Teólogos comprometidos nos ofrecen pistas sobre si el Dios de la Iglesia Católica Romana estaba, de verdad, “dormido” o definitivamente “muerto”
En 2006 se cumplían 100 años del nacimiento de un teólogo que fue -después de que lo hiciera Nietzsche, a finales del siglo XIX, desde su radical ateísmo- el primero que se atrevió a hablar, desde su fe profunda, de "la muerte de Dios". En la madrugada del 9 de abril de 1945 era ahorcado en el campo de concentración de Flossenburg el pastor y teólogo protestante Dietrich Bonhöeffer, que había nacido en Breslau, hijo de padres luteranos y perteneciente a una familia de la alta burguesía, en febrero de 1906. Bonhoeffer planteó una pregunta inquietante: "¿Necesitamos una Iglesia?"
Nietzsche se hacía esa pregunta desde la increencia, Bonhöeffer desde la fe, que sabía muy bien que un "buen cristiano" es aquel que cree en un Dios que, justamente por serlo, "permite que los hombres le arrojen de su vidas".
Los cristianos de hoy, huérfanos de "padre" por unos días, vuelven a preguntarse si, merced a la Iglesia en la que creen, Dios "está dormido", como acaba de decir Benedicto XVI, unos días antes de su retirada definitiva, o simplemente "se ha muerto". Es posible que Nietzsche, Hegel, Heidegger y el mismo Bonhöeffer pensaran, en el fondo del corazón, lo mismo. Que la muerte del "Dios occidental" era algo positivo, incluso necesario. La conocida como "teología radical de la muerte de Dios" tuvo la honradez y valentía de tomarse en serio las "sombras" que la idea de Nietzsche arrojaba sobre la Europa "cristiana".
Los teólogos de la liberación fueron férreamente condenados y humillados por los dos últimos papas Muchos teólogos europeos y latinoamericanos sí se lo tomaron en serio a lo largo del último tercio del siglo XX. Bonhoeffer se tomó absolutamente en serio la "muerte de Dios en la época moderna", no como una actitud de ateísmo militante, sino como una experiencia del Dios cristiano que no sólo no compite con el hombre, sino que "nos deja vivir en el mundo sin que eso signifique que nos abandone". De aquí la necesidad, para Bonhöeffer, de una interpretación mundana, no-religiosa, del cristianismo Sólo una fe que se corresponda con esta divinidad sería, según Bonhoeffer, "capaz de afrontar con dignidad y de responder al desafío del ateísmo moderno".
Muchos teólogos han ahondado en esta teoría, hasta que surgieron los "teólogos de la liberación", férreamente condenados y humillados por los dos últimos pontífices, Juan Pablo II y Benedicto XVI que, quizá atormentado por las contradicciones comprobadas en la cúpula de la Iglesia que venía gobernando durante los últimos 8 años, se ha visto en la necesidad de decir, como hizo el pasado 11 de febrero y culminó justamente el jueves día 28, "no puedo más, y aquí me quedo".
Frei Betto: "La Iglesia corre el riesgo de una bicefalia"
Publico ha rastreado por el pensamiento de algunos teólogos actuales para tratar de explicar (antes que se ponga en marcha la maquinaria del Cónclave para elegir a un nuevo Pontífice) un poco más este impactante abandono de Benedicto XVI. El escritor y fraile dominico brasileño Frei Betto (1944), pseudónimo de Carlos Alberto Libânio Christo, junto a un buen número de teólogos, sacerdotes y obispos representantes de la Teología de la Liberación, padeció la censura y la condena del papa Wojtyla, y especialmente de Benedicto XVI, tanto desde su etapa como Prefecto para la Sagrada Congregación de la Fe como en su Pontificado. Al contrario que su excompañero de estudios de Teología, e incluso antiguo amigo, Hans Küng, Ratzinger ha sido siempre un férreo opositor de esta corriente, que enfatizaba la necesidad de enfrentar las injusticias sociales a partir del compromiso cristiano de "opción por los más pobres". Al mismo Hans Küng, al franciscano brasileño Leonardo Boff y a otros muchos simpatizantes de la Teología de la Liberación (también españoles), les prohibió terminantemente enseñar Teología en universidades católicas. Los pobres, y aun menos los "cristianos críticos", no han sido, precisamente, la opción preferencial de Benedicto XVI.
