».

«No es necesario ser homosexual. Nosotros ayudamos al cliente a entender que la atracción sexual es una emoción que necesita llenar, que está buscando cariño y aprobación, que es lo que cualquier niño quiere de su padre», dice el médico, que, en contra del criterio científico, llega a recetar antidepresivos y ansiolíticos como parte del tratamiento.

Aun así, el fundador del movimiento asegura que la homosexualidad no es una enfermedad, sino una adaptación a un ambiente familiar en el que no se reafirma la masculinidad del chico.

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