Condenado por practicar abortos ilegales en Barcelona, evitó la cárcel y vivía refugiado en Menorca
El doctor Carlos Morín, que estuvo en la diana de los grupos católicos antiabortistas, murió el domingo después de una larga enfermedad. Condenado a penas menores de cárcel por practicar abortos ilegales en sus clínicas de Barcelona -fuera de los supuestos que marcaba la ley vigente- y, más tarde, por fraude fiscal, había pasado los últimos años de vida en su apartamento de Ciutadella (Menorca) junto a su mujer. Allí había querido alejarse del ruido mediático y había tratado de olvidar años de pesadilla, en los que se había convertido en el enemigo público número de sectores ultraconservadores.
La vida de Morín dio un vuelco en noviembre de 2007, cuando agentes de la Guardia Civil le detuvieron junto a su mujer, María Luisa Durán. Sus clínicas fueron cerradas y ambos permanecieron tres meses en prisión provisional por orden de la jueza que investigó una presunta trama de abortos ilegales tras una denuncia de la entidad ultracatólica E-Cristians. La entidad denunció que en las clínicas de Morín se estaban practicando abortos más allá de los tres supuestos en los que esta práctica estaba despenalizada según la ley de 1985, vigente entonces y sustituida por otra en 2010.
La actividad de las clínicas fue escrutada al milímetro: se dijo que se practicaban interrupciones del embarazo sin la preceptiva consulta al psiquiatra y, en el caso de los fetos con malformaciones, más allá de las 22 semanas que preveía la ley. El caso llegó a juicio, donde la Fiscalía pidió más de 300 años de cárcel por un centenar de abortos ilegales. La sentencia llegó en 2013 y fue una victoria rotunda para el doctor peruano: absolución.
Morín se sintió fuerte entonces para afirmar que fue un “cabeza de turco”. No sabía que el Tribunal Supremo obligaría a repetir el juicio por una mera cuestión de forma: había que escuchar la declaración de los periodistas de la televisión danesa que filmaron la clínica con cámara oculta y dieron origen a la denuncia de E-Cristians. En el segundo juicio en la Audiencia de Barcelona, con otros magistrados, fue condenado a año y medio de cárcel por 11 abortos fuera de lo previsto por la ley.
Para entonces, la salud del ginecólogo ya era precaria. Tenía que someterse a sesiones de diálisis tres veces por semana, que ha mantenido hasta su fallecimiento en Menorca, según explican fuentes cercanas a la familia. Sus abogados, Fernando Martínez y Miguel Capuz, lograron que se suspendiera la pena. Y que incluso cuando, más tarde, fue condenado a otra pena menor (seis meses) por un delito fiscal, Morín evitara el ingreso en prisión. El médico pudo así poner tierra de por medio y refugiarse en Menorca, donde ha pasado los últimos años alejado de la exposición pública, enfermo pero “lúcido”, y sin querer remover el pasado.