Autores: Pedro Salazar Ugarte, Paulina Barrera Rosales y Saúl Espino Armendáriz.
Primera edición: 25 de agosto de 2015.
Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Nacional Autónoma de México.
CONTENIDO
Presentación
CAPÍTULO 1
Un marco teórico
El concepto: la laicidad, el laicismo
Laicidad / laicismo
Conceptos afines
La idea: el pensamiento laico
El sujeto: la persona laica
El proyecto institucional: el Estado laico
CAPÍTULO 2
Un marco conceptual: las libertades y sus lÍmites
Libertad de pensamiento
Libertad de conciencia
Libertad religiosa
Libertad de convicciones éticas
CAPÍTULO 3
Un marco normativo: las reformas a los artículos 40 y 24 constitucionales
Una república laica
Reforma al artículo 24 constitucional
CAPÍTULO 4
La laicidad según los mexicanos
Escuela, familia y templo como espacios públicos de socialización religiosa
Religión y cohesión social
Secularización
Cambios generacionales
Debates religiosos y culturales de nuestra sociedad
Creencias religiosas en nuestros días
Derechos humanos y tolerancia religiosa en un régimen de laicidad
Conclusiones
PRESENTACIÓN Y CONCLUSIONES DE LOS AUTORES
Este libro es el resultado de un esfuerzo colectivo que fue madurando, en diferentes momentos, a lo largo de un periodo largo de tiempo. En una primera etapa fueron redactadas las páginas iniciales sobre el concepto de
laicidad y sus diversas manifestaciones. Se trata de un conjunto de reflexiones teóricas que en su mayoría permanecían inéditas y que sólo ahora son publicadas como un todo.
Posteriormente, junto con un grupo más amplio de autores, dos de nosotros trabajamos un estudio sobre las reformas a los artículos 24 y 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Ese trabajo, del que
provienen algunas reflexiones centrales de este libro, fue publicado en la colección “Cultura laica”, editada por el IIJ-UNAM y la Cátedra “Extraordinaria” Benito Juárez de la misma universidad y del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional. Agradecemos a los coautores de aquel ejercicio —Javier Martín Reyes, Guadalupe Salmorán, Vladimir Chorny, Ana Gaitán— su autorización para utilizar algunas de nuestras reflexiones comunes.
Finalmente, en el último capítulo se analizan los resultados de la Primera Encuesta Nacional que se ha realizado en nuestro país sobre “Religión, secularización y laicidad”. Se trata de un apartado inédito por partida doble: porque el ejercicio estadístico no existía anteriormente y porque, por esa misma razón, la lectura e interpretación de los datos nunca había tenido lugar. Desde esa perspectiva, este volumen constituye una aportación interesante para la reflexión colectiva sobre quiénes somos y cómo pensamos los mexicanos.
Vale la pena advertir que la laicidad constituye una condición lógicamente necesaria para la existencia y subsistencia de un régimen democrático en el que la pluralidad y la diversidad coexisten de manera pacífica. Por ello pensamos que las reflexiones teóricas y los datos obtenidos y analizados que se ofrecen en este trabajo merecen ser estudiados con cuidado. Nos hablan de la relevancia de un tema que trasciende a nuestras fronteras y, al mismo tiempo, de la manera en la que se ha venido decantando en la moral positiva de nuestro país en el siglo XXI.
Para nosotros fue un privilegio poder realizar este esfuerzo común que se inserta en un proyecto colectivo más amplio en el que estamos orgullosos de participar. Por lo mismo, agradecemos a la doctora Julia Flores y a su
equipo de trabajo por la generosa invitación. Contribuir a la reconstrucción de la visión que tenemos los mexicanos de nosotros mismos ante el trasfondo de un tema tan relevante como la religión, la laicidad y la secularización, al tiempo que otros colegas han hecho lo propio sobre otros asuntos de igual importancia, ha sido un ejercicio retador, interesante y —esperamos que así lo considere el lector— fructífero.
CONCLUSIONES
El presente libro está compuesto por cuatro capítulos que abordan el tema de la religiosidad, la secularización y la laicidad desde distintas perspectivas. Por un lado, se aborda desde la teoría política, en la que se analizan los cambios de poder que ha significado la laicidad en la modernidad después de que fueran prácticamente inseparables por largo tiempo. En segundo lugar, se trata el tema de la laicidad desde el punto de vista jurídico y de derechos
humanos. Se hace un análisis del caso concreto mexicano por lo que respecta a su legislación y una reflexión sobre los derechos humanos que se encuentran involucrados en materia religiosa, laica y secular.
En tercer lugar, se analiza la Encuesta Nacional sobre Religión Secularización y Laicidad levantada por el Área de Investigación Aplicada de Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; la cual, desde una perspectiva sociológica, aborda el tema de la religiosidad y la secularización de los mexicanos, así como su conciencia sobre la situación laica del país, la cual ha dado fe de su gran transformación sociopolítica. Por ello, consideramos relevante dedicar estas últimas páginas para algunas consideraciones finales.
De acuerdo con Inglehart, quien a su vez sigue el núcleo de la teoría clásica de la modernización, el desarrollo económico conlleva transformaciones sociopolíticas potencialmente universales. Según él, conforme la percepción subjetiva de seguridad existencial aumenta, los valores morales surgidos en épocas de escasez económica ceden paso a valores “posmaterialistas” en sociedades desarrolladas. En otras palabras, conforme se satisfacen los
requerimientos básicos de las sociedades —nutrición, vivienda, seguridad básica, etcétera—, las personas tienden a sustituir sus preocupaciones anteriores —estados fuertes, racionalidad científica, burocratización institucional,
etcétera— por valores más horizontales, centrados en la libertad individual, la experiencia emocional y la desconfianza a todo tipo de autoridades.
