Antes de que fundara la asociación Ibn Batuta -denominada así en honor al mítico viajero del mundo árabe-, la casa de Mohamed Chaib en Sant Boi de Llobregat era el centro de acogida por excelencia de la inmigración marroquí en Cataluña. Simpático, cariñoso en el trato, el diputado autonómico del PSC, único representante político español de origen árabe y musulmán, fuera de Ceuta y Melilla, llegó a España en 1965, con cuatro años de edad, procedente de Tánger. Sus padres abrieron entonces una vía que el resto de su familia siguió, posteriormente, hasta sumar hoy en Cataluña un total de 60 personas. Aunque él logró licenciarse en farmacia, sus tíos, primos y sobrinos trabajan en la construcción, en la pequeña industria o en el servicio doméstico. En la familia de Chaib hay ahora una larga veintena de niños y adolescentes. Él dice que, precisamente, éste es el momento más difícil.
Sin tiempo para la digestión social de una inmigración masiva asentada en pocos años, surge ya, preferentemente en Cataluña y Madrid, una segunda generación de musulmanes españoles compuesta por unos 200.000 niños y adolescentes que nacieron en España o llegaron aquí a corta edad. Son los jóvenes que a la vuelta de unos años van a interpelarnos -han empezado a hacerlo ya- sobre nuestro modelo de integración y sobre la gestión española del islam. Vista la experiencia de otros países, cabe suponer que esta segunda generación no tendrá complejo alguno en reclamar sus derechos, no va aceptar cortapisas en su práctica religiosa o en la expresión de su doble identidad. Seguramente exigirá una convivencia natural, igualdad de trato e idénticas oportunidades, y si se siente discriminada tenderá a refugiarse en su identidad de origen y a despegarse afectivamente del significado de España.
Para la sociedad española, éste es, pues, un momento clave, en la medida en que estos jóvenes representan tanto la oportunidad de una integración enriquecedora como el riesgo de un foco conflictivo persistente larvado en la marginación social. Dentro de muy pocas décadas, blanco y católico dejarán de ser los rasgos distintivos definitorios del español.
Algunos de los movimientos religiosos que recorren Europa se sirven de los oratorios para hacer propaganda y evitar que los inmigrantes musulmanes se integren en sus sociedades respectivas. "Si queremos ahorrarnos las experiencias negativas de otros países, tenemos que reaccionar, y hacerlo pronto, porque ya vamos tarde", sostiene José María Contreras, director de Pluralismo y Convivencia, la fundación gubernamental promovida por la Dirección General de Asuntos Religiosos.
Y es que, según Mohamed Chaib, entre la población inmigrante de nuestro país ya opera la formación Hizb-Ul-Tihrir, ilegalizada en Alemania y el Reino Unido, y, sobre todo, Justicia y Caridad, el partido religioso de gran implantación en Marruecos. "El elemento determinante a tener en cuenta es la actitud de estos movimientos respecto a la integración de los musulmanes. Si están en contra, como es el caso de Hizb-Ul-Tihrir, es porque, aunque se presentan como no violentos, preparan el terreno político para objetivos inconfesables. Aceptarlos en España sería incurrir en el buenismo", afirma el parlamentario del PSC. La formación de los imanes, que además de leer la oración de los viernes actúan de guías espirituales en las 700 mezquitas, está en el centro de las preocupaciones de los líderes de la comunidad musulmana.
¿Se está construyendo un islam español, entendiendo por español un islam no sólo tolerante y respetuoso con las leyes y los derechos constitucionales, sino también engarzado en los valores y hábitos culturales de la sociedad española? La pregunta es la misma que se formulan otros países europeos, y no puede decirse que haya una respuesta unívoca. Si el asimilacionismo francés (cinco millones de musulmanes) se da más bien por fracasado -después de cuatro generaciones, en medio de las revueltas en los extrarradios, parte de la sociedad sigue preguntándose si el islam es compatible con la República laica-, tampoco el modelo del multiculturalismo (1,6 millones de musulmanes en el Reino Unido) aparece exento de problemas.
Las polémicas sobre el uso en las escuelas del tradicional pañuelo (hiyab), la reivindicación de no comer cerdo y sí carne halal (sacrificada según el rito musulmán), la negativa a vestir el uniforme de gimnasia o el rechazo a ser atendidas por ginecólogos persisten en muchos países, reforzando continuamente la imagen conflictiva del islam. La idea de que los deberes religiosos de esta confesión menoscaban la igualdad de los derechos de la mujer y la libertad individual se suma a la impresión de que, como en el caso de las caricaturas de Mahoma, los musulmanes plantean a los Estados europeos unas exigencias políticamente excepcionales y culturalmente desconcertantes, irrazonables. El islam está bajo sospecha. Cada atentado, cada noticia que da cuenta de la implicación de un imán en actividades violentas o en la propagación del sexismo es una nueva paletada de cemento a la estereotipada imagen de esta religión.
