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Misa de doce

Tanto en el periodo de Navidad como en el de Semana Santa la iglesia católica pone en marcha todo su depósito de memoria histórica, de manera que da a conocer una serie de acontecimientos de hace aproximadamente dos milenios con los cuales nos recuerda cuál es el origen de sus creencias, pero al mismo tiempo desarrolla toda una serie de mecanismos sociales que conducen a la falsa idea de que no existe posibilidad de celebrar las cosas de otro modo que con esos principios religiosos. Pero si la lucidez de su recuerdo funciona para hechos de hace tantos años, con frecuencia olvida otros más cercanos.

Uno de ellos es que ya hace tiempo finalizó la dictadura franquista, cuando ejercía un dominio importante sobre los hábitos y costumbres sociales, puesto que un sector de la jerarquía parece vivir anclado en esa etapa y desear que todavía el mundo de la política, aquel que sólo se rige por la voluntad democrática de los ciudadanos, esté sometido a sus dogmas y principios. Dentro de los ritos católicos hay uno que reviste una importancia fundamental, el de la misa.

Análisis social en la iglesia
En principio, todas las misas deberían ser iguales, por cuanto se trata de celebrar un ritual que conmemora un sacrificio, pero todos sabemos que no es así, ni lo ha sido desde hace siglos. Sin remontarnos tan lejos en el tiempo, en mi infancia las misas tenían establecida su jerarquía, y así en los pueblos andaluces como el mío ocupaba un lugar importante la misa de doce de los domingos. Estar en la puerta de la iglesia como observador ya era una posibilidad de realizar análisis social, puesto que un grupo de señoras pertenecientes a la burguesía acudía siempre a esa celebración, nunca a otra hora, e incluso alguna de ellas llegaba con coche y chófer, lo cual resultaba aún más insólito para los niños de finales de los 50 o comienzos de los 60.

Jerarquización
En el interior de la iglesia, la jerarquización social aparecía también de manera clara por los lugares que cada uno ocupaba, por las atenciones y las miradas que el cura dirigía a un grupo u otro. Unos años después, cuando leí por primera vez “La Regenta” de Clarín, fui capaz de comprender las miradas complacientes de los curas hacia determinadas familias, tal y como las observaba don Fermín de Pas desde el campanario de la catedral de Vetusta, en especial a aquella parte de la ciudad que se conocía como la Colonia, donde se habían instalado muchos indianos: “Páez, don Frutos Redondo, los Jacas, Antolínez, los Argumosa, y otros y otros ilustres Américos Vespucios del barrio de la Colonia siguen escrupulosamente en lo que se les alcanza las costumbres distinguidas de los Corujedos, Vegallanas, Membibres, Ozores, Carraspiques y demás familias nobles de la Encimada, que se precian de muy buenos y muy rancios cristianos”.

Sin asimilar Estado laico
Con las salvedades propias de vivir en dos momentos históricos diferentes, la concentración del pasado domingo en Madrid, donde un sector del episcopado español concelebró una misa a favor de la familia, produce la impresión de que un sector de los católicos aún no han comprendido lo que es un Estado laico, todavía no asumen que su concepto de familia no es el único y que existen otras formas posibles de relaciones interpersonales, como por otra parte las ha habido a lo largo de la historia. Ahora se centran en la cuestión del aborto, que Rouco no ha dudado en calificar como “una de las lacras más terribles de nuestro tiempo tan orgulloso de sí mismo y de su progreso”. Al igual que en otros muchos temas, la iglesia parte de su ignorancia de la realidad social, pretende que sus ideales de vida, incluso en lo afectivo y lo amoroso, se desarrollen de acuerdo con sus principios.

Estadolatría en España, según el Vaticano
Cualquier individuo sensato señalaría otro problema como una lacra terrible antes que el aborto, pero ya se sabe que en el Vaticano están convencidos de que en España se practica la estadolatría, con lo cual lo único que demuestran, al igual que ocurrió el pasado domingo, es su ignorancia acerca de lo que siente una buena parte de los españoles: que son, que somos, ciudadanos libres, que no tenemos otra responsabilidad que el cumplimiento de la ley, que desde luego no es la de Dios.

*José Luis Casas Sánchez es Profesor de Historia

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