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Navidades laicas

Más que nunca la laicidad se hace indispensable en este país. La vuelta confesional que está llevando a cabo el gobierno del Partido Popular hacia los tiempos del franquismo no tiene cabida en un sistema que se pretenda democrático. Es de una indecencia incalificable que, mientras se está asfixiando hasta el límite a los ciudadanos, mientras están muriendo personas por desesperación o, incluso, por hambre, los privilegios económicos y políticos de la Iglesia católica en España no sólo se hayan reforzado, sino aumentado considerablemente, con dinero de los angustiados españoles, por descontado.

Y, mientras con la Ley que llaman de “seguridad ciudadana” se cubren las espaldas y convierten en ilegítima la voz del pueblo, y mientras convierten a este país en una dictadura (lo cual está siendo noticia en la prensa internacional), resulta repugnante y vomitivo que los mismos que tienen como brazo político a la derecha neoliberal nos vuelvan a hablar en sus arengas de paz y de amor, rehabilitando en toda su crudeza la soez manipulación que hace convencer a la mitad del planeta de justamente lo contrario que corona sus totalitarios y seculares idearios.

¿Qué paz y qué amor perciben y pueden celebrar este año los españoles? Pregunto. Más de tres millones de ellos han rebasado el límite de la pobreza extrema. Millones de ellos carecen de los bienes básicos más cotidianos. Miles de niños están sufriendo de malnutrición. Se nos están robando los derechos democráticos fundamentales. Se nos está llevando hacia un totalitarismo y hacia un Estado represivo. ¿El nacimiento de qué o de quién, que supuestamente acaeció hace más de veinte siglos, puede paliar el sufrimiento y la impotencia, aquí y ahora, de millones de seres humanos víctimas de la gestión voraz de quienes enaltecen esos dogmas inventados para amedrentar y someter las conciencias? Me temo que estas navidades no son nada blancas, sino negras, muy negras. Y que conste que respeto todas las creencias, pero no las creencias que son erigidas como herramientas de someter e idiotizar a todos los seres humanos, los que las siguen y los que no.

En esta tesitura, el PSOE ha anunciado que presentará en el Congreso una propuesta no de Ley para denunciar los acuerdos vigentes con el Vaticano, el famoso Concordato, y para, supuestamente, avanzar hacia una Ley de libertad religiosa y de conciencia. Aunque hay que reconocer que cuando pudo no lo hizo, y que en la cuestión laicidad el PSOE muy rara vez ha actuado de acuerdo a un partido progresista y laico, esta propuesta es más que deseable; es absolutamente necesaria en estos tiempos neomedievales que estamos sufriendo. Tiempos en los que la irracionalidad y el pensamiento mágico de la religión vuelven a suplantar, en la Educación española, el conocimiento, la razón y la ciencia. Porque en cualquier sistema democrático, como argumentó Juan Moscoso en una entrevista para este diario, los que quieran aprender mitologías o supersticiones que lo hagan fuera del sistema educativo público, cuya labor no es adoctrinar, sino educar.

El expolio y el enorme retroceso social que estamos viviendo nada tienen que ver con ningún falso y caduco supuesto de paz y de amor, que dura los escasos días en que la tradición permite reblandecer, falsamente y sólo en la superficie, algunos corazones. Que no nos hablen los charlatanes de paz y de amor en medio de un país asolado por la violencia y por el odio. Porque que un niño no pueda comer sus tres comidas diarias es violencia. Y que un anciano no tenga derecho a una asistencia médica digna es violencia. Y que seis millones de españoles no puedan trabajar es violencia. Y que muchos estudiantes abandonen sus estudios por el aumento de las tasas es violencia. Y que miles de familias no puedan calentarse por el despiadado aumento de las tarifas de luz es violencia. Y que los ciudadanos no puedan levantar la voz contra la indecencia es violencia. Y que miles de personas tengan que buscar restos de comida en contenedores de basura es odio y es violencia. Que no nos hablen de paz y de amor los charlatanes. Que no nos deseen felices fiestas. Que nos hablen de derechos, de progreso, de escuelas, de hospitales, de solidaridad verdadera, de diversidad, de respeto, de paz, que nos hablen de democracia. Y que nos hablen de decencia.

Extrañas navidades en que el supuesto “espíritu navideño” se hace, más que nunca, incompatible con las actuaciones políticas de los que más se adhieren a él, porque les conviene. Huelga decir que el cristianismo se apropió de las fiestas ancestrales del Solsticio de invierno, y convirtió en propias unas celebraciones naturales que, en absoluto, lo eran. El 21 de diciembre cambia la posición angular del ecuador celeste, y la nueva posición astrológica hará que, en el hemisferio norte del planeta, se inicie un nuevo ciclo natural en el que la luz empezará a alargar los días. Es el final de la oscuridad otoñal; es la grandeza del cosmos; es, simbólicamente, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, eso que han celebrado desde el inicio de los tiempos todas las culturas ancestrales y naturales, independientemente de los mitos fantasiosos correspondientes. Esperemos que ese final simbólico de las tinieblas, a no tardar mucho, se empiece a hacer en nuestro país realidad. Porque falta nos hace.

Muy felices fiestas, a pesar de todo, porque la felicidad es nuestro derecho. Feliz Solsticio de invierno y feliz cambio de ciclo deseo, de corazón, a todas las personas decentes y de buena y libre voluntad.

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