¿Hay razones para esperar que, en el caso español, la integración musulmana resultará más fecunda? Según los datos que el Real Instituto Elcano recabó en junio de 2004 (tres meses después del 11-M), el 80% de los encuestados españoles tiende a considerar como autoritaria a cualquier persona que practique el islam, y el 57%, como violenta.
Una muñeca andaluza saluda al visitante en el vestíbulo de la casa de la diputada autonómica melillense Salima Abdessalam. Hay mujeres de su familia que llevan el pañuelo, por tradición o como señal de piedad, y otras, no. "Da igual lo que llevemos en la cabeza o lo que comamos, somos españolas cien por cien", dice Salima. "No se puede englobar a todas las musulmanas por igual porque no es lo mismo la universitaria que la mujer que llega a España sin saber lo que es un interruptor o una lavadora. Efectivamente", admite, "el Corán permite al hombre tener hasta cuatro mujeres si es capaz de mantener con todas ellas un trato equitativo, imposible en la práctica; pero eso pertenece a un momento de la historia en el que el mundo entero veía a las mujeres como esclavas o incubadoras. El Corán también dice otras muchas cosas. Lo que pasa es que ha sido interpretado por los hombres. Yo no viviría nunca en Arabia Saudí, en Argelia o en Marruecos. Luchamos por un islam español, contra el terrorismo y el machismo", indica.
Aunque los secretarios generales de la Comisión Islámica Española (CIE), el sirio-español Riay Tatary y el español converso Félix Herrero, se declaran conmovidos todavía por la reacción ejemplar del "pueblo de Madrid", es evidente que el 11-M una brecha que está lejos de cerrarse.
"Aquello nos desestabilizó profundamente porque socavó una cosa tan delicada como la confianza. La confianza es la mirada, el gesto, el roce entre personas de una misma sociedad", indica Mohamed el Afifi, hispano-egipcio, portavoz del Centro Cultural Islámico de Madrid, conocido como la mezquita de la M-30. Su despacho en este templo magnífico de mármoles y maderas nobles está abarrotado de periódicos, muchos de ellos subrayados y recortados. "¿Cuántos españoles", pregunta, "saben que en aquellos días terribles dimos sangre para nuestros hermanos españoles, que nos manifestamos con ellos, que somos los primeros interesados en que los terroristas desaparezcan? ¿Por qué no nos ven, por qué no nos creen?". Siempre atento a que el vaso de té del visitante-huésped permanezca lleno, El Afifi transmite el desaliento.
De la comunidad musulmana -suponien-do que pueda llamarse así al desorganizado conjunto de gentes de diferente origen y condición, mayoritariamente rural, pobre y deficientemente formada- surge una queja unánime contra los medios de comunicación que, a su juicio, pontifican sobre lo que desconocen. Se quejan los imanes y las musulmanas feministas que trabajan contra el patriarcado, los sindicalistas de ATIME y los conversos al islam sufí (pura espiritualidad, amor y fraternidad), los fieles más fervorosos y también los no practicantes que sólo ven en los cinco rezos diarios una estupenda tabla de gimnasia, ideal para la espalda y para encoger el estómago. Según ellos, los medios confunden el islam con las tradiciones machistas de los países árabes, yerran al no ver en el uso del pañuelo -el símbolo más visible de la identidad musulmana- otra cosa que una prueba de la sumisión de la mujer, y caen en la trampa, tan bien urdida por el terrorismo, cuando identifican religión y fanatismo violento.
"Es descorazonador. Si miras las entradas que se producen en Google a partir de la palabra islam, encuentras que el 98% habla de terrorismo", apunta Yusuf Fernández, director de Webislam, la página de referencia de la comunidad islámica española. ¿Hace falta subrayar que la inmensa mayoría de nuestros convecinos musulmanes son trabajadores que buscan sacar adelante a sus familias, personas de paz que practican un islamismo moderado? Entre la comunidad musulmana, nadie minusvalora el peligro real que supone el ascenso de un islam radical y violento utilizado al servicio de la geoestrategia global. "Ninguno estamos a salvo de esta barbarie, pero, ¿por qué me miran a mí cuando se produce un atentado?", pregunta Said Kirlani, presidente de la Asociación de Estudiantes Universitarios Marroquíes. Por el contrario, los líderes de esa comunidad reclaman frecuentemente un mayor control sobre esos imanes sin permiso de residencia, pero protegidos por la ley de extranjería, que no hablan español -el árabe es la lengua litúrgica del islam- ni conocen verdaderamente nuestro país. Son ellos quienes piden una mayor vigilancia sobre la doctrina que se imparte en determinadas mezquitas.
