No doy crédito y no salgo de mi asombro ante tamaño despropósito que atenta contra cualquier atisbo de cordura y sensatez. En un país democrático y aconfesional por ley, no se me ocurre otro absurdo mayor que vulnere con mayor osadía postulados básicos de nuestro Estado democrático. En una ciudad, Madrid, empeñada hasta la médula, con deudas que, según diversas fuentes, no se saldarán en menos de 30 años, me parece de una temeridad descomunal donar una parte del patrimonio público a una confesión que no es, ni de lejos, la de todos. Y, aunque lo fuera, debería de dedicarse a aquello a lo que dice que se dedica, a la "espiritualidad", y no a despojar a los ciudadanos de sus parques, sus bienes y su patrimonio.
Con una buena parte de la ciudadanía que exige el cumplimiento del respeto a la independencia del Estado y las religiones, es un absurdo mayúsculo que se haga una donación a la Iglesia de un patrimonio que es de todos los madrileños, no solo de los católicos. De la misma manera, siguiendo ese antidemocrático criterio, el Consistorio madrileño hubiera debido hacer otra donación similar a los ateos, y a los laicistas, a los islamistas, budistas, evangelistas, protestantes, etc.etc, y amparar un proyecto de "ciudades" específicas para todos ellos….
Parece que la voracidad de la Iglesia no tiene límites. España entera sigue siendo una "ciudad de la Iglesia", no sé para qué quieren más, o sí lo sé, pero huelga decirlo. El peculio que detenta es incalculable; posee el mayor patrimonio inmobiliario de España, y qué decir del patrimonio artístico y cultural. Acaparan la mayoría de los fondos del Estado destinados a fines sociales (que en 2008 han sido de casi 160.000 millones de euros), obtienen donaciones multimillonarias, opulentas herencias e ingresos por doquier, además de la financiación "oficial" del 0,7% de la renta anual. ¿Qué más quieren?. Como hace poco dijo Iñaqui Gabilondo, "…la Iglesia solo se conforma con todo".
Siempre ha sido así, así sigue siendo y siempre será, porque esa es su razón de ser. El problema grave son los políticos que ejercen de "puente ejecutor" de esa avidez desmedida y que, lejos de trabajar para el avance democrático y el bienestar social (para lo cual han sido elegidos), se convierten impunemente en tentáculos serviles de una jerarquía que quiere imponer su hegemonía teocrática por encima de todo y de todos.
Como ha dicho Ángel Pérez, concejal del Ayuntamiento madrileño, la delegada de Urbanismo, Pilar Martínez, demuestra una inaceptable "sumisión y complicidad" con el Arzobispado, que será el único beneficiado de un expolio que dejará a los madrileños sin una importante zona histórica, cultural y paisajística. Y, en cualquier caso, debería ser motivo de reflexión que los que acaban de instaurar como "pecado" el afán de riqueza, sean los que se dediquen a llenar aun más, con recursos ajenos, sus inmensas arcas llenas.
Coral Bravo es doctora en Filología y miembro de Europa Laica