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Medios de comunicación y poder

Conferencia (Semana cultural en el I.E.S. Eugenio Frutos)

Presentación
La cuestión tratada en esta charla está referida a “los medios de comunicación y el poder”. Está dividida en dos partes:
–  la primera de ellas es la que ahora nos ocupa, en la que intentaremos dilucidar los mecanismos utilizados por los medios de comunicación para ejercer su papel en la sociedad, así como la relación que guardan con el poder establecido, por lo que será necesario remontarse a los orígenes de este fenómeno para intentar comprender las causas que posibilitaron su surgimiento y su influencia actual en muchos ámbitos de la realidad.
– La segunda parte versa sobre una exposición, a modo de ejemplo, inspirada en el documental tituladoUna mosca en una botella de coca cola, sobre las grandes sinergias, fusiones y concentración de poder llevadas a cabo por las grandes compañías de la información y la comunicación en nuestro país, con el objeto de que su análisis nos resulte así más cercano al adentrarnos en los entresijos y el funcionamiento de los mass media de los que tenemos experiencia inmediata cada día.
Introducción
Cuando me propusieron encargarme de esta actividad, acepté sin reparos porque es una cuestión a la que llevo dedicando mi atención y estudio desde que tengo veinte años, no exclusivamente a los medios de comunicación, sino a todos aquellos mecanismos con los que cuenta el sistema y el orden establecido para ejercer su dominio y control sobre la ciudadanía, evitando así la toma de conciencia por parte de la misma acerca del funcionamiento de dicho sistema, acerca de las contradicciones sobre las que se fundamenta y acerca de los grandes males que asolan el mundo.
Esta perspectiva crítica fue asumida por muchos pensadores y pensadoras, así como por diferentes corrientes de filosofía, que se dedicaron fervientemente a la tarea de desenmascarar las estrategias del sistema y a poner de relieve los peligros ocultos del mismo, especialmente desde el S. XIX, continuando a lo largo del S.XX y llegando hasta nuestros días aquel pensamiento heredado que sentó las bases para constituir una nueva forma de enfrentarse al mundo, de concebirlo y de cambiar todo aquello que solo tiene validez para una élite absolutamente minoritaria.
Todos estos pensadores y corrientes, a los que iré poniendo nombre a lo largo de esta intervención, se han convertido en mis maestros y guías por todo lo que me hicieron descubrir y todo lo que siguen enseñándome hoy, por lo que me gustaría compartir con vosotros y vosotras muchos de los conocimientos que me aportaron y que intentaré poner de manifiesto de la manera más clara posible  a lo largo de esta exposición.
Chomsky
Me gustaría comenzar por uno de ellos, uno de esos pensadores imprescindibles para la comprensión del mundo actual y los sistemas de poder que lo gobiernan. Se trata de Noam Chomsky, calificado por el New York Times como el intelectual vivo más importante. Es anarquista de corazón y lingüista de profesión. Ha ejercido su labor como tal en el MIT, del que actualmente es profesor emérito a sus 87 años de edad.
N. Chomsky
Sus teorías acerca del innatismo del lenguaje y de la gramática universal han revolucionado el pensamiento dentro de la Filosofía del lenguaje, dando lugar a una nueva corriente dentro de esta disciplina. Pero hoy lo traemos aquí a colación por el activismo social y político que le ha caracterizado desde muy temprana edad, resultando de especial importancia también en el ámbito de los mass media que hoy tratamos.
Un ejemplo de su compromiso lo representa la carta que con tan solo once años de edad escribió en defensa de la República en plena guerra civil española; carta en la que no solo expresaba su apoyo al bando republicano, sino también a todos aquellos ciudadanos, milicianos, miembros del POUM, anarquistas e intelectuales extranjeros que llegaron a España a librar una guerra que también era suya porque el fascismo se extendía entonces por Europa y entendieron que tenían el deber de arriesgar y entregar incluso su vida por la libertad y la dignidad de sus hijos e hijas.
De todo ello nos hablaba aquel por entonces niño en esa carta, lo que pone de manifiesto la amplitud de conocimientos y la actitud crítica que le acompañaba desde la infancia y que años más tarde le convertirían en uno de los ciudadanos norteamericanos más peligrosos para su propio país por poner de relieve, a través de los análisis rigurosos que realiza y de los documentos desclasificados que expone en sus obras, los múltiples actos de terrorismo de Estado que los países occidentales, autoproclamados adalides de la libertad y la democracia, llevan a cabo cada día.
