Cuenta la historia sagrada que Cristo anunció que uno de los 12 apóstoles de la última cena le traicionaría, y que el cínico del traidor, dirigiéndose al hijo de Dios, preguntó: "¿Acaso soy yo, Maestro?". Es el único pasaje que no se ha evocado estos días entre ministros y cesados, en el momento trascendental del relevo. Era lógico. En el Consejo de Ministros no hay ni ha habido un Judas. Ya le habría ido bien tenerlo a su servicio al líder del PP, Mariano Rajoy, y seguramente no le habría costado disponer de él, pues si se le coló al hijo de Dios, con mayor motivo podía habérsele infiltrado a Rodríguez Zapatero.
Una hecho muy importante se ha descubierto: es la influencia que tuvo la educación religiosa en la formación de nuestros gobernantes. Tenemos el Ejecutivo que más roces ha tenido con la jerarquía episcopal. Cuando no ha sido por el aborto, ha sido por la enseñanza religiosa, pero los ministros no pueden disimular que acumularon rezos suficientes para merecer la gloria celestial. Ahora son otros tiempos, han alcanzado una cartera ministerial y son laicos, gracias a Dios. Mucho se les nota el pasado. Usan el lenguaje de las celebraciones de estos días con mucha propiedad. Han jurado o han prometido el cargo, según la libre voluntad de los elegidos, pero quien tuvo, retuvo, y más de un reciente ministro celebra que el inicio en funciones coincida con la Pascua, y que etapas que podrían considerarse gafes, como las coronas de espinas, cruces, clavos y caídas por el largo camino del vía crucis hayan quedado atrás. Pero siempre puede haber excepciones y se habla de un diputado de la oposición que, creyendo que las campanas pascuales tocan en honor de los nombrados, ha acusado al presidente del Gobierno de manirroto en tiempos de crisis.
Pensamiento laico: Libertad de conciencia · por Luis Fernández
“Si la mente de los hombres se controlara con tanta facilidad como su lengua, todos los reyes estarían…