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De izquierda a derecha: Natán Verdés, Samuel, Sonia Rábago y Ana, exadeptos que forman parte de la Asociación Española de Víctimas de los Testigos de Jehová. — Cedida

Miedo, denuncias de abusos y «muerte social»: lo que cuentan quienes salen de los Testigos de Jehová

Los exadeptos de la organización denuncian el ostracismo social que sufren al abandonarla, ya sea por decisión personal o por ser expulsados al cometer lo que los Testigos consideran pecados, como hacer una transfusión de sangre.

A los 40 años, Samuel ha tenido que empezar de nuevo su vida desde cero. Ha perdido a todo su círculo social. La razón: abandonar los Testigos de Jehová. «Mi familia y mis amigos de toda la vida dejaron de hablarme porque ya no soy Testigo. Si te ven por la calle no te saludan, no hay llamadas ni contacto de ningún tipo», apunta.

«Ellos están bajo la amenaza de que, si mantienen en contacto con una persona que ya no está dentro, pueden ser expulsados. Eres preso de la organización; no es tu vida, es la que ellos han querido que tengas. Estás en sus manos», explica.

Esta es la realidad que denuncian el centenar de personas que forman parte de la Asociación Española de Víctimas de los Testigos de Jehová (AEVTJ), después de haber sido expulsados o haber abandonado la organización, que sus exmiembros consideran una «secta» y que cuenta con 122.061 adeptos en el país, según sus propios datos.

Natán Verdés, delegado de la AEVTJ, explica que a su asociación «llegan personas desesperadas» y que muchos se encuentran en una situación «peor que la cárcel o la muerte». «Después de vivir siempre en un entorno tan condicionado, pasas a la libertad, pero en soledad. Te inculcan desde niño que solo te relaciones con personas que sean Testigos; sabes que no puedes tener amistades de fuera», explica.

«Si te expulsan, te arrebatan todo y te hacen sentir culpable por haber pecado. Hay personas que, tras salir, sufren depresión severa, ansiedad o han intentado suicidarse», añade.

Los Testigos Cristianos de Jehová de España apuntan a Público que «cuando un Testigo bautizado comete un mal grave, puede ser expulsado de la congregación. Sin embargo, este no es un proceso automático. Sólo si el infractor no se arrepiente, los ancianos [pastores que dirigen una congregación] pueden decidir expulsarlo», señalan. Sonia: «Dicen que no ponen una pistola en la cabeza a nadie […], pero utilizan la persuasión y manipulación»

«En cualquier caso, una persona expulsada puede asistir a los servicios religiosos, reunirse con los ancianos […]. No es odiada ni rechazada completamente por los miembros de la congregación«, añaden.

Para dejar la confesión existen dos vías posibles: la desasociación o la expulsión. Aunque, según denuncian los exmiembros, el final es el mismo: «Todos tus vínculos están rotos».

Los Testigos siguen el manual Pastor en el rebaño de Dios. En él explican cómo se debe rechazar cualquier contacto con un expulsado, ya que este ha pecado al no seguir los preceptos marcados por el Señor. Mientras, para los desasociados —quienes dejan voluntariamente la organización— dejar la organización también implica la «muerte social», por pasar a pertenecer «al mundo de afuera», según Sonia Rábago, psicóloga y exTestigo.

«Te ponen la etiqueta de apóstata. Para ellos, eso significa que eres una persona peligrosa, que no cuentas con la aprobación de Dios y, por ende, morirás en cualquier momento. Así que toda tu familia y amigos tampoco te dirigen la palabra», explica Sonia, quien decidió dejar los Testigos porque, según relata, se dio cuenta de que «eran una secta» después de recopilar mucha información.

«Dicen que no ponen una pistola en la cabeza a nadie para que siga sus normas, pero utilizan la persuasión y manipulación. Si no lo haces [cumplir sus mandatos], no te salvarás del fin. El problema es la parte gobernante de la organización, no la gente que está ahí dentro; ellos también son víctimas», recalca.

En el caso de Samuel, manifiesta que fue expulsado por dejar de seguir la vida que le marcaban dentro de la organización: «Empecé a hacer una vida normal y corriente, y no cumplía con sus normas. La organización tiene una política de ostracismo total: al ser expulsado, pierdes todo contacto con tu familia, es duro».

«Tengo ya 40 años y dejé la organización hace dos. Ha sido encontrarte de golpe y porrazo con que tu vida se ha desmoronado. Tengo que renovar mi vida por completo porque siempre he estado allí dentro», relata. El dolor de perder a tu familia por dejar los Testigos de Jehová: «Si yo decido salir de ahí, me van a arrebatar todo»

¿Qué fue lo que le hizo abrir los ojos y decidirse a dejar de acudir a las reuniones de la congregación? Un hecho muy concreto: su participación en un comité judicial por un caso de abuso de menores. Desde ese día, algo cambió en él y decidió que no quería seguir formando parte de ello. En estas audiencias, varios de los llamados ancianos se reúnen con una persona que ha cometido un presunto pecado grave para tratar el tema, y en caso de no estar arrepentido, se le expulsa. Samuel era anciano cuando tuvo que tratar el caso de un padre Testigo que abusó de su hija de cuatro años.

«No se pudo realizar un comité de manera oficial, porque las normas de los Testigos de Jehová consideran que si no hay dos testigos oculares de un hecho no se puede probar la culpabilidad. Por eso dentro de la congregación se dan muchos casos de tapamientos de abusos sexuales», aclara.

«Se hizo un careo entre el padre y la niña, lo que me pareció horrible. Pero a él dentro de la organización no se le hizo nada y siguió formando parte», denuncia.

Por suerte, la Justicia sí juzgó el caso y el acusado entró en prisión. «A la madre se la trató de loca en todo momento. Desde dentro intentaban en todo momento de que el caso no trascendiera mucho. A ella se le llegó a echar en cara por qué había denunciado ese tema cuando se debería haber tratado solo a nivel interno», denuncia Samuel.

Él asegura que este no es un caso aislado y que ha oído hablar de varios episodios de ocultamiento de abusos sexuales dentro de la organización. Señala que en su congregación pudo consultar de primera mano el archivo de otro caso. En esta ocasión, los hechos no fueron denunciados ante la Policía: «Tan solo se trató a nivel interno y no hubo ninguna consecuencia para el abusador».

Los Testigos Cristianos de Jehová de España defienden que las evaluaciones religiosas de un comité de ancianos «no deben confundirse con la denuncia del asunto a las autoridades». Según señalan, este tipo de comités «nunca interfieren con la aplicación de la ley; su función es únicamente religiosa: determinar si la persona que ha incurrido en un comportamiento impropio puede permanecer o no en la congregación».

Además, aseguran que, en los casos de abusos sexuales, «sea cual sea el resultado de su investigación eclesiástica», los ancianos proporcionarán «apoyo pastoral continuo a la víctima y a su familia, y permanecerán alerta con respecto al presunto agresor para proteger a la congregación de posibles peligros».

«Conductas sectarias»

Cuando naces dentro de los Testigos de Jehová, tu destino ya está atado a la organización, apunta Samuel. «Ellos se vanaglorian de que no bautizan bebés, pero desde pequeño te están comiendo la cabeza para que estés ahí. Te obligan a ir a las reuniones, seguir las normas, no celebrar cumpleaños ni festividades«, manifiesta. Samuel: «Esta manipulación la ves cuando no estás dentro, antes no te dabas cuenta»

«No eres libre de escoger a tus amigos o pareja porque no pueden ser del mundo de afuera. Esta manipulación la ves cuando no estás dentro, antes no te dabas cuenta. Es complicado llegar a esa conclusión, porque hay conductas sectarias que te impiden abrir los ojos en algunos casos», sentencia.

Los Testigos Cristianos de Jehová de España denunciaron a la Asociación Española de Víctimas de Testigos de Jehová (AEVTJ) por usar el término «víctimas» y por llamarlos «secta destructiva». El pasado diciembre, la demanda fue desestimada al dictar que el empleo de estos términos está dentro de la libertad de expresión y de la libertad de información, amparando así a la AEVTJ.

«Nosotros solo usamos esas palabras, no iniciamos ninguna acción judicial, mostramos lo que habíamos sufrido y no les gustó. La sentencia nos ha dado la oportunidad de llamar a las cosas por su nombre. Da veracidad a que se les pueda decir secta, porque tienen comportamientos sectarios», remarca.

«En el dictamen se justifica que dentro de la organización se restringe el derecho a poder relacionarte, dado que los Testigos realizan un control exhaustivo sobre sus miembros en este sentido», explican desde la AEVTJ, que busca abordar ante el Ministerio de Presidencia la reconsideración del «notorio arraigo» de los Testigos de Jehová, es decir, su estatus jurídico.

Denuncian que en casos como las transfusiones de sangre, la coerción es tal que algunos de los adeptos tienen que tomar una decisión entre «tener más posibilidades de vivir pero perder a su familia o poner en riesgo su vida pero saber que mantendrán a los suyos».

Laura Merino, psicóloga especializada en grupos de manipulación y abuso psicológico, explica que los Testigos de Jehová cumplen con ciertas características propias de sectas al «llevar una vida totalmente limitada a la doctrina de la religión». «Cuando condicionas a esos niveles la vida de una persona, su capacidad de actuar individualmente, es coacción y manipulación. Muchos sienten ansiedad, miedo y culpa constante por su convicción por seguir unas normas».

Además, señala que a la hora de captar adeptos, «las sectas engañan desde el minuto uno» y lo hacen de manera «amable» y buscando generar «conexiones». «Nadie es tan tonto de caer en una secta que nos dé miedo de entrada. Cuando la secta empieza a ser más manipulativa, las personas ya están más comprometidas con el grupo», explica.

«No captan a gente inculta o débil, eso es fruto del juicio social que tenemos. Nadie está libre de poder ser captado, porque no es cuestión de inteligencia; se trata de que te llegue un mensaje emocional y te altere, que consigan confundirte con una respuesta religiosa», apunta.

