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Más conservadores y menos politizados

El pasado mes de marzo, en una intervención en Bilbao dentro del curso del Foro Europa, Juan María Uriarte, que siempre ha defendido el diálogo para la paz y el derecho a decidir, precisó que entre las cualidades del nuevo obispo debería figurar la de su cercanía al pueblo, un concepto habitual en su discurso. A su compañero de Episcopado y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, sin embargo, le pareció bien que Patxi López, en su toma de posesión como lehendakari en Gernika, lo sustituyera por el término de ciudadanía. Aunque, a renglón seguido, censurara la eliminación de los símbolos religiosos en el acto, «que forman parte de la fe, pero también de la cultura».
Todo indica que los nuevos líderes de la Iglesia vasca serán «más conservadores en lo eclesial y menos politizados», describe un analista, convencido de que lo que se trata ahora es de «pasar página al conflicto y dedicarse a la evangelización y a sembrar en el campo de las vocaciones para llenar el granero». Mario Iceta, auxiliar de la diócesis vizcaína, es un ejemplo de la nueva hornada: pastoral juvenil y vocacional y sin discurso político en la plaza pública
Para muchos, el nuevo rumbo indica una dirección muy clara. «Es un sopapo en toda regla al clero guipuzcoano y vizcaíno. Ni ascienden aquí ni se les promociona fuera. ¿Es que ninguno de los nuestros está preparado? Basta con mirar las publicaciones que se editan en España y las conferencias y los seminarios que se convocan para ver nombres de las diócesis vascas. Está claro que se trata de un planteamiento político», denuncia. «Se esgrime como argumento que son nacionalistas. ¿Acaso Rouco o Cañizares no son nacionalistas españoles cuando hablan de que la unidad es un bien común?», se pregunta.
La opinión de la jerarquía seguirá contando, pero menos, en una sociedad cada vez más secularizada y laica. Como el nuevo Gobierno de Patxi López, que acaba de recibir a los obispos en un gesto de respeto al pluralismo tras marcar su perfil más ideológico, alejado de las creencias. En la entrevista se habló de pacificación, pero también de crisis económica y de educación, sin ataduras y sin compromisos.
En el santuario de Arantzazu, el lehendakari siempre acompañaba al obispo de turno, ya fuera Setién o Uriarte, en la festividad de la patrona de Gipuzkoa, una relación cómoda para ambas partes. También en Azpeitia, en el día grande de la basílica de Loyola. López no estuvo en ninguna de las dos celebraciones. Parece que la política se desprende de su velo sagrado y que la patria ya no es aquel nuevo sacramento del que hablaba el antropólogo Joseba Zulaika.
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