"Menos lamentos públicos sobre las mezquitas-garajes clandestinas y más intervención del Estado", propone Mohamed el Afifi. "Hay que integrar al que viene a aportar y expulsar al que viene a destrozar", sostiene Félix Herrero. "Hace falta un órgano que supervise la práctica y la gestión de las mezquitas. El Gobierno debe hacer pedagogía, desmontar la identificación de islam y terrorismo, y darnos a los musulmanes, practicantes o no, la oportunidad de combatirlo", dice Kamal Rahmouni, presidente del sindicato aconfesional ATIME. "Necesitamos una institución propia española o europea que forme a los imanes en los valores de la democracia", indica Said Kirlani. Salvo en la decena de grandes mezquitas, sufragadas con capital de Arabia Saudí, Siria o Emiratos Árabes, en la casi totalidad del resto de los templos la oración comunitaria está dirigida por imanes marroquíes, generalmente titulados en ciencias islámicas en Marruecos, o por licenciados en la universidad religiosa Ali Azhar de El Cairo.
"Hay varios tipos de discursos conflictivos", explica la asesora de Asuntos Religiosos del Ministerio de Justicia, Ana Planet. "El discurso desenfocado del señor que llega de Egipto y se pone a predicar en Fuencarral [Madrid] sin saber nada de español ni de España; el del resistente, que invoca a la condición musulmana para tratar de impedir la integración, y el del clandestino antisistema, que habla de España como tierra de infieles apenas son una gota dentro de una comunidad que apuesta por la convivencia y por el legado común con los españoles, pero hay que tenerlos muy en cuenta", aclara Ana Planet.
Contra lo que ocurría antes del 11-M, ahora es altamente improbable que los partidarios del fanatismo terrorista aparezcan por las mezquitas para captar adeptos y ofrecer sesiones privadas de vídeos sobre Chechenia. Lo que Mohamed Chaib sí ha detectado son discursos contra la integración que tratan de vender una visión política panmusulmana. "Tenemos que abrirnos a los vecinos, a la sociedad", dice. "En Cataluña hemos instaurado el día de las mezquitas de puertas abiertas".
Los musulmanes españoles temen quedarse atrapados entre la incomprensión de la sociedad española y los estereotipos y prejuicios aventados por el terrorismo y las versiones rigoristas del islam que exportan las corrientes waharistas. "El problema no es el desconocimiento, sino las pocas ganas de combatir el desconocimiento que observo", apunta Mohamed el Afifi. En contraste con el catolicismo, el islam no tiene jerarquías, carece de la estructura de una Iglesia que actúa de intermediaria entre Dios y los fieles, y que periódicamente revisa su doctrina en los concilios vaticanos. Eso no significa que los ulemas, expertos intérpretes de la ley coránica, no se pronuncien sobre cuestiones como la fecundación in vitro, el cambio climático o los avances tecnológicos.
También en España hay un proceso de decantación de tendencias, incluso dentro de la Comisión Islámica, el organismo de interlocución con las autoridades. Mientras Félix Herrero, presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI) se muestra de acuerdo con los matrimonios homosexuales, Ray Tatary, presidente de la asociación mayoritaria Unión de Comunidades Islámicas Españolas (UCIDE), se manifiesta en contra y cree "innecesarios" los congresos de feminismo e islamismo que la progresista Junta Islámica organiza periódicamente.