Los Testigos Cristianos de Jehová de España señalanque «las acusaciones de comportamientos sectarios se parecen a la propaganda de desinformación difundida por el Gobierno ruso, que ha sido condenada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos».

«Este tribunal ha dictaminado en múltiples ocasiones que los testigos de Jehová son una religión bien conocida, que sus normas […] no difieren de las similares limitaciones que otras religiones imponen a la vida privada de sus seguidores y que nadie […] es obligado, convencido o presionado a seguir mandatos religiosos en contra de su voluntad», apuntan.

Víctima de un presunto acoso sexual cuestionada

Ana se dio cuenta cuando era una niña de que llevaba una vida muy diferente a las de sus compañeros cuando la sacaban de clase en las celebraciones de cumpleaños o cuando su familia le prohibía ver Harry Potter «porque la magia era satánica». Ana: «Después de todo lo vivido, perdí la fe en la religión»

Nació dentro de los Testigos de Jehová y eso condicionó el círculo de amigos con los que se relacionaba. La gente joven de su congregación se transformó en su grupo. Uno de ellos, el hijo de unos amigos de sus padres, tenía 12 años más que ella. Ella denuncia que desde que era pequeña empezó a acosarla sexualmente. «Recuerdo una vez, cuando yo tenía cinco años y él unos 16, que me dijo: Dame un besito. Cuando le fui a dar un beso en la mejilla, él giró la cara y me dio un beso en la boca. Yo salí corriendo porque me avergoncé mucho, era un cría», explica.

«En otra ocasión, cuando tenía 10 años, él metió su mano dentro de mi camiseta para tocarme los pechos, mientras veíamos una película todos los niños juntos. Yo me levanté y me fui, no le dije nada por miedo. Me sentí muy sucia y vulnerable, pero dentro de los Testigos me habían educado en que estas cosas no se contaban», recuerda.

Su pesadilla se convirtió en un infierno conforme llegaba a la adolescencia: «Cuando cumplí los 14 años, el acoso fue en aumento. Una noche mentí a mis padres y salí de fiesta con una amiga y me líe con un amigo. El chico que me había estado acosando se enteró, después de espiar mis redes sociales, porque encontró una foto de esa noche en la que estaba con ese chico. No se me veía la cara, pero por mi ropa y el pelo me reconoció».

«Él, al enterarse, llamó al chaval con el que había estado y se hizo pasar por mi tío para amenazarle. Le dijo que o le contaba qué es lo que habíamos hecho o le denunciaría, porque yo por aquel entonces tenía 14 años y le había dicho al chico que tenía 16. Él se asustó y se lo contó todo», relata.

«Esa información fue suficiente para poder extorsionarme y amenazarme». Ana cuenta, entre lágrimas, como su acosador llegó a su casa para decirle que si no hacía con él lo mismo que había hecho con el otro chico, se lo contaría a sus padres y a los ancianos.

«Él tenía 26 años y yo tan solo 14. Tenía mucho miedo a que todos se enteraran, por lo que me habían enseñado dentro de los Testigos. Entonces acepté y él estuvo abusando de mí sexualmente sin penetración durante un año», cuenta entre lágrimas.

Según Ana, en el momento en el que hizo frente a su abusador para frenar la situación, él fue directo a casa de los padres de ella para contarles todo, «omitiendo la parte en la que había estado abusando de mí y extorsionándome», apunta. «Él se montó una película, dijo que habíamos estado juntos porque los dos estábamos enamorados, a pesar de que yo me sentía forzada y era una niña pequeña».

«Mis padres se enfadaron más conmigo que con él y pienso que nunca han llegado a creerme. Con el tiempo, decidí denunciarlo a los ancianos, pero me cuestionaron todo el rato», explica. El agresor de Ana fue expulsado por un tiempo, pero después de mostrar su arrepentimiento fue readmitido en la congregación, asegura ella.

Ana decidió dejar los Testigos con 16 años. Cuenta que como no estaba bautizada, no fue expulsada y siguió conviviendo con su familia unos años. «Después de todo lo vivido, perdí la fe en la religión. Mis padres me seguían obligando a acudir a las reuniones hasta que se cansaron, porque yo me rebelaba y me iba en medio de ellas». Durante esos años el clima familiar era «muy tenso y violento», lo que se intensificó cuando les contó a sus padres que era lesbiana.

«Me echaron de casa cuando tenía 21 años porque me vieron con una amiga viendo una peli en mi habitación y pensaron que estaba saliendo con ella. Mis padres me dejaron en la calle con un trabajo precario y sin preocuparse de si tenía un lugar al que ir», cuenta emocionada.

Su relación con sus padres ahora es casi nula y no ha vuelto a ver a sus abuelos desde que dejó la congregación. Ellos se niegan a verla. «Es muy duro que tus seres queridos no te acepten por ser quien eres y por pertenecer al mundo exterior», concluye.

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