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Los obispos argentinos están nerviosos: “Nos atacan, tenemos que unirnos y cuidarnos entre nosotros”

En la 116º Asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina monseñor Ojea dijo que el debate del aborto, la apostasía y los “ataques” a Bergoglio son obra del “espíritu del mal”.

Esta semana se desarrolla en la exclusiva “Casa de ejercicios El Cenáculo La Montonera” de la localidad de Pilar (norte del Gran Buenos Aires), la 116º Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, el congreso anual de la alta jerarquía eclesiástica donde participa un centenar de obispos de todo el país.

En general, cada año suele prestarse atención al documento final que publica el Episcopado, luego de una semana de deliberaciones y “rosca” entre las diferentes alas de la Curia. Pero este año la propia jerarquía católica consideró oportuno hacer bandera desde el principio.

Así fue que el mismo lunes, apenas comenzada la Asamblea, se difundió el discurso de apertura a cargo de monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) y uno de los alfiles de Jorge Bergoglio en Argentina.

Perplejidad y reacción

El discurso inaugural es, en general, un mensaje de quien dirige a la jerarquía eclesiástica a sus pares de las archidiócesis y diócesis argentinas. Una especie de ordenador doctrinario. Pero en este caso también operó como un mensaje a toda la sociedad.

“Estamos terminando un año sumamente difícil”, arrancó su homilía Ojea. Y enseguida sentenció: “muchos acontecimientos que hemos vivido en los últimos meses nos han provocado perplejidad, y al mismo tiempo nos plantean grandes desafíos”.

Las “situaciones complejas y conflictivas” que enseguida describió, según él “esconden un mensaje” que la Iglesia debe “descubrir”.

Primero mencionó “la habilitación del debate sobre el aborto y su repercusión en muchos de nuestros jóvenes”. Incluso, dijo, jóvenes de los propios colegios católicos “a quienes hemos visto tomando partido con su pañuelo verde”. Sin dudas preocupante.

A eso Ojea agregó como grave problema “el fenómeno de las apostasías que apareció posteriormente” al debate sobre el aborto. Y por si fuera poco, “las denuncias de abusos que aumentan el dolor en lo más profundo del corazón de la Iglesia”. De terror.

Y por si faltara algo, “ataques a la persona del Santo Padre desde dentro y desde fuera de la Iglesia de un modo que no tiene precedentes”. ¡Vade retro Satana!.

Encima, la crisis…

“Todo esto lo hemos vivido en medio de una crisis social y económica que golpea a todo el pueblo argentino, y que va resintiendo la confianza en la dirigencia política aumentando el mal humor social, el enojo y la intolerancia que hace muy crispada la convivencia”, prosiguió Ojea.

Sin solución de continuidad, el presidente de la CEA realizó una maniobra nada inocente. Unió de forma sutil los “ataques” a la Iglesia provenientes del “espíritu del mal” (como denominaría más tarde a quienes luchan por el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y a quienes deciden dejar de pertenecer a la institución) con los ataques económicos y sociales que sufre la población trabajadora de parte de las clases dominantes en Argentina.

Frente a esa conjunción de avasallamientos materiales y espirituales, el obispo sugirió a sus pares no reaccionar con “ira, enojo o victimización” y mucho menos con “parálisis e inmovilidad”.

Por un lado, enojarse o victimizarse no sería “justo ni totalmente honesto” ya que, confesó Ojea, “en muchas de estas situaciones hemos tenido nuestra parte de responsabilidad”. Y por otro lado paralizarse sería una reacción “comprensible pero poco apropiada”.

Por el contrario, la solución que propone Ojea (tomando los consejos de su jefe máximo Jorge Bergoglio), es llenar las sotanas de “humildad”, “desprendimiento del reconocimiento social”, “paciencia”, “coraje” y “unidad”. Algo que, al parecer, suena como mucho para el Episcopado.

Dios los libre y los guarde

Monseñor Ojea apeló a un pasaje de la bíblica “carta a los Filipenses” para graficar su mensaje esperanzador. “Nos exhorta a la unidad y a la empatía: ‘tengan un mismo sentir’. Nos invita a la humildad y a velar por los intereses de los demás”.

Para “escuchar de un modo nuevo el corazón de aquel que está enojado con la Iglesia”, Ojea sugiere usar “la humildad”. Y la “conversión personal y eclesial” para mirar “nuestros pecados y los escándalos que se han dado en algunas de nuestras comunidades”.

“Tenemos que aprender a desprendernos de un reconocimiento social que los Obispos teníamos en otro tiempo y que vamos dejando de tener”, reconoció el gerente de la filial argentina del Vaticano. Y para ello, propuso empezar a “renunciar a los primeros puestos en el banquete”.

Eso sí, para el presidente de la CEA es momento de “resistir estos ataques”. Y para ello sugirió a sus colegas “ser especialmente sencillos como palomas pero astutos como serpientes”.

En ese marco, Ojea fue taxativo a la hora de pedir el mayor espíritu corporativo. “En esto tenemos que cuidarnos y sostenernos mutuamente (…) Hoy más que nunca debemos cuidar y defender la unidad de nuestro Episcopado, buscando plantear de frente nuestros acuerdos y desacuerdos, no permitiendo que el espíritu del mal logre dividirnos”.

Santa guerra, Batman

Para Ojea y sus amigos el “espíritu del mal” estaría representado por las millones de personas que exigen desde hace años la legalización del aborto. También por las miles de personas que hace años deciden apostatar para que la Iglesia no siga recibiendo dinero del Estado usando para ese financiamiento su padrón de bautizados.

Para los soldados de Bergoglio el “espíritu del mal” también debe estar encarnado en las cientos de víctimas de abusos sexuales que denuncian públicamente a la Iglesia católica por montar un sistema de encubrimiento de sus victimarios.

Para no hablar de los millones de mujeres y hombres que quieren la implementación plena de la ley de Educación Sexual Integral, verdaderas representaciones diabólicas que pretender dividir al “pueblo de Dios” y destruir todo lo que se encuentra a su paso “en esta hora difícil de la Iglesia y de la Patria”.

El fin de semana termina la 116º Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina.

El documento que salga de la Casa de ejercicios El Cenáculo La Montonera de Pilar seguramente hablará de la pobreza, del narcotráfico, de la corrupción y otros síntomas de la crisis social. Pero este año los obispos se vieron obligados a dar cuenta de la propia crisis de la Iglesia católica.

Eso sí, fieles a su estilo, en lugar de ahondar en las propias miserias, corrupciones y criminalidades eclesiásticas, todo parece resumirse a la eterna y muy útil guerra del “espíritu del mal” contra Dios.

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