"El debate de temas como el aborto, el celibato, los preservativos, el sacerdocio de las mujeres y la unión de homosexuales seguirá prohibido"
"Soy muy pesimista respecto a que el nuevo Papa cambie el rumbo conservador de la Iglesia Católica", acaba de declarar en Brasil Frei Betto, autor, entre otros muchos libros, de Fidel Castro y la Religión. "Benedicto XVI va a tener un papel clave en la elección del nuevo Papa, de modo que la Iglesia corre el riesgo de una bicefalia, pues el elegido jamás hará algo que desagrade a su antecesor". Así que, añade Betto, "el nuevo pontífice mantendrá la prohibición de que se debatan en la Iglesia temas como el aborto, el fin del celibato de los curas, el uso de preservativos, la aplicación de las células madre, el derecho de las mujeres al sacerdocio, la unión de los homosexuales…"
"Hasta después de la muerte de Ratzinger no sabremos lo que piensa el nuevo Papa", dictamina el teólogo brasileño. Para Frei Betto, Benedicto XVI ha sido un epígono del papa Wojtyla: los dos se negaron a poner en práctica las decisiones del Concilio Vaticano II (1962/1965). Los dos se oponían a consagrar a obispos progresistas, los dos auparon al poder eclesial a movimientos ultraconservadores como el Opus Dei, Comunión y Liberación, y las Comunidades Catecumenales de Kiko Argüello (los famosos "kikos"), de tanto poder en España… Los dos soñaban con una "Europa cristiana" al estilo de la Edad Media. Los dos han acuchillado a teólogos, obispos y cardenales de línea progresista y solidarios con los movimientos de liberación social. "La Iglesia Católica todavía arrastra en sí resquicios medievales, y apenas dialoga con la modernidad", concluía Betto en una entrevista el 14 de febrero pasado.
Hans Küng: "La Iglesia tiene una enfermedad terminal"
Hans Küng (1928), polémico teólogo suizo, es aún más crítico. Fue el primer teólogo católico desde el Concilio Vaticano I en 1870 en pronunciarse contra el dogma de la infalibilidad papal. Rechaza también la autoridad absoluta del Papa dentro de la Iglesia, el celibato de los sacerdotes y la ausencia de mujeres dentro del clero. Sus libros Ser cristiano, de 1974, y sobre todo ¿Infalible?, de 1971, le costaron su cargo de profesor de Teología en universidades católicas. En 2005 se reencontró con el papa Ratzinger, pero no ha renunciado a sus postulados: "Existe ahora mismo en la Iglesia un cisma entre la cúpula jerárquica y las bases", anunció en julio de 2011. "El papado actual es una institución de dominio en la que el Papa divide a la Iglesia". Su diagnóstico es letal: "La iglesia experimenta una enfermedad terminal". "El Papa y la Curia han traicionado al Concilio (Vaticano II)".
"La Iglesia padece los males de censura, absolutismo y estructuras autoritarias"
Küng señala entre otros males, "la censura, el absolutismo y las estructuras autoritarias de la Iglesia". Y ofrece un decálogo de cambios: "Queremos elegir a nuestros obispos, queremos ver a mujeres en los diferentes cargos, queremos que haya hombres y mujeres agentes pastorales que sean ordenados/as sacerdotes. Queremos que el pueblo cristiano participe activamente en las decisiones de la Iglesia"… Todo ello se lo propuso a su examigo Ratzinger, procurando no ofenderle en su diálogo de 2005… con resultados nulos. Las mujeres siguen sin poder acceder a cargos, se impide avanzar en el celibato opcional, se sigue prohibiendo a los divorciados participar en la Eucaristía…
Küng denuncia el "papismo" instaurado por Gregorio VII, el "absolutismo papal" en el que una sola persona tiene en la Iglesia "la última palabra", una enfermedad propia del sistema "romano". Esto es, según el discutido teólogo holandés, lo que produjo hace siglos la escisión de la Iglesia Oriental, y desde esa época procede el predominio del clero sobre los laicos. "Padecemos un celibato sacerdotal que se impuso en el siglo XI. Con el Vaticano II se intentó luchar contra todo esto. Pero no se permitió debatir el celibato ni discutir el papado". "Hay que abolir el absolutismo del Papa. Necesitamos que haya una resistencia activa, de lo contrario la Iglesia se va a pique".