La llegada -o el regreso, según se mire- del islam tropieza con las corrientes integristas que reclaman "una España y una Europa cristiana" -"la Iglesia católica haría bien en abanderar el pluralismo religioso, no la homogeneidad", señala José María Contreras-, y también con el sentimiento antirreligioso que la izquierda española alimentó durante los 40 años de dictadura nacional-catolicista. El comentario jocoso "si no creo en la Iglesia verdadera, cómo voy a creer en las falsas", refleja bien esa actitud, que se expresa igualmente en la idea de "ya tenemos bastante con nuestros obispos como para aguantar también a los imanes y a toda la parafernalia machista del islam". Pero si la izquierda española tiene una particular dificultad para entender el hecho religioso, el feminismo ve, frecuentemente, en el islam una confesión aberrante que amenaza con echar por tierra sus avances conseguidos. "Nos molesta que las feministas occidentales nos vean como mujeres serviles y sumisas, incapaces de tomar conciencia o de tener ideas propias", señala Yonaida Selam, ponente en los congresos de Feminismo Islámico de Barcelona que exigen la reinterpretación del islam. "He vuelto a llevar el pañuelo para defender mi identidad de musulmana y creyente, por rebeldía ante la imagen distorsionada del islam", explica Selima Abdessalam, diputada de la Coalición por Melilla. A la vista de las jóvenes musulmanas que se dejan ver por los barrios y pueblos, puede decirse que el pañuelo, impuesto por sus padres en bastantes casos, es a veces perfectamente compatible con unos pantalones ajustados, de los que marcan figura.
"El islam es la única religión que permite el divorcio en determinadas circunstancias, aunque no lo recomienda si hay hijos de por medio. Si tu marido se enamora de otra mujer, el islam te ofrece una tercera opción. No tienes que optar forzosamente entre tragar con la situación o divorciarte. Puedes aceptar la poligamia", indica Amparo Sánchez Rosell, valenciana conversa. Todas ellas salvan al islam original de las interpretaciones machistas y de la tradición patriarcal de los países árabes. "Los casos de poligamia en España no llegan al dos por mil", subraya Riay Tatary. Un problema serio es que el Corán impone a los creyentes casarse con musulmanes y tener hijos, aunque ya existe una asociación que agrupa a los matrimonios mixtos cristiano-musulmanes.
"Cuando se habla del islam hay que diferenciar el islam como religión y el islam como cultura", aclara Said Kirlani. "El islam como religión es único. Son los textos del Corán, sujetos, eso sí, a interpretaciones. Pero las diferencias culturales que existen entre nosotros a la hora de vivir el islam son enormes", explica. "Aunque parte de los 800.000 marroquíes que vivimos en España no somos practicantes, casi todos nos consideramos culturalmente musulmanes, de la misma manera que los agnósticos y ateos cristianos participan de la fiesta de los Reyes Magos, ponen el belén y aceptan las procesiones de Semana Santa".
Al igual que otros muchos representantes musulmanes, el presidente de la asociación de estudiantes marroquíes subraya que, para ellos, el valor supremo de España y Europa no es otro que los derechos humanos y las libertades, tan atacados, por lo general, en los países originarios de la inmigración. "El islam democrático surgirá de su inmersión en la cultura europea siempre que las nuevas generaciones no se sientan discriminadas y puedan recibir enseñanza religiosa y practicar su culto en igualdad de condiciones", indica. Y es que, aunque ninguno de los entrevistados hace batalla de la cuestión financiera, quien más, quien menos, se pregunta por qué el islam no figura entre las casillas de la declaración de renta que permiten contribuir con el 0,7% a determinadas confesiones religiosas. "El Gobierno está planteándoselo", responde José María Contreras.
"Todos estamos dando los primeros pasos. Mientras unos insuflan odio y prejuicios, otros trabajamos por la integración y por combatir el fanatismo criminal", viene a decir la mayoría de los entrevistados. Pero, sin arrumbar el optimismo que transmiten quienes trabajan sobre el terreno -"tenemos a España en el corazón", dice Riay Tatary-, la pregunta sigue en pie. ¿Por qué va a tener éxito aquí una experiencia que fuera de nuestras fronteras sigue suscitando tantas dudas? ¿Contribuirá al empeño la cultura mediterránea de compartir la calle, el carácter comunicativo, el pasado inmigrante, la posibilidad de aprender de los errores ajenos?
Un dato positivo es que, según el Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia, la comunidad musulmana española es la que menos rechazada se siente de toda Europa. "Si después del 11-M y de todo lo que vierten contra nosotros no ha pasado nada, es que hay esperanza", afirma Mohamed el Afifi.
La clave es la educación, no la forma de vestir
LA ENSEÑANZA DEL ISLAM en las escuelas es la principal reivindicación de los musulmanes españoles, pero entre los profesores de los centros donde ya se asoma la segunda generación, la impresión dominante es la de desconcierto. ¿Hay que permitir el pañuelo en el recinto escolar, pero no la gorra vuelta hacia atrás de los ecuatorianos? ¿Y si llega una chica con el velo (niqab) que recubre prácticamente todo el rostro? ¿Falda larga o pantalones para las escolares musulmanas en la clase de gimnasia? ¿Qué pasa con la joven que se desmayó el otro día durante los ejercicios porque como hacce el Ramadán no ha comido nada durante el día? ¿Implantamos ya los menús especiales sin cerdo?No hay una respuesta común a estas cuestiones del ámbito educativo que, como recuerda Ana Planet, asesora para Asuntos Religiosos del Ministerio de Justicia, son competencia de las comunidades autónomas. El ministerio dispone en estos momentos de un total de 33 profesores de religión musulmana que dan clases en primaria, 20 de ellos destinados en Ceuta y Melilla, y el resto, en Andalucía y Aragón. En relativo contraste con la parálisis de los tres últimos lustros, la Administración ha empezado a reactivar la cooperación con las comunidades musulmanas.De los tiempos en los que esa cooperación se ejercía "con sonrisas y sin un duro", como apunta Ana Planet, se ha pasado a un presupuesto de 1,6 millones de euros con el que se financian proyectos culturales educativos y de integración desarrollados por las distintas asociaciones culturales de las mezquitas (un millón de euros) y las iniciativas, algunos sueldos de los empleados y gastos de funcionamiento de las dos federaciones; UCIDE (450.000 euros) y FEERY (150.000). El primer libro sobre el islam no escrito en árabe existente en Europa está en español, Descubrir el islam, y ha sido publicado por la editorial católica SM. El Gobierno y distintas administraciones autonómicas financian cursos de español y de formación a imanes, aunque el objetivo de crear una Facultad de Teología en la universidad pública esté todavía lejano.Para evitar que las mujeres abandonen las clases de español si tienen que compartirlas con los hombres, el presidente de la Fundación Pluralismo y Convivencia aconseja, llegado el caso, separar las clases. "Nuestra prioridad", subraya, "es que esas mujeres salgan de sus casas, aprendan la lengua y se integren". Mohamed Chaib sostiene que el asunto del pañuelo se ha convertido en una obsesión absurda y que su prohibición sería contraproducente. "La clave es la educación en las escuelas y en las mezquitas, no en la forma de vestir", dice. "Tenemos que ser intransigentes con el adoctrinamiento en los oratorios y exigentes en la educación. Nada de faltar a clase, nada de niñas de 14 años conducidas a Marruecos para casarlas, nada de piscinas públicas con horarios separados para hombres y mujeres. En Cataluña hemos resuelto casos en que los padres impedían a sus hijas ir a la escuela porque creían que la religión les prohibía hacer gimnasia y música. Reunimos a los imanes y ellos les explicaron que el islam está a favor del conocimiento. Los equívocos se pueden aclarar", explica.La gran mayoría de los españoles y buena parte de los inmigrantes musulmanes ignoran que los escolares musulmanes islamistas tienen derecho a recibir enseñanza islámica en los centros docentes públicos y privados concertados, siempre que constituyan un grupo superior a 10 alumnos. Según el acuerdo de cooperación del Estado español con la Comisión Islámica de España suscrito el 28 de abril de 1992, los lugares de culto islámico legalmente reconocidos gozan de un régimen de inviolabilidad, similar al de las iglesias católicas y al de los templos de religiones consideradas de arraigo como la evangelista y la judía.
Lo que va del dicho al hecho
LAS COMUNIDADES que sustentan las mezquitas están exentas del Impuesto sobre Bienes Inmuebles, del de Sociedades y del de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos. La población musulmana, incluidos los militares del Ejército español, presos y hospitalizados, tiene derecho a la asistencia religiosa y a participar en actividades y ritos religiosos propios del islam.El acuerdo de cooperación con el Estado contempla la conclusión de la jornada laboral una hora antes de la puesta del sol durante el mes del ayuno (Ramadán) y el establecimiento de una fecha alternativa de examen para los musulmanes que concurran a las pruebas de ingreso en las Administraciones Públicas si el día fijado coincide con una festividad religiosa islámica. Igualmente, se recomienda a los centros públicos que adecuen la alimentación de los musulmanes a los preceptos religiosos islámicos y el horario de comidas durante el Ramadán.España suscribe acuerdos elogiados en Europa, pero en la práctica es renuente a cumplirlos. La oposición de un grupo de vecinos impide, sistemáticamente, en Cataluña construir mezquitas que acabarían con los oratorios improvisados en garajes y daría a la práctica de esa religión mayor dignidad y transparencia. Pese a su rango de ley, el convenio no está aún desarrollado, a los 15 años de su firma.