Irrumpieron en el consulado de Bengasi y atacaron las instalaciones El embajador murió por asfixia y un agente por los disparos Dos soldados de EE.UU. mueren en el rescate de los funcionarios
El embajador de Estados Unidos en Libia, Christopher Stevens, murió el pasado martes junto a otros tres empleados de la embajada en el ataque que lanzó un grupo de hombres armados contra el consulado de ese país en Bengasi, en protesta por un vídeo en el que supuestamente se ofendía al islam, según ha confirmado el presidente estadounidense, Barack Obama.
Stevens era embajador en Libia desde el pasado 22 de mayo y había tenido otros dos puestos diplomáticos en el país africano: número dos de la embajada entre 2007 y 2009 y representante ante el Consejo Nacioanl de Transición tras la revuelta de 2011.
El ataque comenzó en la noche del martes, cuando hombres armados entraron y saquearon el consulado de EE.UU. en la ciudad más importante del este de Libia, según el viceministro de Interior para el oriente de Libia, Wanis al Sharf.
El dirigente libio ha acusado "delincuentes y a simpatizantes del antiguo régimen" del coronel Muamar el Gadafi de estar implicados en el asalto, anque ha reconocido que os agentes de seguridad del consulado fueron los primeros en disparar.
"Los agentes de seguridad del consulado creyeron que se trataba de un ataque y dispararon sobre los manifestantes, lo que agravó la situación", ha indicado Al Sharf desde Bengasi, principal ciudad del este de Libia.
Según el representante ministerial, entre los cientos de personas que participaron en la protesta "había delincuentes y criminales de toda condición" que irrumpieron en el edificio, lo saquearon y lo incendiaron.
Dos incidentes
"Uno de los agentes del consulado murió al comienzo del asalto y el embajador murió por asfixia como consecuencia del humo", ha manifestado Al Sharf quien ha agregado que Stevens fue evacuado al hospital donde falleció.
"El traductor egipcio del consulado fue quien reconoció el cadáver", ha indicado el viceministro de Interior.
Al Sharf reconoció que la situación se mantuvo fuera de control y que los refuerzos enviados al lugar, situado en un barrio residencial de la ciudad, recibieron la orden de no intervenir para evitar el agravamiento de la situación.
El relato del Gobierno es probable que provoque indignación en Estados Unidos y que se replantee su presencia y sus relaciones con el nuevo ejecutivo libio. En un intento de calmar los ánimos, el presidente de la Asamblea Nacional Libia, Mohamed Magarief, se ha disculpado ante "Estados Unidos, su pueblo y el mundo entero por lo que ha ocurrido".
Entos incidentes se han producido horas después de que miles de egipcios, en su mayoría salafistas, se hayan irrumpido en la embajada de EE.UU. en El Cairo y arrancado su bandera para denunciar la realización de un vídeo por cristianos coptos residentes en territorio norteamericano que critica a Mahoma.
Sin embargo, a diferencia de la capital egipcia, la situación en Bengasi se desbordó. Al Sharf aseguró que los agentes de seguridad dispararon contra los participantes en la protesta por creer que se trataba de un ataque, lo que agravó la intensidad de la protesta.
Libia admite errores pero se escuda en el 11-S
A pesar de que ningún grupo se ha responsabilizado de lo sucedido, las autoridades libias barajan varias hipótesis, desde delincuentes comunes que se encontraban entre los manifestantes, hasta simpatizantes del antiguo régimen del coronel Muamar Al Gadafi, pasando por posibles implicaciones de extremistas islámicos.
El viceministro libio, que ha centrado sus acusaciones en "delincuentes y simpatizantes del antiguo régimen", ha añadido que horas después del asalto a la embajada, un grupo de hombres armados mató a otros dos soldados estadounidenses en una emboscada a un grupo de comandos que se trasladó desde Trípoli para evacuar a los funcionaros.
Para Al Sharf, este segundo ataque, en el que otra docena de soldados resultaron heridos, ha sido consecuencia de un "fallo en los servicios de seguridad" libios.
Por su parte, los dos principales dirigentes del país, el presidente del Congreso Nacional libio (Parlamento), Mohamed Yusef al Magrif, y el primer ministro, Abderrahim al Kib, también han sugerido la opción de que se tratara de un ataque terrorista al relacionarlo directamente con el undécimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos.
"Lo ocurrido anoche en Bengasi coincidió con el aniversario de los atentados del 11 de septiembre. No permitiremos que el suelo libio se emplee para llevar a cabo cobardes acciones de venganza", ha declarado Al Magrif sin ofrecer más detalles.
Una opción que ha descartado la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, que aseguró que el ataque fue obra de "un grupo pequeño y despiadado que no representa ni al pueblo ni al Gobierno de Libia".
No es el primer ataque
Este doble ataque contra la misión diplomática de EE.UU., uno de los países que más apoyó a los rebeldes libios en su levantamiento contra el régimen de Gadafi, no es el primero, aunque sí el más sangriento y grave en la historia reciente del país.
El pasado 5 de junio, varios desconocidos lanzaron una bomba de fabricación casera contra el consulado de Bengasi, sin causar víctimas mortales.
Para las autoridades libias de transición es prioritario recuperar el control de la seguridad, cuyo profundo deterioro se debe en buena medida al vacío de poder que siguió a la caída del régimen de Gadafi, en agosto de 2011.
Esa sensación de inseguridad se ha ido incrementando por la proliferación incontrolada de armas y la incapacidad del actual gobierno libio de construir un cuerpo de Policía y un Ejército eficientes.
Conscientes de las dimensiones de la agresión, Al Kib y Al Magrif pidieron disculpas al pueblo estadounidense y al mundo entero por lo ocurrido y subrayaron que el ataque es contrario y nada tiene que ver con las enseñanzas islámicas, al tiempo que aseguraron que las misiones diplomáticas y las empresas extranjeras están bajo la protección del Estado libio.
No obstante, EE.UU. ha enviado ya a unos 50 marines a Libia para reforzar la seguridad en las instalaciones diplomáticas de su país, que partieron de la base estadounidense de Rota, en el sur de España