Toda esta exposición de datos oficiales, de historias que no se cuentan y que él ha hecho llegar a la población, le han valido varias carcelaciones e innumerables amenazas de muerte. Pero sus penurias no han resultado en vano para las generaciones venideras, ya que consiguieron agitar la conciencia de una buena parte de la ciudadanía que estaba dormida y que hoy empieza a despertar.
“Los guardianes de la libertad”
Pero hoy hablamos de Chomsky, porque además de querer rendirle mi pequeño homenaje personal por todo lo que me ha aportado y enseñado a lo largo de los últimos quince años, escribió, junto con Edward S. Herman, una obra emblemática acerca de los medios de comunicación y la influencia espeluznante que ejercen en la sociedad actual en todos sus ámbitos: político, social, económico o cultural.
La obra se titula Los guardianes de la libertad y se ha convertido en un hito para el pensamiento crítico que denuncia el funcionamiento de dichos medios y su estrecha relación con el poder establecido, haciéndolo a través de ejemplos reales e históricos y numerosos datos que abalan su exposición; datos que no pretendo reproducir en el día de hoy. Pero sí voy a permitirme exponer algunos fragmentos de la obra para ilustrar muchas de las ideas que vamos a desarrollar:
“Según el postulado democrático los medios de comunicación son independientes y tienen la obligación de descubrir la verdad e informar de ella, y no reflejar pura y simplemente la percepción del mundo que desearían los grupos de poder. Los responsables de los medios de comunicación afirman que su forma de seleccionar noticias se basa en criterios objetivos e imparciales y que para ello cuentan con el apoyo de la comunidad intelectual. No obstante, de ser cierto que quienes ostentan el poder tienen capacidad para fijar los términos del discurso, para decidir qué es lo que el público en general puede ver, oír y pensar, y para “dirigir” la opinión pública por medio de campañas de propaganda regulares, la opinión generalizada acerca de cómo trabaja el sistema bien poco tiene que ver con la realidad”.
“Los medios de comunicación de masas actúan como sistema de transmisión de mensajes y símbolos para el ciudadano medio. Su función es la de divertir, entretener e informar, así como inculcar a los individuos los valores, creencias y códigos de comportamiento que les harán integrarse en las estructuras institucionales de la sociedad. En un mundo en el que la riqueza está concentrada y en el que existen grandes conflictos de intereses de clase, el cumplimiento de tal papel requiere una propaganda sistemática”. 
“El poder de los anunciantes sobre la programación televisiva se debe sencillamente a que son ellos los que compran y pagan los programas. Ellos son los “patrones” que dan las subvenciones a los medios, estos compiten por su patrocinio, desarrollando equipos especializados para captar anunciantes, que se ven necesariamente obligados  a explicar cómo sus programas se ajustan a sus necesidades. Las elecciones de estos patrones afectan grandemente el bienestar de los medios de comunicación, con lo cual los anunciantes se convierten en lo que William Evan denomina “organizaciones normativas de referencia” a cuyas exigencias y demandas deben acomodarse los medios de comunicación si desean tener éxito”. 
” (…) Los poderosos pueden utilizar relaciones personales, amenazas y recompensas para influenciar y coercionar aún más a los medios de comunicación. Estos pueden sentirse obligados a dar por buenas  historias extremadamente dudosas y a acallar sus críticas para no ofender a sus fuentes de información y perjudicar su estrecha relación con estas”. 
 
Esta obra se publicó en 1988 y hoy, casi treinta años después, su análisis sigue siendo de absoluta actualidad, con un par de salvedades, a mi juicio. La primera de ellas es la referida a la introducción de nuevos medios de comunicación, tales como el uso casi irrenunciable de internet y las redes sociales en nuestros días y sobre los que Chomsky evidentemente no podía hablar en esta obra. Y en segundo lugar, la ciudadanía actual está mejor preparada para afrontar un análisis crítico sobre losmass media y percibir de un modo más claro el servicio que prestan al poder establecido. Por lo demás, las relaciones entre los diferentes medios se han incrementado y las fusiones y sinergias entre ellos se presentan a la población como algo tan habitual que pasa más fácilmente desapercibido su viejo objetivo de conseguir la más absoluta concentración de poder y en consecuencia, un mayor control sobre la ciudadanía.
Siglo XIX: surgimiento de los medios de comunicación
Si al igual que Chomsky y que el resto del sentido común ciudadano pensamos que los medios de comunicación han de prestar un servicio de información veraz y objetiva a la ciudadanía, han de constar de un funcionamiento democrático, propio de las sociedades que presumen de tal espíritu y carácter, es lícito preguntarse cómo es posible que se hayan convertido en una de las herramientas más eficaces con las que cuenta el sistema para adoctrinar, manipular y controlar a la ciudadanía, cómo han podido transformarse en los altavoces del poder, como gusta de llamarlos Chomsky.
