Aunque obviamente el asunto de las viñetas de Mahoma era más grave porque pendía una amenaza de muerte sobre el autor de las mismas, el fondo del asunto es el mismo que ahora pende sobre Leo Bassi o sobre las chicas que irrumpieron en la capilla de la Complutense. No sólo el fondo del asunto es el mismo sino que contradiciendo lo que acabo de decir, algún aprendiz de terrorista puso una bomba en un espectáculo de Leo Bassi sin que aquí pasara nada. Y digo nada porque nadie fue detenido y quien lo hiciera sigue libre, como recordó el mismo Leo Bassi en el acto laicista del viernes pasado en la Universidad Complutense La diligencia que se mostró en detener a las presuntas autoras de la presunta profanación en la capilla no se ha mostrado en detener a quien puso aquella bomba.
El fondo del problema es que tenemos un Código Penal confesional. No hay ningún motivo por el que lo que algunas personas consideran sagrado tenga una protección especial que vaya más allá de la protección general a las creencias o ideas de cada cual y su derecho a expresarlas y a hacer proselitismo, si quieren. La libertad religiosa no debe tener más protección que la que brinda la libertad de expresión, de conciencia, de reunión y de asociación. Es decir, la que protege la libertad de toda la ciudadanía.
Las iglesias o las religiones son tan respetables, o tan poco respetables, como cualquier otra creencia y deben estar tan sometidas a las opiniones y a la crítica general como cualquier otra idea o creencia. Por eso la iglesia está en caída libre en cuanto a consideración general, porque da la casualidad de que es una asociación que expresa y defiende valores no democráticos, no igualitarios, ni siquiera plenamente constitucionales e incluso contrarios a las leyes, por no decir a la razón, aunque esa sea otra cuestión. La iglesia católica que es de la que aquí hablamos, expresa constantemente valores misóginos, homófobos, clasistas, antidemocráticos y ofensivos para una gran mayoría de la población si nos los tomáramos en serio; y desde la libertad de cada uno es perfectamente legítimo juzgarla por esos valores que no sólo expresa, sino que enseña en la escuela y además con dinero de todos. Esta situación de por sí es insoportable.
No hay ninguna razón para que no se puedan hacer chistes de las iglesias, profetas, dioses o creencias religiosas (las viñetas); para que no se pueda hacer mofa de sus ideas de la misma manera que las iglesias si no chistes (porque no tienen sentido del humor) hacen escarnio y ofensa de muchas de las ideas de mucha gente sin que eso sea delito, ni deba serlo. Y por cierto, que yo siempre he defendido –en contra de la opinión de algunos compañeros- que tienen derecho a hacerlo. La iglesia tiene derecho a decir lo primero que se le pase por la cabeza al papa, yo tengo derecho a decir lo que opino de ellos. La libertad de expresión debe tener, en mi opinión, muy pocos límites. Por eso, el artículo del Código Penal que penaliza la ofensa a los sentimientos religiosos es un artículo confesional y de inspiración preconstitucional, como casi todo lo que se refiere a la Iglesia en este país.
Pero lo peor de todo lo que está pasando es que con la aquiescencia de quien no ha sido capaz de avanzar ni un milímetro hacia la laicidad y la plena aconfesionalidad que nos merecemos, da la impresión de que una parte de nuestra libertad está en manos de la extrema derecha, Manos Limpias, Hazteoir, o el centro Tomás Moro, son organizaciones falangistas unas, de extrema derecha otras, que están poniendo en jaque libertades y derechos sin que se monte el escándalo que el asunto merece.
Hacer una parodia del papa debe ser perfectamente lícito en cualquier democracia, de la misma manera que defendimos, creo, que lo era hacer chistes de Mahoma. El estado no puede decidir que una idea es más sagrada que otras, todas las ideas son importantes para quien las cree y las defiende y todas deben ser defendidas, pero al mismo tiempo todas deben tener el derecho de expresarse con libertad, incluso si se ríen de otras. Eso es la libertad de expresión y eso es lo que pasa en las democracias; eso es también lo que defendió el Gobierno danés cuando defendió la libertad de expresión de uno de sus ciudadanos para mofarse de Mahoma o de quien sea. Esos artículos del Código Penal deben desaparecer, no es posible que en un país democrático se juzgue a nadie y se le amenace con la cárcel por burlarse de la religión. Por cierto una de las cosas, en mi humilde y personalísima opinión de ciudadana libre, más risibles que existen.
Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB)