He leído el artículo de Joan Puig-cercós (Fátima Ghailan, la línea roja de la ley, EL PAÍS, 22 de febrero) y no logro salir de mi sorpresa. Pero también veo un motivo de esperanza: la de un futuro cambio de rumbo en la gestión de la presencia del islam por parte de la Generalitat. Se queja el señor Puigcercós de "la interlocución única de la comunidad marroquí con las instituciones a través de sus dirigentes religiosos, un hecho que refuerza su dominio sobre los hombres y asfixia a las más débiles e indefensas, las mujeres". Yo añadiría: también deja de lado a los sectores más dialogantes, a los que tratan de fomentar la catalanidad entre los musulmanes, que luchan por el paradigma interreligioso y apuestan por un islam democrático, contextualizado en la Cataluña del siglo XXI.
Pues bien, los lectores deben saber que dicha representación de los imanes ha sido impuesta por la Dirección General de Asuntos Religiosos de la Generalitat contra el criterio de los expertos y de numerosas entidades musulmanas. Muchos somos los musulmanes catalanes que hemos denunciado dicha representación, por lo inapropiado de esta institucionalización del islam, advirtiendo de cómo refuerza el patriarcado y las corrientes más reaccionarias, y niega la voz a los sectores progresistas. Y todos deben saber que ésta Dirección General está gestionada por ERC. Como presidente de la Junta Islámica Catalana, doy fe de que muchos ayuntamientos han convertido a los imanes y mezquitas en sus únicos interlocutores. En el caso de que los responsables de las mezquitas sean dialogantes (y son muchos), podemos avanzar. Pero, por desgracia, no siempre es el caso. Cuando hemos propuesto colaboraciones a concejales de derechos civiles, para apoyar a los musulmanes que trabajan por los derechos de las mujeres y el diálogo interreligioso, la respuesta ha sido la misma: tenemos que consultarlo con la mezquita e incluso con el obispado. Y puedo darle al señor Puigcercós los nombres de los ediles aludidos. Algunos son de su partido.
El caso de Fátima no tiene que ver con el islam como religión: señala directamente a las instituciones catalanas y a su política de favorecer el integrismo de la minoría contra las aspiraciones de normalización de la mayoría de los musulmanes. No por casualidad Cataluña es la zona de España donde se detecta un avance mayor del salafismo. Una situación que debemos cambiar urgentemente, antes de que lleguemos a una fractura social que alentaría el resurgimiento del fascismo. El tiempo apremia.
La sociedad se escora a la derecha. Dejemos los discursos y disputas, y pongámonos manos a la obra. El objetivo es claro: la lucha por un islam democrático en Cataluña, con la igualdad de género como clave de las políticas públicas sobre la presencia del islam.