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Mujer, niña y Ciencia

Rosa Irene de Castro Díaz, gestora de proyectos de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), nos ofrece una reflexión para hacernos pensar en una nueva aportación al Ateneo de Granada Republicana UCAR, asociación cívica de la que es socia.

El pasado mes de febrero, el 11 de febrero, se ha conmemorado el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, con multitud de actos y homenajes. La ONU proclamó este día en 2015 para destacar la importancia del acceso de las mujeres y niñas a la educación en igualdad, permitiéndoles un acceso pleno a la investigación científica, la tecnología y la innovación, destacando así el papel de la mujer en la transformación democrática y económica global. Este acceso igualitario a la formación en todos los niveles y áreas de conocimiento por parte de las mujeres y las niñas, es condición sine qua non en la evaluación de avances democráticos y progresistas de cualquier estado, y así fue incluido en la Agenda del Desarrollo Sostenible 2030, aprobada en 2015 por todos los países miembros, incluido España.

Quienes creemos que esta transformación es posible y necesaria, también pensamos que sólo en un estado republicano se podría abordar este reto con garantías realmente democráticas y de progreso

Ahora bien, cabe preguntarse si en España este ambicioso proyecto, revolucionario en su planteamiento, entendiendo la palabra revolucionario en este contexto y como el germen de la  transformación de estructuras y órganos de poder patriarcales, es producto sólo de la evolución del pensamiento contemporáneo y de lo políticamente correcto, o es un cambio que tiene precedentes contrastados en nuestro país; cambio que además, se hace imprescindible para avanzar en una profundización realmente democrática del aparato del Estado. Quienes creemos que esta transformación es posible y necesaria, también pensamos que sólo en un estado republicano se podría abordar este reto con garantías realmente democráticas y de progreso.

Y sí, tiene un precedente en el S. XX en nuestro país: la Institución Libre de Enseñanza, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) y la Residencia de Señoritas. Esta última entidad, fundada en 1915 por la JAE dentro de la Residencia de Estudiantes, fue la primera institución para impulsar la participación de la mujer en la ciencia, dotando de becas para el estudio universitario a mujeres, facilitando estancias en EEUU y financiando un laboratorio de química en sus instalaciones.

No fue hasta la II República cuando se produjo el despegue de la ciencia moderna, gracias al respaldo institucional del Estado a la JAE, a través de financiación y dotación de medios con vocación de continuidad, condición indispensable para el avance en la formación e investigación científicas

Si bien es en estos años del primer tercio del S. XX (la llamada edad de plata de la ciencia española del S. XX) cuando comenzó tímidamente el impulso de la investigación en nuestro país, con distintos gobiernos liberales, no fue hasta la II República cuando se produjo el despegue de la ciencia moderna, gracias al respaldo institucional del Estado a la JAE, a través de financiación y dotación de medios con vocación de continuidad, condición indispensable para el avance en la formación e investigación científicas.

El gobierno de la II República permitió, con recursos, una estructura para el desarrollo científico técnico: campus en los alrededores del Museo de Ciencias Naturales y la Residencia de Estudiantes; auditórium para el intercambio científico y cultural; nuevos laboratorios; construcción y dotación necesaria para el sostenimiento del Instituto Nacional de Química y Física; amplió las becas a estudiantes y científicos para su formación en el extranjero; construyó el Instituto Cajal de Biología, aprobado desde los años 20 pero materializado en 1932; abordó la modernización de las Universidades incidiendo en su papel en la formación y la investigación científicas. Es, además, en el Instituto de Química y Física, donde iniciaron sus carreras varias de las primeras científicas españolas (algunas colaboraron con Marie Curie).

Esta apuesta del gobierno republicano por el reforzamiento de la ciencia y la educación obedecía a un concepto profundamente democrático de participación en igualdad, de laicismo e independencia intelectual respecto de los poderes conservadores y eclesiásticos de nuestro país, que dominaban la educación y universidades.

Pese al poco tiempo que duró la II República, consiguió impulsar e imbuir en el ámbito académico y científico los preceptos de la Institución Libre de Enseñanza, estableciendo las bases que todavía perduran en la concepción del papel que la ciencia y la educación han de jugar en la sociedad.

También a los valores republicanos debemos el papel protagonista de la mujer en la ciencia, impulsado decididamente por José Castillejo, secretario de la JAE y estrecho colaborador del Ministerio de Instrucción Pública, al exigir que hubiera mujeres en los programas implementados, llegando a tener un 22% de presencia femenina

También a los valores republicanos debemos el papel protagonista de la mujer en la ciencia, impulsado decididamente por José Castillejo, secretario de la JAE y estrecho colaborador del Ministerio de Instrucción Pública, al exigir que hubiera mujeres en los programas implementados, llegando a tener un 22% de presencia femenina.

Lamentablemente, el exilio forzado en 1939 de nuestros mejores pensadores y el anonimato forzado de estas brillantes mujeres, debido al golpe de estado y a la Dictadura franquista, sigue siendo una factura que estamos aún hoy, pagando en nuestro país.

Parte sustancial de esta factura es la deficitaria participación de la mujer en la estructura de la ciencia y en puestos importantes de las universidades españolas. Continúa la brecha de género, que ha sido puesta de manifiesto en distintos estudios actuales. Así, el porcentaje de mujeres que consiguen finalizar con éxito sus carreras científicas y académicas es mucho menor de las que empiezan; a medida que avanza su carrera, son los hombres quienes logran mejores éxitos científicos y puestos económica y socialmente más valorados, quedando invisibilizadas en muchas ocasiones las aportaciones de las mujeres científicas a esos éxitos.

Queda mucho camino para lograr la integración femenina plena y su papel en el sistema de ciencia y tecnología de nuestro país, pero la participación cada vez más creciente de la mujer y su concienciación política, cuestionan de facto las limitaciones que el Régimen Monárquico del 78 ha establecido, haciendo que la necesidad de estructuras democráticas y de empoderamiento sean cada vez más demandadas socialmente; estructuras que sólo tienen cabida en una concepción republicana del estado.

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