Ésta es la esperanza ante el presente y el futuro de unos jóvenes en el oleaje de una crisis impuesta por los poderes económicos. Ratzinger toca la flauta mágica e hipnotiza a la muchedumbre. Pero no amansa a las fieras del Movimiento 15-M, ese grupo de frustrados, resentidos o rabiosos, según las voces de la caverna mediática.
El mensaje de amor, defendido en los púlpitos de la derecha extrema, política, religiosa, social y económica, consiste en poner la otra mejilla para que las bofetadas de los que tradicionalmente son dueños de la batuta caigan en los dos carrillos de los más débiles.
Ellos golpean y seguirán atizando, bajo el tosco disfraz de los salvadores del mundo, mientras el vecino debe encajar los golpes con alegría, adoración y fe en los mercados financieros, en la banca y en los farsantes, en suma, de esta comedia grotesca.
Toman el nombre de Dios en vano, cometen toda clase de actos impuros, saquean, levantan falsos testimonios y mienten. Aprietan el gaznate, dejan morir de inanición al hambriento y codician la vida ajena y todos los bienes para ponerlos a su disposición. No creen en la justicia social ni en una paz justa. Ni aman al prójimo como se aman a sí mismos.
Ya que la Iglesia y sus fieles cacarean tanto sobre el Creador… ¿Quién es? Salta a la vista. Es un proceso de vida constante y un gran centro de energía cósmica inteligente. Parece lógico decir que todos los seres formamos parte de él y de un plan de evolución mediante el buen desarrollo de nuestras facultades mentales y anímicas.
Si hoy un tal Jesús, no más hijo de Dios que el resto, estuviese ahí, sería ecologista y uno de esos “progres trasnochados” al igual que tantos otros individuos que desean ética, insurrección pacífica e indignación activa contra cualquier manifestación caciquil, como la dictadura económica que impide una democracia real.
La JMJ, pues, tiene su seguimiento, provoca indiferencias y pone en marcha protestas ante la visita papal. Las intromisiones de Benedicto XVI y otros clérigos se dirigen hacia las normas democráticas. No tiran de las orejas a los reyes del mambo ni a los responsables del desorden de cosas que nos inunda. Santifican a los reaccionarios y a los fraudulentos. O dan terroncillos de azúcar y elevan a los altares a los aduladores.
Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos