A las cinco de la tarde, en la terraza del hotel Balima, en pleno centro de Rabat, Ibtissame Betty Lachgar hace recuento de las parejas (chico y chica) que van a besarse en público a cuatro pasos del Parlamento. Algunas son parejas reales. Otros han acudido a la convocatoria, el primer kiss-in en Marruecos, y han decidido besarse con un amigo o amiga. Todos miran inquietos y con media sonrisa hacia las mesas, donde se han instalado algunos policías de paisano, habituales de la terraza. Desde hace días, las redes sociales se han llenado de fotografías de parejas besándose en solidaridad con los tres adolescentes arrestados en Nador el pasado mes de octubre, pendientes de sentencia por darse un beso y colgar la fotografía en Facebook. Están acusados de atentado contra la moral pública, que se castiga con penas de hasta dos años de cárcel.
“¿Todo el mundo está preparado?”, pregunta Betty, que agarra a su chico y le planta un beso en los labios. Las otras cinco parejas les imitan y en ese momento irrumpe un joven de veintitantos años que separa a Betty y a Soufyane, tira al suelo una de las mesas de la terraza, arrojando vasos y tazas, mientras grita: “¡Shuma!” (“¡Vergüenza!”).
El beso colectivo se convierte en una persecución por las calles del centro de la capital marroquí: parejas y simpatizantes son perseguidos por un grupo de jóvenes que han acudido expresamente a protestar por la iniciativa, pero también hay espontáneos que les gritan: “¡Esto no se hace en un país musulmán!”, “¡Fuera!”. Mientras, los participantes en el beso responden “¡Libertad!” o ¡”Viva el amor!”. Todo termina en la Place Pietri de Rabat, junto al mercado de las flores. “¡No podemos aceptar el sexo delante del todo el mundo!”, comenta Mohamed, uno de los espontáneos que ha seguido al grupo hasta plaza.
Después de aquel día, el pasado 12 de octubre, Betty y su novio fueron denunciados por el veinteañero perseguidor, Amine El Baroudi, un viejo conocido de los manifestantes por las libertades en Marruecos, que aparece en cada protesta para intentar boicotearla, y también por Fayssal el Marsi, presidente de una asociación en defensa de los derechos civiles y autor de la denuncia contra los tres adolescentes de Nador. “Pero nadie nos ha llamado para declarar”, comenta a El Confidencial Betty, fundadora del Movimiento Alternativo por las Libertades Individuales (MALI), promotores de besos y actos como campañas a favor del aborto y acciones en contra del ayuno en Ramadán. Algo escandaloso para la mayoría de los marroquíes.
Penas de cárcel para el sexo fuera del matrimonio
Esta psicóloga de 38 años denuncia, entre otros, el artículo 490 del código penal marroquí, que condena las relaciones sexuales fuera del matrimonio con penas de entre un mes y un año de cárcel; y el 489, que también castiga la homosexualidad con la prisión, hasta un máximo de tres años. “Es difícil cambiar las mentalidades sobre todo ahora que estamos viendo un aumento del conservadurismo en la sociedad a causa de la religión, pero precisamente con estas acciones de desobediencia civil podemos transmitir un mensaje y abrir un debate. Y eso ya es una victoria para nosotros”, dice Betty.
Son pocos los que se atreven hoy en Marruecos a saltar la barrera de lo privado y mostrarse tal y como son a plena luz del día. Normalmente, si hay que elegir entre hacer el amor a escondidas o ser consecuente en público con la vida que se lleva en privado, cuestionando así el orden social establecido, se elige lo primero: a escondidas.
Pero cada vez son más los jóvenes que se cuestionan la doble vida que impera en la sociedad marroquí: la que se lleva en casa y la que se lleva en la calle, a pesar de que el comentario más repetido cuando una pareja muestra su amor en público es “¿Pero qué hacéis? ¡No estamos en Europa!”. Por supuesto, el comentario se refiere a parejas heterosexuales. En el caso de una pareja homosexual que se atreviera a mostrarse en público, los comentarios podrían dejar de ser críticas para convertirse en una agresión física, como ocurre en muchas ocasiones.
