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Los padres se niegan a contestar a la jueza y al fiscal y señalan a la curia burgalesa

El avance en la investigación del ‘caso exorcismo’ ya está arrojando las primeras contradicciones claras en el seno de los señalados por la denuncia. Los últimos en pasar a declarar por Instrucción 2 han sido los padres y la profesora de Religión que, además de ejercer como una suerte de ‘consejera familiar’, fue parte del grupo de personas que recomendó, conoció, presenció y admitió en todo momento la práctica de los rituales.
Según contó a la magistrada, ella consideró que algunas de las crisis que sufría la menor en el colegio podrían ser una «prueba de que hubiera algún tipo de posesión o infiltración demoníaca». Además de avisar a la familia del comportamiento de la niña, se puso en contacto con Andrés Picón, vicario de Pastoral de la diócesis burgalesa, quien le recomendó probar (para mejorar la salud mental de la chica) con un exorcista. Fue su compañero catequista, ahora también imputado, quien contactó con el exorcista.
Sí admite haber presenciado las sesiones y, al igual que la madre, asegura que durante el rito la muchacha «vomitaba» tras beber agua bendita con sal, a lo que el sacerdote decía «que eso era bueno», pero niega que se produjera maltrato alguno. Incluso llegó a insinuar a la jueza que en el instituto de la joven se habían dado tres suicidios de exalumnos que «tenían un punto» aunque no llegaban al estado de su alumna, de la que, añade, era compañera de pupitre de otra joven «que pertenecía a una secta satánica». No fue más allá, pero lo dejó caer.
Los progenitores.
En el caso de los padres, que se negaron a prestar declaración cuando fueron citados por primera vez, sí admitieron contestar a las preguntas de su abogado, pero no a las de la jueza, el fiscal y la acusación popular. A pesar de que ambos clavaron su declaración, basada en las mismas preguntas y traducida en respuestas muy similares, existen varias contradicciones con lo que la madre reconoció a la Policía Nacional en su declaración del 14 de agosto de 2014.
En su versión, fue la profesora la que recomendó los exorcismos, que permitieron porque se «cercioraron de que tanto las autoridades eclesiásticas de Burgos como las de Valladolid lo autorizaban». También niegan que se produjeran malos tratos a la niña para obligarla a pasar por los exorcismos y señalan que, si llegaron a  sujetarla entre varias personas, fue para evitar que se hiciera daño. Igualmente niegan el asfixiante ambiente religioso que describió la chica a la Policía y a la jueza y dan una versión que contradice a la de su hija sobre lo que sucedió en casa el día que se tiró por la ventana.
Por contra, la madre reconoció meses atrás ante la Policía Nacional parte del relato de su hija. Por ejemplo, admitió que las oraciones en grupo, el control de lo que veía o escuchaba y la penitencia «voluntaria» sí existieron. También que en cierta ocasión llegó a inmovilizar a su hija y la metió «un trapo que podrían ser unas bragas puestas en el radiador» en la boca, así como que la tuvieron que meter «agarrada» al convento de los exorcismos porque estaba muy nerviosa.

 

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