"Cuando decenas de miles de curas han de reprimir su sexualidad, tenemos un problema estructural" Según Küng, la situación es "calamitosa". Los dos últimos Papas restauracionistas -Wojtyla y Ratzinger- "han hecho todo lo posible para que el Concilio y la Iglesia retrocedan a una fase preconciliar. La Iglesia Católica quiere mantener el monopolio sobre la verdad. La moral sexual mantiene sus desafortunadas normativas…" Küng echa en falta a un Papa "como Juan XXIII", para una comunidad de más de mil millones de católicos. Ratzinger y Wojtyla "han hecho todo lo posible para volver a un paradigma medieval de la cristiandad. Hoy reina una estructura medieval que, en principio, sólo se encuentra en los países árabes…" Sobre el celibato es implacable: "Cuando decenas de miles de curas han de reprimir su sexualidad y, por muy buenos párrocos que sean, no pueden tener esposa ni familia, entonces tenemos un problema estructural".
En mayo de 2012, Hans Küng apuntaba que "el Papa ha perdido el control de la Iglesia" y se atrevía a sugerir la destitución de Benedicto XVI, en una entrevista publicada en el Frankfurter Rundnschau y en una emisora de radio alemana. "Primero cuestionó a los protestantes, luego calificó de ‘inhumanos' a los musulmanes, y finalmente ofende a los judíos permitiendo el reingreso en la Iglesia a un miembro de la iglesia cismática [del obispo Lefebvre] que negó la existencia del holocausto". Mientras tanto, el papa Ratzinger seguía condenando a los teólogos de la liberación…
Benjamín Forcano: "Un Papa más democrático y no vitalicio"
Benjamín Forcano (1935) sacerdote claretiano, teólogo y moralista -autor de Nueva ética sexual, Con la libertad del Evangelio y Pedro Casaldáliga, exdirector de Misión Abierta, revista cristiana de la que fue destituido en 1988 por el mismísimo Joseph Ratzinger, entonces Prefecto para la Doctrina de la Fe, al igual que otros teólogos españoles, como José María Castillo y Juan Antonio Estrada, o en los últimos años Juan José Tamayo y José Antonio Pagola-, resume la renuncia de Benedicto XVI a las palabras que San Pedro le dirigió a un soldado de Cesarea, Cornelio, cuando éste recibió al primer Papa del cristianismo de rodillas: "Levántate, yo también soy un simple hombre".
"Ratzinger se encontró con posiciones opuestas, ante las que no se atrevió a proceder con coraje" Esta llamada a la "igualdad" en la Iglesia es la que reclama Forcano, que recuerda un texto del Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, 29): "Se ha de reconocer cada vez más la fundamental igualdad entre todos los hombres". En sus ocho años como Papa es cuando Ratzinger ha percibido el "acelerado y traumático" cambio del mundo y la gravedad de los problemas de la Iglesia, afirma el teólogo claretiano, "y más en torno a él la peligrosa maraña de sus colaboradores, algunos muy poderosos y avezados en las ambiciones, intrigas y secretos de la Curia". En algunos casos, difíciles de resolver, "se encontró con posiciones opuestas, ante las que no se atrevió a proceder con coraje", apunta Forcano, quien interpreta la dimisión del Papa en claves de "humildad", pero con la seguridad de no quererse ver manejado "contra su voluntad" hasta su muerte.
"Ni antes, ni mucho menos ahora, se puede sostener que el ministerio del Papa debe ser vitalicio", dice Forcano. "Lo afirmaba el mismo Papa cuando escribió, en sus tiempos de teólogo: "Para la teología católica es imposible considerar la configuración del primado en los siglos XIX y XX como la única posible, necesaria para todos los cristianos".
Forcano asevera que "el carácter vitalicio del papado no es ningún dogma" y reafirma "la soberanía democrática del pueblo de Dios". Se apoya en textos del teólogo jesuita José María Díez Alegría y de su amigo el obispo Pedro Casaldáliga (además, claro está, de las conclusiones del Concilio Varticano II) para fundamentar sus afirmaciones acerca de la necesaria y urgente renovación "democrática y colegial" de la Iglesia. Citando al también jesuita y teólogo de la liberación Jon Sobrino, añade que "entre quienes viven en un mundo de miseria y opresión, no se puede centrar el sacerdocio en el culto o en las meras celebraciones litúrgicas, sino en el mundo real".