La vida de una joven pareja: esconderse, mentir y sobornar
En un café, junto al Instituto Cervantes, se han citado Noureddine y María. Marroquí y española, los dos estudian traducción. Tienen 21 y 25 años. Llevan dos años saliendo y se conocieron, precisamente, en el hotel Balima. Se saludan con dos besos y no se tocan durante la conversación. “La mayoría de las veces no nos atrevemos a darnos un beso, así que casi siempre son dos”, explica a El Confidencial Noureddine. Prosigue María, entre risas: “A veces yo le quiero besar y él me hace la cobra. Siempre estamos pendientes por si alguien nos ve”.
Noureddine duerme algunas veces en casa de María, aun a riesgo, dice, de que el portero o algún vecino les escuche por las noches o le vea entrar en el ascensor. Ya tienen la respuesta preparada ante posibles preguntas incómodas: “Decimos que estamos estudiando hasta muy tarde”, se ríen. “Pero me hace sentir mal”, puntualiza María, “porque en realidad, no estoy haciendo nada malo. Igual que cuando viajamos: si vamos a un hostal, a veces tenemos que reservar dos habitaciones, utilizar sólo una y, además, sobornar al dueño para que no diga nada. Una vez le pagamos 100 dirhams (unos 9 euros) al propietario de un hostal en Fez para que no hablara”. Y añade Noureddine: “Eso, en los sitios donde podemos sobornarles, pero en los grandes hoteles te piden directamente el acta de matrimonio y, si no la tienes, no te permiten dormir juntos”.
Sin embargo, desde que vive en Marruecos, María ha experimentado un cambio en su punto de vista sobre lo que piensa que es decoroso y no tan decoroso. “Cada vez que vuelvo a España y veo a parejas jóvenes besándose apasionadamente o tocándose en los parques, me digo a mi misma ‘¿Pero qué hacen?’. No sé si es la presión social de aquí, o que me estoy haciendo mayor, o las dos cosas”.
“Hay que acabar con esta hipocresía sobre el sexo”, comenta a El Confidencial Maha Sano, de 30 años, autora de Dialy (Es mía, en referencia a la vagina), una obra teatral en la que explora, en clave de sátira y humor, los tabúes sobre el sexo y el cuerpo femenino, la menstruación, el embarazo, la virginidad…. En dariya (dialecto marroquí) no existe la palabra vagina en términos anatómicos, sólo en términos vulgares o despectivos.
La virginidad, el tesoro familiar
La obra ha estado de gira por Marruecos y “sólo han hablado mal de ella los que no la han visto”, cuenta Sano. Para componer el texto, reunió durante meses a grupos de mujeres (150 en total) que hablaron de su sexualidad, de forma abierta. Sobre el escenario, en negro y con una cuerda cubierta de bragas, las tres actrices de la obra dan voz a esos testimonios. Se relatan de forma descarnada violaciones conyugales y reacciones familiares. Una de las escenas describe cómo una mujer es sodomizada por su novio. “¡Pero demos gracias a Dios, porque sigue siendo virgen!”, es la respuesta de la familia.
La virginidad (o más bien, su ausencia) es el tabú sexual por excelencia en la sociedad marroquí. Es un tesoro que hay que preservar. “La virginidad es algo que no pertenece a la mujer. Es parte del honor familiar. Pertenece a toda la familia”, explica a este diario la sexóloga Amal Chabach, que lleva 14 años en su consulta de Casablanca escuchando problemas derivados de esta visión del cuerpo femenino como una posesión. El más frecuente es el vaginismo. “Por mi consulta pasan mujeres que llevan dos, tres y hasta quince años casadas y no han sido capaces de tener un encuentro sexual con sus maridos. Es como una fobia. En cuanto llega el momento de la penetración, se cierran. Llevan años escuchando que no hay que abrirse de piernas”.