La respuesta es sencilla si indagamos en la historia, si leemos entre líneas, si fijamos nuestra atención en los detalles: nacieron con ese fin. Por eso vamos a remontarnos al S.XIX y al contexto en el que surgen los primeros medios de comunicación.
Es el siglo del llamado Positivismo. Todos los ámbitos de la realidad quieren dotarse del carácter científico y de la metodología propia de las ciencias naturales, atendiendo a su rigurosidad, a su exactitud, para lograr así un mayor conocimiento de nosotros mismos y de nuestro entorno. Pero se equivocaban, como poco después denunciarían los pensadores de la Escuela de Frankfurt. Si imbuimos a las ciencias humanas de objetivación, de cuantificación, al estilo de las ciencias exactas, eliminamos de su entorno la comprensión y la implicación del sujeto en las mismas en favor únicamente del objeto. Este afán totalizador de la ciencia y su extensión al resto de disciplinas dio lugar al cientificismo y a la idea del carácter acumulativo e infalible de la ciencia, afortunadamente puesto en cuestión a lo largo del S.XX por pensadores como Kuhn, Lakatos o Feyerabend, entre otros.
Es el siglo de los grandes avances científicos, justificando de este modo el ya mencionado Positivismo, pese a que a finales de siglo, la ciencia vive una de las más duras crisis de fundamento en su historia debido a la aparición de geometrías no euclídeas y al comienzo del derrumbe del determinismo clásico.
Es el siglo de los grandes inventos, dentro de los cuales destacamos algunos de los medios de comunicación primigenios, como el telégrafo, el teléfono o la radio. En 1895 se filmará la primera película-documental, dando lugar al inicio del cine. Y años después, entrados ya en el S.XX, surgirá la televisión como medio por excelencia y predilecto para el sistema, por el poder que ejerce sobre la ciudadanía.
También es el siglo de la instauración definitiva del sistema capitalista, que llega hasta nuestros días en una versión más compleja y absolutamente globalizada del mismo, pero con idénticas bases a las que le vieron surgir: un sistema basado en la concentración de poder, en la acumulación de riqueza, en su expansión por todos los rincones del planeta y en la absoluta desigualdad para poder mantener dichas bases. Un sistema de poder tan ambicioso requiere de un férreo mecanismo de control que garantice su perpetuación, que asegure la sumisión de la mayoría, quienes con sus penurias sustentan la riqueza y el poder de la élite privilegiada. Y es aquí donde entran en juego los medios de comunicación, que han resultado ser una herramienta muy eficaz para los fines perseguidos por el sistema.
A estas alturas de la exposición, me resulta inevitable citar a Marx y a dos de los conceptos que, a mi juicio, representan una de sus genialidades, independientemente de nuestro corte ideológico personal o de que nuestra visión del mundo y de la historia se acerque o por el contrario se aleje de las concepciones marxistas: infraestructura y superestructura, que traigo a colación por la claridad que arrojan sobre la cuestión que tratamos.
K. Marx
Marx define la infraestructura como el sistema económico de una sociedad y afirma que esa base económica determina la estructura social, es decir, según sea el sistema económico así será la organización social, y no a la inversa. Esto significa que el capitalismo, que surge originariamente como sistema económico, aunque después sus principios se extrapolen a otros ámbitos de la realidad, da lugar a un tipo determinado de sociedad: una sociedad jerarquizada, estructurada sobre dos clases sociales bien diferenciadas: burguesía y proletariado, llamadas así en época de Marx, y que en términos generales podemos denominar opresores y oprimidos, los de arriba y los de abajo,privilegiados y no privilegiados.
Toda infraestructura requiere de unos medios eficaces que apuntalen su perpetuidad, su inmutabilidad en sus bases. Toda infraestructura requiere de una superestructura, de unos mecanismos de control repartidos por todos los ámbitos de la vida, que permitan aglutinar a la población bajo el sello de la homogeneización, evitando cualquier insurgencia o disidencia ante el orden establecido.