"Acaso lo más importante y significativo de la renuncia del Papa está por venir", finaliza Forcano. "Su gesto debiera ser un impulso para volver a tomar en serio en la Iglesia el sacerdocio de Jesús. Y, citando a dos de los santos padres: ‘el que ha de presidir a todos, que sea elegido por todos', porque ‘al que es conocido y aprobado se le reclama con paz, mientras que al desconocido, es menester imponerlo por la fuerzas y será constantemente materia de discusión".
Juan José Tamayo: "Los dos últimos Papas han retrocedido siglos"
Juanjo Tamayo (1946) es uno de los teólogos más fértiles y perseguidos por las jerarquías vaticanas y españolas. Los obispos le impiden dar conferencias en escenarios confesionales católicos. Es desde hace años secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII. Desde 1976 (Por una Iglesia del pueblo) hasta 2012 (Otra teología es posible, e Invitación a la utopía) ha publicado cerca de 60 libros. Su última entrega ha sido, precisamente, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Del neoconservadurismo al integrismo. Es profesor titular de la Universidad Carlos III de Madrid, donde dirige la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría.
"La mujer es en la Iglesia una mayoría silenciada, y los dos últimos papas la han humillado al no reconocerla como sujeto de derechos morales"Más crítico que Forcano con la actual jerarquía de los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, es rotundo en sus postulados: "La mujer es en la Iglesia una mayoría silenciada y silenciosa, y los dos últimos papas la han humillado al no reconocerla como sujeto de derechos morales. Los dos papas han cuestionado la Iglesia emanada del Concilio Vaticano II y han retrocedido siglos; han interrumpido el diálogo con la modernidad, el ateísmo y las religiones, tanto las cristianas como las no cristianas".
Tamayo cree que la llegada a Roma, como Prefecto para la Sagrada Congregación de la Fe, de Ratzinger, junto al papa polaco que le llamó a su lado, supuso "el comienzo de una larga agonía invernal, que ambos iban a encargarse de mantener, en plena sintonía", y para "dictar sentencias, la mayoría de ellas condenatorias, contra sus compañeros de Teología, de Moral, de Historia de la Iglesia y de Universidad y de la mismas aulas conciliares", a los que acusaría "de errores graves en su interpretación de los dogmas del cristianismo". Durante un cuarto de siglo estuvo instalado en "el epicentro del poder de la Curia romana", y "no hubo asunto que no pasara por sus manos, incluido, naturalmente, lo referido a las numerosas denuncias de abusos sexuales de sacerdotes y religiosos en colegios, residencias y parroquias y las acusaciones contra las aberraciones del fundador de los Legionarios de Cristo", el mexicano Marcial Maciel.
"Ratzinger estuvo mejor informado incluso que el Papa polaco de los abusos sexuales y actuó con una doble vara de medir" Ratzinger estuvo siempre incluso "mejor informado" que el papa polaco. Pero actuó "con una doble vara de medir: intolerante e inmisericorde con los colegas que disentían de sus planteamientos, mientras guardaba en el fondo de los cajones de la Congregación que presidía los casos de abusos sexuales e imponía el silencio a las víctimas para evitar el escándalo, en vez de entregar a los culpables a la Justicia y sancionarlos con las penas contempladas en el Código de Derecho Canónico".
Además -señala Tamayo-, Ratzinger aplicaba la "ley del embudo": rigidez y sanciones para las teólogas y los teólogos acusados de errores doctrinales… y falta de firmeza para los delitos sexuales, irregularidades financieras y otras deslealtades. "Pienso que ni al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe ni como Papa ha sido capaz de separar la cizaña del trigo… y en el Vaticano hay más cizaña que trigo".
Tamayo concluye que por todo esto "Benedicto XVI se ha visto obligado a dimitir, decisión a elogiar… siempre que antes hubiera limpiado el Vaticano".
El entonces cardenal Ratzinger (abajo) preside el funeral de Juan Pablo II. PATRICK HERTZOG / AFP
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