Cuando aún quedan en el aire los olores de pólvora y alcohol de la vigilia, la capital gallega, en su día grande, soportó una nueva edición de la Ofrenda Nacional al Apóstol Santiago. En la mayoría de los cajeros automáticos del casco histórico aparecieron manchas de pintura rojiza, lanzada a primera hora de la mañana por grupo de jóvenes independentistas, neutralizados sin demasiada dureza por la Policía Nacional que, desde hacía tres jornadas, había tomado prácticamente las calles compostelanas en previsión a incidentes. Pese a las tensiones existentes entre el Gobierno y los elementos más recalcitrantes e influyentes de la Conferencia Episcopal, la respuesta del arzobispo fue en tono conciliador y moderado, muy acorde con el talante pastoral del titular de la mitra compostelana.
Hubo, evidentemente, tirón de orejas al laicismo supuestamente militante de los Gobiernos español y gallego, pero con un trasfondo casi paternal y con aires de hacerlo más por obligación que por pulsión personal. Pero ni la oferente ni el arzobispo replicante, se salieron del tácito guión pactado. Es la tradición desde la recuperación de la democracia, acrecentada, en este caso, por los años de episcopado de monseñor Julián Barrio, muy alejado en tono y formas de su antecesor, el hoy cardenal y arzobispo de Madrid, Rouco Varela.
La presidenta del Parlamento de Galicia, la socialista Dolores Villarino, actuando por delegación del Rey, fue la encargada de presentar la Ofrenda al Apóstol Santiago, patrón de España. Empezó en lengua gallega y citando a Castelao, “en una mañana única”, para seguir en castellano recordando la tradición instituida por Felipe IV en 1643 y que han seguido todos los reyes sucesivos. “Todos somos peregrinos: peregrinos de los valores”, dijo para centrarse n un elogio de la concordia: “un valor esencial para combatir a los separadores”.
Dolores Villarino se ciñó, en la primera parte de su alocución a tres hitos: Galicia, España, Europa. No sin antes pedir por el fin del terrorismo y de la violencia que enfrenta estérilmente “a naciones y pueblos” y el maleficio de las guerras que continúan cobrándose ciento de miles de víctimas.
Luego vino un canto a Europa, como secular entidad cultural y en vías de serlo también política. ”El camino es Europa misma –enfatizó– Europa es pluralidad. Respeto a las minorías y regiones periféricas que avanzan en una dirección común”.
Luego, la presidenta del Parlamento gallego hizo el habitual catálogo de necesidades. Recuerdo a los desvalidos: mayores, niños, los pobres y discapacitados, los enfermos, los excluidos sociales. Los inmigrantes “que puedan vivir en igualdad con quienes les acogemos”. Y también la lacra de la violencia doméstica contra mujeres y niños.
Remató la intervención, ya en lengua gallega, pidiendo al Señor Sant Yago que ayude a conservar las esencias de la propia identidad gallega. Que la lengua sea una gran seña identidad. Que los jóvenes, respetando las opciones lingüísticas personales, se expresen corrientemente en gallego.
Respuesta del arzobispo
Monseñor Julián Barrio, arzobispo compostelano, en su respuesta a la oferente, recalcó la condición de Patrón de España del Señor Sant Yago, al que presentó como modelo de la vida cristiana, que respondió a la llamada de Jesús. Y entró en el terreno ideológico en “un contexto social y cultural –dijo– que desdeña el proyecto de vida cristiano”, para continuar que “en tiempos de especial contradicción los católicos debemos anunciar el nombre y la experiencia de Dios. Marginar a Dios no hace al hombre más consciente de su propia dignidad ni le ayuda abrirse a los demás”. Eso sí, como signo de los tiempos, el cristianismo no puede quedar relegado al mundo del mito.
“La increencia parece ser el destino inevitable para quien no quiera capitular”. No habló de la ciudad secular y de la ciudad de Dios, pero sí de que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, explictó l arzobispo, para retomar el argumentario oficial del presidente de la Conferencia Episcopal: “la fe es una propuesta, nunca una imposición”.
Terminó Julián Barrio recogiendo los temas desgranados por la delegada regia. Coincidiendo, desde la visión religiosa, el catálogo de solidaridades civiles citado por la presidenta del Parlamento gallego. Fue un desgranar letánico, propio del marco catedralicio, muy en la línea del repetitivo paralelismo de la Biblia, realizado en lengua gallega, en la que año a año, ofrenda a ofrenda, el prelado compostelano, astorgano de nacimiento, se afianza más y más.
Un acto institucional más
Hubo puntualidad en el comienzo del acto que, con el ceremonial de costumbre, cuyo su desarrollo protocolario enlaza el franquismo con la Monarquía parlamentaria, en una simbiosis entre el Trono y el Altar, nada neutral frente al hecho religioso, a pesar de lo dispuesto en el articulo 16.3 de la vigente Constitución Española que a todos nos obliga por igual. A la delegada regia, por razón de su cargo, se le rindieron en la Plaza del Obradoiro los honores militares de ordenanza.
A la ofrenda asistieron el presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño, junto con algunos de sus conselleiros. Todas las autoridades civiles y militares del Antiguo Reino Lo mismo ocurrió con el Ayuntamiento de Santiago de Compostela, con el alcalde Sánchez Bugallo al frente, sin llegar hacerlo de forma corporativa, dado que los regidores del BNG, al igual que todos los cargos públicos de la formación nacionalista, se niegan a participar en actos de este estilo. Su ausencia se vio compensada por la presencia de los cargos electos del Partido Popular, que se mueren por coger silla preferente en ofrendas, procesiones y demás ceremonias religiosas.
En el altar concelebraron todos los obispos gallegos, tanto los que se encuentran en activo como los ya jubilados, con la única excepción del de Lugo, el franciscano Xosé Gómez, ausente de su diócesis, al estar tratándose de una grave afección cancerosa.
Tras la ceremonia, el Consistorio compostelano ofrece como todos los años, un vino a las autoridades y fuerzas vivas asistentes a la ofrenda. Finalizado éste, es el arzobispo compostelano quien corresponde con un almuerzo en las dependencias eclesiásticas.