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Varias personas queman la novela de Salman Rushdie 'Los versos satánicos' en Bradford (Reino Unido), en 1988. Derek Hudson

Los otros intelectuales «blasfemos» que fueron perseguidos por ser críticos con el integrismo islámico

Antes del ataque a Salman Rushdie, el Nobel de Literatura egipcio Naguib Mahfuz sufrió un atentado similar en 1994. De la activista Ayaan Hirsi Ali a los caricaturistas de ‘Charlie Hebdo’, un puñado de librepensadores han sido blanco de la ira del radicalismo

«¿Cómo puede alguien atreverse a juzgar la fe de un hombre y acusarlo de apostasía cuando sólo Dios es capaz de ver a través de nuestra alma?». Esta reflexión la escribía Naguib Mahfuz en su obra Miramar. El escritor egipcio, único premio Nobel que se ha concedido a la Literatura árabe, sufrió como Salman Rushdie la ira del radicalismo religioso. Los sectores ultraconservadores condenaron sus obras por «blasfemas». Ambos fueron demasiado librepensadores, demasiado independientes. Y casi lo pagaron con su vida.

Rushdie fue agredido el pasado viernes, cuando se disponía a dar una conferencia en Nueva York, más de tres décadas después de que el líder supremo de Irán, el ayatolá Ruholá Jomeini, emitiera una fatua que le sentenciaba a muerte. En aquellos días de 1989, su libro ‘Los versos satánicos’ fueron considerados un insulto al profeta Mahoma y al Corán. Su condena inauguró una época de censura religiosa que sigue su rastro hasta hoy.

Mientras Rushdie vivía rodeado de guardaespaldas para proteger su vida, Mahfuz era objeto de la furia radical. El 14 de octubre de 1994, cuando se dirigía a la tertulia que mantenía cada semana con sus amigos intelectuales en el centro de El Cairo, un integrista se le acercó y le apuñaló en el cuello. El ataque guarda semejanzas con el de Rushdie: las puñaladas le provocaron daños en los ojos y oídos y le inutilizaron el brazo derecho, las herramientas de todo escritor. El Nobel sobrevivió y logró recuperar la movilidad del brazo, pero ya siempre vivió bajo la sombra de la amenaza de los grupos islamistas que le declararon «hereje» y le sentenciaron a muerte. Acabó sus días recluido en su casa, de donde salía sólo escoltado por la policía. Murió el 30 de agosto de 2006.

En Europa, el oscurantismo del radicalismo religioso ha perseguido a intelectuales, periodistas y hasta a simples profesores. El director de cine holandés Theo van Gogh fue apuñalado y acribillado a tiros en noviembre de 2004 por un joven marroquí que se había radicalizado después de que el realizador estrenara «Sumisión», un corto en el que denunciaba la opresión de la mujer en el mundo islámico. La obra abordaba la violencia contra las mujeres en las sociedades musulmanas y presentaba a cuatro mujeres maltratadas que aparecían semidesnudas, con sus cuerpos caligrafiados con azoras del Corán.

Aquella cruel acción tuvo otra víctima colateral: la escritora y ex política estadounidense de origen somalí Ayaan Hirsi Ali. Muy crítica con el islam, religión en la que fue educada durante su infancia y que luego abandonó para declararse atea, colaboró en el documental «Sumisión» escribiendo su guion. El asesino de Vah Gogh dejó clavada en su pecho una carta con una amenaza directa a Hirsi Ali. Aunque ya antes había recibido amenazas de muerte por su activismo contra la mutilación genital y por sus polémicas declaraciones sobre Mahoma, tras el asesinato de Van Gogh éstas se vieron redobladas y tuvo que vivir escondida un tiempo. «Estamos en guerra contra el islam. Y en las guerras no puede haber medias tintas», dijo la activista en una entrevista en 2007.

Polémicas caricaturas

En ese tiempo, el mundo se vio envuelto en una violenta polémica a cuenta de la publicación de una serie de caricaturas de Mahoma en el periódico danés ‘Jyllands-Posten’, el de mayor tirada del país. Las imágenes se publicaron a finales de 2005 y generaron una ola de rechazo tanto de líderes musulmanes como de las autoridades nacionales, que consideraron las viñetas una falta de respeto a la religión. El islam no permite la representación figurativa de Alá ni de su profeta, que se considera una blasfemia. En el límite entre la libertad de expresión y el respeto a las creencias religiosas, los controvertidos acontecimientos que se sucedieron hasta 2007 dejaron un reguero de manifestantes muertos, condenas oficiales, disputas diplomáticas y un manifiesto en el que intelectuales como Hirsi Ali, Bernard-Henri Lévy o el propio Rushdie defendieron la libertad de expresión.

Entre los medios que republicaron aquellas caricaturas estaba el semanario ‘Charlie Hebdo’. El 7 de enero de 2015, esta irreverente y satírica revista parisina capitalizó la venganza del integrismo al que se atrevió a atacar en el pasado. Dos jóvenes, los hermanos Cherif y Said Kouachi irrumpieron en su sede armados con kalashnikovs y asesinaron a 12 personas, entre ellas el director y tres de sus caricaturistas. Días antes, la publicación había difundido una viñeta ridiculizando al líder del Estado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi. A la semana siguiente, ‘Charlie Hebdo’ volvió a los kioscos con una caricatura de Mahoma y el mensaje: «Todo está perdonado».

Otro documental controvertido que algunos religiosos consideraron insultante, La inocencia de los musulmanes, provocó una violenta manifestación frente al consulado estadounidense de Bengasi (Libia) que acabó en tragedia el 11 de septiembre de 2012. La respuesta de la seguridad del consulado enconó la protesta en un país que estaba envuelto en una cruenta guerra civil. Milicianos armados atacaron la sede diplomática y provocaron un incendio que se cobró cuatro muertos, entre ellos el embajador Christopher Stevens.

Más recientemente, en octubre de 2020, el profesor de secundaria francés Samuel Paty fue asesinado y luego decapitado por un refugiado de origen checheno, simpatizante del Estado Islámico, que se sintió agraviado por el contenido de una clase que impartió el maestro. Días antes, había hablado a sus alumnos sobre la libertad de expresión y para ilustrar la lección había utilizado una de las caricaturas de ‘Charlie Hebdo’ sobre Mahoma. Previamente, le había pedido a los estudiantes de fe musulmana que abandonaran la clase si así lo deseaban, para no incomodarles. Un padre llegó a presentar una queja en el instituto de Conflans-Sainte-Honorine -en la periferia de París-, algunos alumnos llevaron la polémica a las redes sociales y 10 días después, Paty fue asesinado al salir del centro educativo.

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