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Los secretos del mormonismo

"Algunos piensan que nos convendría… y otros que nos daría una exposición perjudicial". El que especula sobre los pros y contras de que Mitt Romney se convierta en el primer presidente mormón de Estados Unidos es un señor chileno amabilísimo llamado Jorge Fernando Zeballos Ortiz. Ingeniero civil, de 57 años, saco negro, sonrisa en automático y tono hiperpedagógico, si su cuerpo cargara un mensaje, sería de "paz y sobriedad". Zeballos, además, y esto es lo que explica su rol de guía por el imponente templo mormón de Ezeiza, es representante y consejero sudamericano de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Más conocida por su nom de guerre: Iglesia Mormona, un apodo que en absoluto consideran despectivo los propios mormones.

En conclusión, Zeballos milita en el mormonismo. Pero no es uno más del millón de personas que ejercen esa religión en Sudamérica ( 400.000 en la Argentina): Zeballos integra el grupo de los setenta, el tercer círculo de poder de esta iglesia global con sede central en Utah; y hace poco alcanzó el rango de Élder, anciano, que lo ubica muy arriba en el riguroso organigrama.

Algunos de estos detalles, y otros más incómodos, los da el propio Zeballos. Con una paciencia a prueba de balas, se los explica a los escépticos periodistas que visitan —visitamos— el templo remodelado de 4.446 metros cuadrados en Autopista Ricchieri y Puente 13. Desde su inauguración, en 1986, nadie que no fuera mormón había pisado este lugar. Y ese hermetismo dio letra a una morbosa lista de rumores: que el ángel de la trompeta que se ve desde la autopista está hecho de oro macizo (en realidad, es de fibra de vidrio y está laminado en oro); que las cúpulas puntiagudas esconden antenas de la CIA; que sus fieles (hombres) son todos polígamos y que en el templo celebran ceremonias del tipo de las de Ojos bien cerrados, la película de Stanley Kubrick.

Pero ahora, a 31 años de su puesta en funciones, y a caballo de la apertura casi obligada por la candidatura republicana de Romney, llegó el momento de la desmitificación. Así fue que la jerarquía local decidió, hasta la reinauguración oficial del 9 de septiembre, abrir las puertas del único templo del país y organizar recorridas diarias, a excepción de los domingos.

En Estados Unidos, donde vive menos de la mitad de su grey mundial, la postulación de Romney multiplicó el interés de los medios por la fe y la cultura mormonas. Y también empujó a una declaración formal: la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, formada en 1830 a partir de una revelación divina, se mantiene "neutral" en los asuntos políticos. Así lo afirmó su vocero estadounidense, Michael Otterson, y ahora mismo lo repite el Élder Zeballos. Aunque los mandamientos mormones, está claro, empatizan mejor con los partidos de perfil conservador, en especial los que rechazan la legalización del aborto y el matrimonio homosexual.

"No tomamos alcohol, café ni té porque así se lo reveló Dios al profeta", explica Zeballos. Sobre el mate no hay pronunciamientos (la epifanía ocurrió en Nueva York), y por lo tanto está permitido. El predio de Ezeiza es una especie de country que trasmite orden y pulcritud en cada calle interna, en cada capilla y cada casa de techo a dos aguas. El interior del templo, en contradicción con la estética católica más despojada, es una sucesión de pasillos y pequeñas habitaciones pintadas de blanco y tonos pastel: tienen sillas y muebles de madera, veladores y arañas en el techo con detalles dorados. Parecen livings temáticos y con funciones específicas: sala de formación, sala celestial (donde hay que hacer silencio porque "se está muy cerca de Dios"), sala de sellamientos (casamientos que rigen en la vida terrenal y la siguiente) y el espacio de bautismos. Ahí, en una pileta sostenida sobre doce toros de yeso, uno puede bautizarse a sí mismo o a sus antepasados muertos.

Sobre la posibilidad de la poligamia, lo cierto es que rigió hasta 1890, y ahora sólo la practican algunos grupos no oficiales. La vida eterna, sin embargo, agrega un matiz curioso y algo machista: los hombres que enviuden podrán volver a casarse, porque el "matrimonio plural" masculino sí está permitido en "el más allá", donde se supone que el hombre convivirá con todas sus esposas. Los divorcios, en tanto, requieren de un trámite engorroso: el mismísimo profeta Thomas S. Monson, actual número uno de la iglesia, debe dar su visto bueno para anular un sellamiento.

Con excepción de la burocracia del divorcio, el millonario Mitt Romney atravesó cada una de las postas que hacen a un mormón cabal. Y aunque termine perdiendo ante Barack Obama (las encuestas dan ganador al actual presidente por escaso margen), la dirigencia mormona es optimista respecto a lo que la postulación de Romney ya generó. En palabras del portavoz Michael Otterson, "no volverá a verse la perplejidad que veíamos hace 10 ó 20 años cuando la gente escuchaba la palabra ‘mormón’".

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