Todas las épocas históricas han contado con una infraestructura y con una superestructura que la sustente. Marx hablaba de la política, las leyes, la filosofía, la religión e incluso el arte, como elementos que componían esa superestructura en su contexto particular. La Antigüedad romana empleó el circo y los grandes espectáculos de masas para entretener y disuadir a la población de posibles levantamientos contra el orden social, político y económico impuesto por el imperio. La Edad Media llevó a cabo un uso de la religión y el miedo sin precedentes hasta ese momento en un nuevo intento por mantener el status quo vigente. A partir de la Modernidad, entran en juego factores como la razón humana, el conocimiento, la ciencia y en nuestros días la tecnología, puestos al servicio del sistema para dar lugar a mecanismos de control más complejos y al mismo tiempo más sutiles, con el fin de pasar desapercibidos para la gran mayoría de la población. Pero en ninguno de estos períodos someramente citados ha conseguido el poder establecido acallar por completo la conciencia de la ciudadanía, en ningún momento de nuestra historia han dejado de existir grandes o pequeños reductos ciudadanos, mujeres y hombres que resistieron los envites del sistema y que hoy  nos nutren con su legado.
Y el capitalismo evidentemente, también ha elaborado su particular superestructura, aunque al tratarse de un sistema más complejo que sus antecesores, requiere de mecanismos de control y dominio más sofisticados. Los medios de comunicación son un ejemplo de ello.
Ya en el S.XIX, con la prensa escrita accesible a buena parte de la población, se hablaba de los medios de comunicación como el “4º poder”, por el papel decisivo que estaban destinados a ocupar en la sociedad, debido a la influencia que eran capaces de ejercer sobre la ciudadanía y sobre los propios gobiernos.
La Escuela de Frankfurt
Algunas corrientes de pensamiento han continuado esta estela crítica de filosofía con el objeto de desentrañar el funcionamiento interno del sistema y mostrar a la ciudadanía su verdadero propósito, cual es acallar las conciencias a través de todo aquello que nos proporcione una ilusión de libertad y bienestar, mientras siguen ocultas las grandes contradicciones y los grandes problemas que asolan el mundo.
 Uno de esos grupos de pensadores fue la llamada Escuela de Frankfurt, cuyos miembros se impusieron la tarea de elaborar una Teoría crítica acerca de la sociedad, la economía, la política, la cultura y la filosofía heredada de la Ilustración. Consideran que fue durante este Siglo de las Luces cuando se fraguaron los grandes conceptos, los grandes ideales que conducirían a la salvación de la humanidad, a su progreso, a su bienestar, a la salida de la ignorancia, de la minoría de edad, como gustaba de decir Kant. Pero esa razón  ilustrada se ha tornado razón instrumental, razón al servicio del poder. Se ha convertido en un instrumento más de adoctrinamiento a través de las diferentes esferas del mundo actual, especialmente de la ciencia, de  la tecnología y de lo que se denominó la industria cultural, la superestructura por excelencia del sistema capitalista, donde incluimos a los medios de comunicación.
Algunos miembros de la Escuela de Frankfurt
Algunos de los miembros más representativos de esta corriente, como Adorno, Horkheimer o Marcuse, analizaron profundamente este concepto de industria cultural, dirigida fundamentalmente al entretenimiento. Su crítica apunta hacia todos aquellos fenómenos que tienen por objeto ocultar los verdaderos males del sistema haciendo que la ciudadanía permanezca impasible ante ellos, mostrando por contra, el mejor de los mundos posibles o la mejor de las vidas posibles para todos los que disfrutemos del llamado estado de bienestar. A este respecto, resulta muy acertado el análisis que hizo Marcuse de lo que él denominó el hombre unidimensional, dando nombre a su vez a una de sus obras más conocidas. Se refiere al sujeto creado por el sistema capitalista, que vive para trabajar y trabaja para consumir. Es aquel a quien les han sido impuestas una serie de necesidades que en realidad no son más que nuevos artificios creados en aras del control y de la homogeneización del pensamiento. Es aquel que ha roto su vínculo con lo natural, con los rasgos más primigenios de nosotros mismos y con su propio mundo interior.
Los frankfurtianos se centran en la labor desempeñada especialmente por la radio, el cine, la publicidad e incluso el arte, del cual alertan que se ha convertido en una mercancía más, sujeta a las leyes de oferta y demanda, a las leyes del mercado, con lo que se desvirtualiza, se corrompe, se somete al poder y a su funcionamiento, pierde su esencia, su aura, como nos diría Walter Benjamin.
A partir de todos estos elementos, especialmente a través de los medios de comunicación, se nos transmite una visión determinada del mundo, un modelo concreto a seguir, una concepción de la vida basada en el consumo y en los beneficios que reporta para la clase dirigente el estilo de vida impuesto por este sistema.
