Afirman los periódicos que la asignatura de Religión «vuelve a perder horas» en el currículo extremeño. Y se quejan algunos sindicatos y colectivos de que este es el «cuarto cambio normativo en los últimos años». Como todos sabemos lo fácil que es caer en interpretaciones tendenciosas con respecto a este asunto, vamos a contar correctamente el cuento.
En primer lugar no es cierto que la Religión «vuelva a perder horas» en secundaria. Lo que hace es volver a tener las mismas que tenía durante el curso 2016/17 (una por curso o nivel), y que son las mismas que tiene en otras comunidades autónomas, incluidas las regidas directamente por el Ministerio de Educación (es decir, por el gobierno del PP), en estricto cumplimiento de la LOMCE. La «pérdida de horas» que se denuncia lo es en relación al presente curso, en el que la Religión ha gozado de dos horas más de las que les correspondían en virtud de una (incalificable) sentencia del TSJEX, justamente corregida, ahora, por el Tribunal Supremo.
En cuanto a la queja por ser este el «cuarto cambio normativo», habría que recordar que de esos cuatro cambios uno (la propia LOMCE) se destacó por sus generosas concesiones a la materia de Religión, y otros dos han sido motivados por los recursos interpuestos por la propia Iglesia y los colectivos de padres y profesores afines a la materia. Seamos, pues, honestos: el problema no es «que este sea el cuarto cambio normativo»; el problema es que este último cambio no favorece a los que se quejan de tantos cambios. De hecho, ya verán como intentan provocar alguno más.
Dicho esto, y como durante unos días vamos a escuchar lamentos, invectivas y amenazas por parte de los defensores de los privilegios que tiene la enseñanza de la Religión Católica en la escuela, les voy a contar, someramente, cuáles son esos privilegios, para que, después, sean ustedes mismos los que juzguen.
Para que ustedes lo sepan, la Religión es la única asignatura optativa que se oferta obligatoriamente en todos los cursos, niveles y modalidades de la Educación Infantil, Primaria, Secundaria Obligatoria y Bachillerato. Esto quiere decir que un alumno puede cursar Religión desde los tres a los dieciocho años (quince años seguidos), algo que no podría hacer, ni de lejos, con ninguna otra materia, optativa o no. Ya quisiera yo tener esos mismos quince años para, por ejemplo, debatir con mis alumnos sobre valores democráticos o igualdad de género, o para practicar con ellos el pensamiento crítico y el diálogo racional (cosas todas estas, por cierto, muy distintas a las que enseña el Libro Santo que los profesores de Religión inculcan a los niños…¡desde los tres años!).
Para que también sepan ustedes, la Religión es la única materia opcional que se oferta como parte de un par obligatorio (todo alumno ha de escoger entre Religión o su alternativa, no hay escapatoria); la Religión es la única optativa que ha exigido a (y logrado de) los sucesivos gobiernos que su única alternativa o bien no tuviese ningún contenido (para no «discriminar» a los que escogen Religión), o bien que tuviese muchos y se evaluara con todo el rigor (para «asustar» a los que no escogen Religión); la Religión es la única optativa que, en la práctica, no es optativa, sino obligatoria en muchos colegios concertados y en la educación infantil (de 3 a 6 años), en la que la única «alternativa» es enviar al niño al tutor; la Religión es la única optativa cuyos profesores no son escogidos ni sometidos a ningún control de idoneidad por la Administración (que es quien les paga), ni pasan por exámenes ni oposiciones, sino que son elegidos, sin más explicación, por la autoridad diocesana…
¿Sigo? No creo que haga falta. Si muchos de los que se quejan por perder las horas que nunca debieron tener fueran más sensatos cejarían en el empeño de aumentar los privilegios que ya tienen. En otro caso, y a fuerza de soberbia y codicia, acabarán por provocar que la ciudadanía y algún gobierno, tan valiente o más que el extremeño, se decidan por fin a revisar esos pintorescos acuerdos políticos en que se fundan las prerrogativas casi feudales que aún tiene la Religión Católica en la escuela española.
Víctor Bermúdez
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