Amnistía Internacional aspira a reunir un millón de firmas y presionar a Irán en la liberación de Nasrin Sotoudeh. Esta abogada ha recibido una de las condenas más duras que se recuerdan: 38 años de cárcel y 148 latigazos.
Amnistía Internacional se ha propuesto el reto de reunir un millón de firmas a nivel mundial para presionar a Irán a la liberación de la abogada Nasrin Sotoudeh, recientemente condenada a 38 años de cárcel y a 148 latigazos por ejercer su trabajo como defensora de los derechos de las mujeres que protestan la imposición del velo.
La sentencia impuesta a la abogada es “la más dura” que se recuerda contra un defensor de los derechos humanos en la historia reciente, destaca Amnistía Internacional, que confía en que la presión popular pueda revertirla.
La corte revolucionaria de Teherán consideró a Nasrin Sotoudeh culpable de “conspirar contra la seguridad nacional” y de “incitar a la corrupción y a la prostitución” por defender a otras mujeres jóvenes iraníes que recientemente han protestado en público contra la discriminación sexual que supone la obligatoriedad de llevar velo.
Esta no es la primera vez que Sotoudeh, premio Sajarov de la Libertad de Conciencia de la UE en 2012, entra en prisión. La abogada pasó tres años encarcelada antes de ser liberada en 2013. Entonces estuvo acusada de desafiar al Estado por su defensa de los derechos de las mujeres y la oposición a la pena de muerte. Ahora, los cargos incluían la “propaganda contra el sistema” por ser la abogada de quienes cometen “abiertamente un acto pecaminoso (…) apareciendo en público sin hiyab (pañuelo árabe)”.
En Irán, desde el año 1979 la ley establece la obligatoriedad de usar hiyab a las mujeres y las niñas desde los 9 años. Las sanciones oscilan entre la multa económica variable y la pena de prisión, si el incumplimiento es reiterado. Desde hace unos años, además, el Estado ha reforzado la vigilancia de este código de vestimenta en las mujeres con la llamada “policía de la moral”.
Pese a la represión estatal, la reciente ola feminista global –que impulsó el Me Too en EE UU, o la lucha por el derecho al aborto en países como Argentina o Irlanda– también se ha filtrado en Irán.
Desde el año 2017 se multiplican en las principales ciudades acciones de protesta pública contra la obligación de usar velo. En esta corriente participan también feministas que eligen llevarlo, pero se postulan contrarias a que sea obligatorio por ley.
Los móviles y las redes sociales han viralizado la protesta de este nutrido grupo de jóvenes. En algunos vídeos se las puede ver subidas a un transformador eléctrico de la Avenida de la Revolución de Teherán. De pie, se las ve quitarse el velo y agitarlo con la mano.
En otros vídeos, alojados en redes sociales de activistas exiliadas, lo que se muestra son las agresiones verbales y físicas a las que son sometidas también muchas mujeres que optan por no cubrirse el cabello y son descubiertas por la «policía de la moral».
Al calor de estos movimientos han cristalizado acciones como los llamados ‘miércoles blancos’, en los que se animaba a las mujeres a colocarse pañuelos de color claro, en lugar de oscuro, en el cabello como símbolo de su desacuerdo con la obligatoriedad de cubrirse la cabeza.
Este mismo mes de mayo, los estudiantes universitarios de Teherán han protagonizaron protestas en el campus contra una directiva que anunciaba el reforzamiento del control de “vestimenta modesta” y hiyab entre las alumnas.
El Estado, y sus líderes a la cabeza, han considerado estas movilizaciones «infantiles» y dirigidas «por Occidente». Pero en los últimos meses han detenido a varias decenas de mujeres por las protestas, entre 39 y 55, según informan Amnistía Internacional y Human Rights Watch. “La criminalización de mujeres y niñas por no llevar hiyab es una forma extrema de discriminación contra las mujeres y su dignidad”, recuerda Amnistía.
La actual campaña de recogida de firmas pretende evitar que la abogada de estas mujeres, Nasrin Sotoudeh reciba un solo latigazo por su labor. Pero tambiénponer el foco internacional en la presión que sufren las mujeres que ella defiende. Mujeres «valientes», según Amnistía Internacional que desafían la prohibición y defienden su libertad de vestimenta a sabiendas del riesgo que conlleva.
Basta con retirar hacia atrás unos centímetros el pañuelo o elegir colores vivos para que estas mujeres tengan que enfrentarse a grupos de “la policía de la moral” que no solo las insultan, llamándolas “putas”, sino que también las agreden hasta conseguir obligarlas a colocarse el velo como está mandado.
Yasaman Aryani: El 10 de abril una llamada al domicilio familiar anunció que Aryani había sido detenida y que acudirían a registrar la vivienda, donde decomisaron objetos personales de la joven activista de 23 años. Aryani fue detenida después de que se viralizara su imagen en un vídeo el 8 de marzo en el que sin llevar velo distribuía flores a las mujeres en el metro de Teherán. Le acusan de “hacer propaganda contra el sistema” e “incitar a la corrupción y a la prostitución”. Con ella fue detenida también Monireh Arabshahi.
Mojgan Keshavarz: Otra activista, madre de una niña de 9 años, fue detenida el 25 de abril por los servicios secretos de inteligencia iraníes. Su detención, dicen los observadores de derechos humanos, es la prueba de la preocupación del gobierno iraní con los movimientos sociales de base. Ella también salía en el mismo vídeo repartiendo flores por el día de las mujeres, y sin llevar el velo obligatorio.
Azam Jangravi: Hace un año Jangravi se subió a un transformador de electricidad en la avenida Revolución de Teherán y se quitó el hiyab. Fue detenida por ello y expulsada de su trabajo. Consiguió evitar una sentencia a tres años de prisión escapando del país con su hija pequeña, por quien dice que tomó la decisión de plantarse, para cambiar su futuro. Aunque está en el exilio, no se arrepiente de su gesto, que visibilizó internacionalmente la lucha de las mujeres contra la imposición del velo.
Vida Mohavedi: Jangravi había seguido el ejemplo de Vida Movahedi, la primera mujer en subirse silenciosa en el transformador eléctrico de la calle Revolución para ondear con un palo su hiyab blanco. Esa imagen de ella de pie, inmóvil, es ya todo un símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres en Irán. Fue detenida y liberada, y varias jovenes más seguirían su ejemplo de valentía en ese mismo transformador o en otras partes del país.