Esta crítica y denuncia ante el constructo que hemos creado a nuestro alrededor al servicio, una vez más, de la perpetuación del orden establecido, llega hasta nuestros días en la medida en que en el caso concreto de los mass media, estos siguen concentrando poder, siguen obteniendo beneficios económicos ingentes a través de las sinergias corporativas que llevan a cabo, siguen generando riqueza en medio de la pobreza y la desigualdad más absoluta, siguen controlando la opinión pública, mostrando un determinado modo de ver o entender el mundo, siguen estando supeditados a los diferentes gobiernos, bancos y multinacionales. De especial relevancia son las relaciones mantenidas con la publicidad en cuanto es esta la que paga y patrocina los distintos programas televisivos, los debates políticos retransmitidos, los espacios informativos, por lo que aportan su dinero a cambio de que los medios proclamen mensajes acordes a sus intereses y perfil ideológico.
 La crítica sigue vigente en la actualidad en la medida en que la información se selecciona convenientemente atendiendo a intereses de diversa índole. Es lo que ha dado lugar a la distinción, ya emblemática, entre víctimas dignas y víctimas indignas, de las que habla Chomsky en profundidad, aquellas cuya cobertura mediática es lícita y plausible para la población, y aquellas otras cuyo tratamiento exhaustivo podría  poner en entredicho el funcionamiento de nuestro modelo económico, político y social.
Incluso aquellos medios de comunicación abiertamente críticos son asumidos por el propio sistema por los beneficios que reportan para el mismo, al atraer la atención de un público más inquieto o comprometido, ofreciendo de este modo nuevamente una imagen de libertad y pluralidad de opciones, cuando realmente todos forman parte del mismo sistema que los creó, todos deben responder ante los diferentes gobiernos,  bancos, multinacionales o grandes corporaciones a los que pertenecen los los medios de comunicación institucionalizados.
El análisis elaborado sobre la industria cultural por la Escuela de Frankfurt sigue siendo actual, aunque los medios descritos por estos pensadores se han vuelto hoy más complejos, respondiendo a una sociedad también más compleja que la que ellos vivieron. Pero sobre todo, estos mecanismos se han tornado más sutiles y por tanto, más peligrosos, por la dificultad que entraña poder percibirlos con claridad.
Adorno , Horkheimer y Marcuse no pudieron hablar de internet ni de las redes sociales y del arma de doble filo que resultan ser en nuestros días. A través de ellas se produce un acceso a la información como jamás había ocurrido en nuestra historia; podemos contrastar, averiguar las fuentes, comparar y sacar conclusiones. Pueden ser usadas para atacar al propio sistema, son una buena herramienta para la interconexión entre la ciudadanía y restablecer los lazos democráticos y participativos arrebatados por nuestro sistema; las usamos para ejercer de manera directa la crítica y para intentar cambiar aquello que no nos satisface. Pero también siguen representando un elemento más de todos aquellos con los que cuenta el poder para seguir ejerciendo su control sobre la ciudadanía, que nunca ha sido tan viable como en nuestra actual era de la digitalización. Proporcionan entretenimiento, conexión e intercambio constante de información que desafortunadamente, en la mayoría de los casos, se convierte en fuente absoluta de banalidades, manteniéndonos en un permanente estado superficial que no nos permite adentrarnos en nosotros mismos, no nos permite pensar.
Todos estos mecanismos se han convertido en un bálsamo perfecto para afrontar nuestra vida, para colmar la insatisfacción generalizada que va destruyendo nuestro mundo interior. Son un anestésico para sobrellevar la condición de ser humano actual, de ese ser unidimensional del que hablaba Marcuse, proporcionándonos entretenimiento, diversión, distracción, comunicación constante o información permanente de un mundo en el que algunos y algunas  ya no se reconocen.
Conclusión
 
Cuando conocemos el funcionamiento real del mundo y el papel que juega la élite dirigente del mismo, nos sentimos, cuando menos, abrumados, y en muchos casos derrotados por un sistema que parece indestructible. Pero como bien decía Alan Moore por boca de V, “no es el pueblo el que debe temer a sus gobernantes, sino los gobernantes los que han de temer al pueblo”, y ello nos lleva a la toma de conciencia como primera vía a seguir, como bien apuntaron los grandes revolucionarios del S.XIX, tales como Marx, Bakunin o Kropotkin, para tener la oportunidad de convertirnos en ciudadanos críticos, comprometidos y exigir un trasvase de poder desde las altas esferas del mismo hasta la ciudadanía; una ciudadanía que lentamente despierta, que ya no permanece tan fácilmente impasible ante las injusticias, una ciudadanía cada vez más formada, más activa, consciente de sus orígenes, de sus raíces, provenientes de un pueblo luchador que reclama para todas y todos, aquello que por derecho nos pertenece y que no nos resignamos a entregar: nuestra dignidad.
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