“Aquí la mujer es propiedad de todo el mundo”
“El problema es que se considera a las mujeres como un objeto sexual”, afirma Fouzia Azouli, presidenta de la Federación de Ligas democráticas de derechos de las mujeres, que el domingo pasado se manifestaba en Rabat pidiendo una ley integral contra la violencia de género. “La mujer es propiedad de todo el mundo. En casa, es propiedad de su marido. En la calle, es propiedad de todos los hombres que pasan junto a ella. La libertad de las mujeres en los espacios públicos, de circular libremente, está amenazada. El espacio público es, hoy por hoy, un espacio machista”, sentencia, aludiendo al problema diario que sufren las mujeres marroquíes en la calle, permanentemente acosadas de forma verbal y, a veces, física, por los hombres.
El Gobierno marroquí, a través del Ministerio de la Familia, está preparando en estos momentos un proyecto de ley en el que se prevé el endurecimiento de las penas por violencia y acoso sexual contra las mujeres. Un texto que, según las asociaciones, resulta insuficiente porque no ofrece acompañamiento, alojamiento y protección. Tampoco se ha modificado aún, a pesar de las protestas en la calle, el artículo 475 del código penal, que contempla la posibilidad de que un violador se libre de la prisión si se casa con su víctima. La polémica nació con el caos de Amina Filali, una joven de 16 años obligada a casarse con su agresor que terminó suicidándose bebiendo matarratas. Pero la enmienda sigue pendiente de aprobación.
Sexo, el calvario del soltero
Sexo: el calvario del soltero, titulaba uno de los números del semanario Actuel, donde se aireaba la proverbial esquizofrenia de los marroquíes, que se encuentran en este siglo a medio camino entre la modernidad, la religión, la tradición, las leyes y los nuevos movimientos sociales. En el sexo también se bascula entre el orden social y religioso y el deseo y el amor. Existe la prostitución, la homosexualidad, el sexo fuera del matrimonio, pero se finge que no está pasando. Se mantiene escondido, intramuros. “La mayoría de los jóvenes espera al matrimonio para tener sexo y una gran parte de los jóvenes que tiene sexo fuera del matrimonio lo hacen con un sentimiento de culpa”, asegura la doctora Chabach. “Es difícil gestionar las convicciones y la educación con el impulso sexual, por eso existe ese malestar”.
Amal Chabach tiene una consulta en la radio Medi1 una vez por semana en la que recoge las dudas de los radioyentes. Está convencida de que el camino es la educación para que hombres y mujeres aprendan a relacionarse “como personas, con respeto en todos los aspectos de la relación, incluido el ámbito sexual, y se están produciendo cambios. Ahora mujeres y hombres preguntan cada vez más, se preocupan por satisfacer a sus parejas, algo impensable hace años, cuando el hombre se limitaba a finalizar el encuentro sexual sin importarle el placer de su esposa”.
Noureddine también cree en la educación para luchar contra la falta de normalidad que ve en el hecho de no poder darle un beso a María en la calle. “En mi casa, jamás he visto a mis padres darse un beso o abrazarse. Cuando en la televisión aparece una pareja a punto de darse un beso, en una película, cambiamos de canal. Pero yo creo que en esta generación las cosas van a cambiar. Mira, con la historia de Nador, hemos visto montones de fotografías en internet de gente besándose, apoyando a los tres adolescentes. En esta generación, la del Facebook, se empieza a ver de otra forma”, dice esperanzado.
Marruecos está en pleno proceso de búsqueda de identidad sexual. Todavía es un país en el que un beso se ve como una agresión al pudor, pero el deporte más practicado entre los hombres es el conocido como tenis de café: sentarse en una cafetería y radiografiar con la mirada a toda mujer que pasa. Todavía no es delito acosar sexualmente a las mujeres, y se ve como algo normal perseguirlas por la calle o lanzarles supuestos piropos.
En la fotografía del perfil de Facebook de Betty aparece ella besándose con su novio. Está colgada desde principios de octubre. Pero para poder besar a Soufyane en la calle sin que les tiren vasos y tazas, todavía habrá que esperar. “Como todo en Marruecos”, concluye María, “las cosas van poco a poco: bchuiya, bchuiya”.
Jóvenes marroquíes se besan en Rabat para protestar por la detención de una pareja (Efe).
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