Aunque esta teoría ha enfrentado serias críticas, sobre todo por su carácter teleológico y su relación simple entre la satisfacción de necesidades materiales y una cultura más democrática, tiene el mérito de estar construida a partir
de los resultados de una encuesta. En esa medida, algunos elementos de los postulados de Inglehart podrían ser útiles para interpretar constantes en las 53 preguntas sobre religión hechas en la ENSRYL.
En primer lugar, una constante en todos los apartados es la tendencia que relaciona una menor edad y una mayor escolaridad con una mayor distancia respecto de los valores, prácticas y creencias religiosos. Si bien no sucede en todos los casos, en la mayor parte de las ocasiones, las franjas etarias más jóvenes —15 a 24 años y 25 a 34 años— y los rangos de escolaridad más elevados —preparatoria o bachillerato y universidad o posgrado—, expresaron una opinión más crítica y recelosa frente a las tesis religiosas y a las posibilidades de la participación política de las instituciones y autoridades religiosas. Como se vio, hay ocasiones en que es posible establecer un continuo hasta las personas con edades más avanzadas y con menor o nulo grado de escolaridad, quienes frecuentemente tienen actitudes más conservadoras cuando se trata de prácticas, valores y creencias religiosas. Como se explicó, esta brecha generacional se puede explicar tanto por la importancia de las experiencias formativas en la socialización religiosa, como por el desarrollo económico y la transición hacia valores que realzan más la dimensión subjetiva y emocional y recelen de las instituciones tradicionales y sus autoridades.
En segundo lugar, aunque no es posible detectar una clara e incontrovertible caracterización regional, los habitantes del DF y el Estado de México sobresalen por ser, frecuentemente, los más críticos y escépticos en cuanto a los valores y creencias religiosos tradicionales y a la participación política de las instituciones religiosas. No es posible, sin embargo, delinear cuál sería la región más religiosa, pues el resto de las regiones —sur, norte y centro— sobresalen en distintos indicadores.
Entre la población creyente, es necesario notar la flexibilidad del corpus de prácticas, valores y creencias católicos. Las personas creyentes no católicas, agrupadas en esta encuesta como religiones históricas y disidencias históricas, suelen tener una religiosidad más orgánica e institucional. La existencia de la categoría “católicos no practicantes” y el porcentaje de personas que se autodefinieron de esta forma es evidencia de una religiosidad difusa y adaptada al mundo secular. Por otro lado, de acuerdo al axioma de las tradiciones culturales, en sociedades que históricamente estuvieron caracterizadas por un monopolio religioso, dicha religión dejará una impronta en toda la sociedad, incluso entre aquellos que no pertenezcan o cuyas familias jamás hayan pertenecido a esa confesión. Este factor cultural de origen religioso y de fines de cohesión social es visible en respuestas como el grado de popularidad de la Virgen de Guadalupe y, en general, en las posiciones tradicionales de la población no creyente y atea sobre los derechos
sexuales y reproductivos.
Finalmente, consideramos que los datos arrojados por esta ENRSYL, comparados con otros ejercicios similares de años previos, permiten suponer que la sociedad mexicana está secularizándose. Como se advirtió en el segundo apartado del último capítulo, es importante complejizar la categoría de secularización para evitar asociarla simplemente con el decaimiento de prácticas, valores y creencias religiosas. Si se entendiera a la secularización
en ese sentido estrecho, entonces habría que concluir que en México no se da dicho proceso, pues la cifra de ateos y no creyentes no ha aumentado a tasas significativas en los últimos años. De hecho, en lo que se ha puesto el
énfasis en este capítulo es cómo los valores religiosos no desaparecen pero son desplazados hacia la esfera espiritual. Incluso en espacios de socialización básicos como la familia, el lugar donde más mexicanos reciben educación religiosa, los valores religiosos están siendo desplazados por otros de carácter más pragmático y vinculados al desarrollo individual. En el mismo sentido, los grupos se han secularizado y sus creencias religiosas, lejos de desvanecerse, se han complejizado y vuelto más flexibles. La rigidez doctrinaria ha cedido paso a religiones “a la carta” que, según diría Berger, están más en consonancia con la conciencia secularizada de sus consumidores.
Las respuestas sobre laicidad, tolerancia y diversidad religiosa plantean un reto para el futuro. Considerando las características históricas del régimen posrevolucionario mexicano, sorprende que una proporción tan grande la población encuestada se muestre tolerante o favorable a la inclusión de la religión en la política. Si bien en algunos rubros el rechazo era tajante, en otros —medios de comunicación, enseñanza de tesis religiosas en las escuelas, “consagración” de entidades políticas a fuerzas espirituales, influencia de autoridades religiosas sobre voto y gobierno, entre otros—, la opinión se encontraba dividida, cuando no francamente favorable a una mayor flexibilización del régimen laico. Quizá esto sea un reflejo de lo que algunos autores han llamado la “desprivatización religiosa” contemporánea, entendiendo por ella el rechazo de las religiones a permanecer en el espacio privado en el que el proyecto de modernidad liberal las había confinado, sin que esto suponga una amenaza a la convivencia plural y democrática de las sociedades. Quizá sea lo contrario y se trate de remanentes confesionales del monopolio religioso y proyectos políticos que quisieran regresar a la simbiosis entre instituciones político-estatales y religiosas. De cualquier manera, se trata de una legítima divergencia de opinión que esta ENRSYL ha contribuido a poner de relieve.
Los resultados nos parecen sumamente interesantes y estamos convencidos de que esta investigación será útil para conocer mejor cómo se han desarrollado los procesos de secularización en México, de la cada vez más variada religiosidad, así como la pertinencia y vigencia del tema en el México de hoy.