Los fundamentalismos en nuestro tiempo… Los religiosos y los otros.
Hace ya bastante tiempo he dicho, y nada me ha convencido de lo contrario, que – al menos en lo personal – soy incapaz de dialogar / debatir / confrontar / discutir con un/a fundamentalista. Y no porque crea que tenga razón o razones que yo no tengo, sino porque “tal vez hablamos lenguas diferentes”, y se habla del tema «1» y (al menos es mi apreciación) argumenta sobre el tema «1» pero con planteos del tema «8» … Con lo cual se vuelve imposible rebatir o encontrarse argumentalmente. Y no pretendo (aunque en algunas ocasiones me sea más difícil) referir a mala voluntad o a mentira consciente; simplemente creo que hablamos dos idiomas distintos. Claro que el problema se vuelve importante cuando tal o cual discurso afecta la vida de terceros. Escuchar el discurso, aparentemente bíblico, por ejemplo, de una candidata del Perú, me resulta espeluznante.
El tema con el fundamentalismo es que se sostienen en unos pocos “dogmas” y todo lo comentan a partir de allí. No hay, mínimamente, análisis de textos y contextos, de situaciones o personas.
Los medios (y sus oficinas de divulgación, como ser el cine, o las series) nos llenan con el fundamentalismo islámico. ¡Qué existe, por cierto!, con lo que disimulan otros fundamentalismos, como los judíos, los cristianos y – seguramente – también de otras confesiones. Pero, como Jesús enseña a no mirar la paja en el ojo ajeno sin mirar la viga en el propio, no quiero sino alertar, antes que nada, frente a los fundamentalismos cristianos, como el peruano antedicho, o como tantos otros. Especialmente comentarios (no digo análisis, porque no lo hay) que hacen a la vida de las personas, especialmente a lo “moral”, y casi exclusivamente, a lo sexual. Es frecuente, por ejemplo, notar que frente a tal o cual tema “arrojan” un versículo bíblico sin ningún contexto, sin ningún análisis, sin ningún matiz… simplemente lo arrojan dogmáticamente (¿quién dijo – teológicamente hablando – que un versículo es palabra de Dios?). Es acá donde entramos en las dos lenguas diferentes que nos vuelven incomprensibles mutuamente.
Es cierto que no solamente se aplica esto a lo sexual; también es frecuente en otros temas que ya “ideológicamente” están preestablecidos y pasan a ser el criterio “fundamental” de análisis de todo (y el económico, o el “sectario”, por ejemplo son buenos parámetros).
Pero esto que señalo del fundamentalismo religioso, también – me parece – se da o se puede dar en todos los órdenes en los cuales se construyen sistemas de pensamiento o de análisis. Hay fundamentalismos económicos, de género, políticos, artísticos… o, para ser precisos, puede haberlos, o en ocasiones lo hay. Por ejemplo, escuchar a ciertas corrientes de expresión (me resulta difícil llamarlas “de pensamiento”) como VOX, en España, el bolsonarismo en Brasil, o los llamados “libertarios” y varios grupos cambiemitas de Argentina, escuchar a ciertos dizque periodistas o hasta a algún/a conductor/a o cantante me resulta exasperante. Por la seguridad dogmática con la que se los escucha, con la ausencia casi absoluta de preguntas (porque otra característica de los fundamentalismos es que sólo tienen respuestas, no tienen preguntas, o no parecen tenerlas) …
En lo personal me parece ver que los fundamentalismos, de los distintos tipos, en los distintos órdenes, son el gran problema de nuestro tiempo. Y, especialmente problemático, no sólo porque hablan dogmáticamente y no tienen preguntas, con lo que todo diálogo es difícil, si no imposible, sino, también, porque no hablamos el mismo idioma, e – insisto – es complicado enfrentar el tema «1», hablando del tema «1» pero con argumentos de «8». Hablamos de otra cosa.