La profesión de maestras normalistas fue la primera carrera para mujeres que reconoció la sociedad mexicana, por eso el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) recupera la trayectoria de cinco docentes: Juvencia Ramírez, María M. Rosales, Ana María Valverde, Guadalupe Quinto y María de la Luz Barrera, quienes crearon libros de texto, incluyeron la educación artística e impulsaron la educación laica en los siglos XIX y XX.
La vida y obra de estas mujeres será presentada hoy en el INEHRM con el libro Maestras urbanas y rurales. Siglos XIX y XX, el cual pertenece a la colección Las maestras de México.
“Es una colección para reconocer a las maestras porque desde principios del siglo pasado han sido mayoría en el cuerpo docente que se dedica a la enseñanza primaria. A finales del siglo XIX había 70% de maestros hombres y eso se revirtió a principios del siglo XX: el 70% eran mujeres”, señala la historiadora Patricia Galeana.
La también directora del INEHRM comenta que esos datos la gente los ignora, al igual que las aportaciones que muchas de las docentes dieron a la educación de nuestro país.
En Maestras urbanas y rurales. Siglos XIX y XX cinco investigadores dedican un capítulo a la biografía de alguna maestra, por ejemplo, en el caso de Juvencia Ramírez, la investigadora Rosalía Meníndez explica que esta docente nació en 1804 y que los políticos Porfirio Díaz y Justo Sierra confiaron en ella para ocupar cargos en la Escuela Normal para Profesoras y en la Comisión Permanente del Consejo Superior de Educación Pública.
“La de maestra normalista fue la primera profesión reconocida por la sociedad para las mujeres porque prevalecía la idea de que ellas debían estar en su casa o en la casa de dios, es decir, en los conventos”, indica Galeana.
Las mujeres de las clases humildes, añade, estaban fuera de sus casas trabajando en el campo o vendiendo diversos productos; en cambio, las mujeres de la clase media y alta debían estar en sus hogares. “Pero fue en 1869 cuando Benito Juárez fundó la Escuela Secundaria para Señoritas y la sociedad aceptó que ellas podían educar a sus hijos y a los hijos de los demás”.
Esta escuela, explica Galeana, fue una revolución cultural porque a las mujeres ya no se les enseñaba únicamente letras y rezos, el programa incluyó matemáticas e historia. “En el gobierno de Lerdo de Tejada se les enseñó a enseñar y se les dio la opción de ser maestras, después se formó la Escuela Normal de Profesoras”.
RURALES. El libro editado por el INEHRM dedica un capítulo al trabajo de las docentes María M. Rosales y Ana María Valverde, quienes crearon el libro de texto Rafaelita, el cual tuvo cuatro volúmenes y fue un material para que las niñas de segundo a cuarto de primaria ejercitaran la lectura.
Por ejemplo, se incluían poemas de Amado Nervo, Luis G. Urbina y una lección sobre la vida de Sor Juana Inés de la Cruz escrita para que las niñas tomaran a la Décima Musa como un ejemplo a seguir.
Otros capítulos narran las aportaciones de las maestras rurales Guadalupe Quinto Montenegro y María de la Luz Barrera. La primera trabajó en la zona otomí del Estado de México de 1929 a 1959, y la segunda dio clases en Querétaro, implementó escuelas laicas y socialistas, e instauró las actividades artísticas y físicas como parte de la formación de los niños.