Por muchas etiquetas que les cuelguen –merecidas o no–, los vecinos del Raval están empeñados en llevarse bien. El centenar de personas que participaron el martes al caer el sol en el iftar (fin de la jornada de ayuno) popular organizado en plena Rambla del Raval daban buena cuenta de ello. «Me parece muy bonito compartir este momento con tanta gente y tan distinta», cuenta medio en castellano medio en inglés Bakary, joven gambiano vecino del barrio. Para algunos, las delicias marroquís que allí se repartieron servían para romper el ayuno propio del Ramadán. Para otros, la mitad, era una colorida merienda–cena intercultural.
«El iftar, desayuno en árabe, es el momento en el que los musulmanes rompen dicho ayuno. Es muy importante para los musulmanes porque es cuando se reúnen la familia y los amigos para compartir algo tan importante como los alimentos», explica Mercè Amor, portavoz de la asociación Ibn Batuta, organizadores de la fiesta, y encargada de presentar a los no iniciados en qué consiste el Ramadán. «Es mucho más que un mes de ayuno. Es un periodo con un marcado carácter solidario en el que se piensa mucho en los que están en Ramadán todo el año porque no tienen qué comer», relata Amor.
Orígenes dispares
Ravalencs de toda la vida y nuevos vecinos no solo comparten dátiles, dulces de miel y una sabrosa y contundente sopa. También hacen lo propio con miradas y complicidades varias, «algo a veces tan difícil de conseguir entre vecinos de orígenes tan dispares», explica Josep Ricart, de la parroquia del Poble Sec, sentado junto a Bakary. Al otro lado saborea su sopa Jonhy, de Gana, quien bromeaba sobre el plato, típico de Marruecos: «Me gusta más que la sopa de mi país».
«Experiencias como esta sirven para romper el hielo. Conocerse es básico para respetarse, y respetarse para convivir», prosigue Ricart.
Josep Maria Rierola es otro de los autóctonos que departe animadamente en el iftar. Miembro activo de la parroquia del Carme, también se muestra encantado con la iniciativa. «A partir de los encierros del 2000 formamos el grupo interreligioso de la parroquia del Carme y una vez al año hacemos una plegaria conjunta», afirma. Y, aunque al principio costó un poco que los feligreses de toda la vida se animaran, en nueve años no han fallado. E insiste en lo que apuntaba Ricart: «Si nos conocemos desaparecen los tabús y eso es básico para romper barreras».
Cristina Bonanny lo ve desde el otro lado. Llegó de Argentina hace seis años y desde entonces ha vivido siempre en la zona. «Yo también vine de fuera y el barrio me acogió muy bien. Por eso me esfuerzo en acoger a los que llegan después de la misma forma. Me siento hermanada con ellos», cuenta.
Mañana se celebrará otro iftar popular, en este caso con manjares y canciones de Pakistán, en el parque de la Ciutadella.
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