El país escandinavo, aupado tradicionalmente por una fuerte industria petrolera, reforma ahora sus leyes para convertirse en una sociedad más verde, más digital y más laica
Noruega piensa ya en el siglo XXII. El país escandinavo está llevando a cabo políticas que lo colocan en la entrada de una era más digital, más laica y aún más verde. El Ejecutivo conservador de Erna Solberg empezó el año con tres fuertes objetivos; separar a la Iglesia del Estado, eliminar los coches de combustión fósil a partir de 2025 y apagar la histórica radio FM para retransmitir en una banda 100% digital.
Noruega ya es secular. O al menos legalmente. En enero, y tras más de siete años de discusión en el Parlamento —y 100 en las calles—, el país plasmó en la Constitución la separación del Estado de la Iglesia luterana. Y la curia no sólo lo aceptó, sino que ha “contribuido a ese avance”, presume Atle Sommerfeldt, obispo de Borg, la diócesis más grande de Noruega con medio millón de fieles. El país de poco más de cinco millones de habitantes cuenta con 3,8 millones adscritos a la Iglesia de Noruega.
Aunque ahora la Iglesia no esté vinculada a la vida pública en Noruega y su cabeza ya no sea el Rey —como en otros países protestantes cono Reino Unido— , los “valores” siguen siendo los mismos, explica el obispo de 65 años desde una librería muy popular cercana al Palacio Real. “El Estado se sigue basando en valores humanísticos, cristianos, democráticos y de derechos humanos”, dice. “En este país no hay problemas con la religión. Pero son muy especiales“, defiende David Obi, un artista visual nigeriano que regenta desde hace dos años una pequeña pizzería.
A partir de ahora la Iglesia del país dejará de recibir una buena partida del dinero público: unos 123 euros por fiel al año. Lejos se rechazar la medida, en Noruega, donde (casi) todas las decisiones que afectan a la vida pública se toman por consenso, el presidente de si conferencia episcopal, Svein Arne Lindø, daba la bienvenida a la decisión: “Son buenas noticias para ambos, la Iglesia y el país”, declaró a la canal estatal NRK.
Pero quien hace la regla, hace la trampa y, al considerarse esta religión un “bien común”, el Estado seguirá ofreciendo fondos, advierte Sommerfeldt. Y él seguirá recibiendo un sueldo: 100.000 euros anuales. Al final, admite, “es política”.