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Los evangélicos conquistan el polígono de Carabanchel (Madrid): 17 iglesias en dos calles

La competencia por las almas ha llegado al polígono madrileño del Aguacate. Antiguas naves industriales en el distrito de Carabanchel, que en otro tiempo fueron almacenes textiles o empresas fulminadas por la bancarrota, pugnan ahora por atraer a más y más fieles arrastrados por el auge del protestantismo evangélico.

Este rincón madrileño se ha transformado en una inmensa guarida para el mensaje de Jesucristo. 17 iglesias se juntan en dos calles de 300 metros. Y hasta 76 en todo el distrito: Iglesia Cristiana Reconcíliate con Dios, Nueva Generación, International Church, Ministerio Pasión Por Cristo, Casa del Padre… La vía del Haya es un caso emblemático en toda España, según la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas. De lunes a viernes la calle se viste de empleados que van vestidos con uniforme al polígono. Los sábados y domingos, no. Es otra historia:

— Dios nos ha llamado para esto.

El dominicano Anderson Mora, de 45 años, vive en Madrid desde 2006. “Si alguien nos llama porque tiene depresión”, embauca con unas pupilas grandes color carbón, “les digo que sí se puede salir adelante. La gente se suicida, pero Jesús te puede cambiar la vida”. No son iglesias al uso. Se trata de edificios de ladrillo visto de dos, tres y hasta cuatro plantas. O conglomerados de cemento. O pisos. O garajes. O incluso naves.

Para subir a la Iglesia Ministerio Misionero Pasión por las Almas del pastor Mora hay que atravesar una puerta de barrotes rojiza, subir quince o veinte escalones de granito añejo con una luz tenue que, abriendo paso, alumbra paredes estampadas de azul marino. Ya en la cancela de Dios, gris, un cartel de dos metros más propio de photocall hace de celestino: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”.

Solo en este bloque de pisos hay cuatro iglesias. El alquiler oscila entre los 900 y 1.000 euros al mes por unas salas blancas de más de 300 metros cuadrados con 60 o 70 sillas y un par de baños. “Me cambié de Iglesia por el Señor”, cuenta la madrileña Beatriz García, de 40 años, con una prominente sonrisa. “Nunca fui a misa, pero un día sentí un vacío enorme y mi hermana me dijo que fuera con ella”. Ya no falla. Viene todos los miércoles, sábados y domingos a escuchar al pastor, que hoy resume su homilía en una frase que bien parece un eslogan: “Cuando la noche está más oscura, es justo cuando comienza el amanecer”.

Celebración de un oficio en una iglesia africana.
Celebración de un oficio en una iglesia africana. DAVID EXPÓSITO
Al contrario que la iglesia católica, la evangélica ha experimentado un ascenso fulgurante en los últimos años. Si en 2014 existían 599 lugares de culto en todo Madrid, cinco años después llegan a los 732. Los evangelistas son la confesión minoritaria más numerosa de España seguida de los musulmanes y de los testigos de Jehová, según datos del Observatorio de la Religión del Ministerio de Justicia. Es un fenómeno global. Sobre todo en Latinoamérica y Estados Unidos. “En Brasil los evangélicos fundamentalistas fueron decisivos para derrocar a Rousseff y aupar a Bolsonaro”, explica el teólogo Juan José Tamayo. Y es Carabanchel, donde conviven 250.000 vecinos con un 18% de extranjeros, el distrito madrileño con más lugares para este culto, seguido de Vallecas, Latina, Villaverde y Centro.

Domingo soleado, pero de los que incluyen abrigo largo. El nigeriano Jaki Bola, de 36 años, acude en vaqueros y camisa blanca a escuchar al pastor Kinsley Ohangbon. En esta iglesia africana, ubicada en un segundo piso al final de la calle de Haya, el ambiente es festivo. El local es una sala de más de 300 metros cuadrados que cuesta 2.000 euros al mes y que, como el resto, se sufraga con la ofrenda voluntaria de los feligreses. Aquí se canta. Se baila. Se goza. “Dios es amor”, reza un cartel que cuelga del techo con globos azules y amarillos al más puro estilo fiesta de cumpleaños sorpresa. Al fondo y en el centro, sobre un atril acristalado, un hombre enfundado en un traje oscuro abre la misa en inglés: “Jesucristo está en cada uno de nosotros”, vocifera. En Nochevieja, avisa otro diácono en la entrada ataviado con un llamativo traje africano amarillo, habrá una vigilia de madrugada:

 — Y nos comeremos las uvas, que la comida no tiene religión.

El polígono del Aguacate es un caso prácticamente único en toda España, según la Federación de Entidades Evangélicas. “No tenemos muchas ayudas  —en 2015 Hacienda desestimó la casilla del IRPF para los protestantes—, por eso nos vamos a la periferia”, cuenta el portavoz Jorge Fernández. La Comunidad de Madrid, sin embargo, sí les ha aprobado una subvención de 30.000 euros para 2020. “No creo que haya otros polígonos como este que, solo hay que ver la afluencia, responde a una necesidad. Nos instalamos en las periferias porque es más barato y porque ahí no se aplican las normativas de ruido del centro”.

— Hola, ¿entran por primera vez?

Una mujer canta durante el oficio en una iglesia africana.
Una mujer canta durante el oficio en una iglesia africana. DAVID EXPÓSITO
Mery Anameme es la encargada de protocolo de la Iglesia Casa del Padre, una gigantesca mole de hormigón de dos pisos en mitad de la calle Haya. Anameme, hondureña de 40 años, tiene a su cargo 50 empleados que mantienen el orden y dan la bienvenida a los nuevos y veteranos feligreses, como si fuesen acomodadores de cine o teatro. “Hola, ¿qué tal?”. “Por aquí, por aquí, buenos días”. “Que Dios le bendiga”. Esta inmensa iglesia adquirió 800 butacas de segunda mano en una sala de Barcelona. Como el resto, la administración económica proviene de los donativos que los fieles entregan con un sobre al final de la ceremonia, que suele alargarse casi dos horas y que, en este caso, incluye un desfile de bailarinas, conciertos y karaokes con canciones evangélicas. Es tal la afluencia que los domingos tienen dos turnos. Por la mañana: matrimonios y familias. Por la tarde: adolescentes y jóvenes. “Es otro estilo, pero manejamos siempre el mismo programa del Evangelio”, dice Anameme.

El goteo de familias con carritos de bebé y niños de la mano es incesante desde las cercanas bocas de metro o desde las paradas de autobuses, que a veces llegan abarrotados. Por si acaso, también se acercan taxistas avispados. Cerca de 3.000 feligreses de todas las nacionalidades acuden todos los fines de semana. El caso más llamativo es la Casa Salem que, tras vender hace tres años un edificio en propiedad en el polígono Oporto, compró un terreno sobre el que levantó una gigantesca nave blanca de tres plantas que se distingue del resto por una gran cruz de hierro que da la bienvenida a la entrada.

Cientos de feligreses se reúnen en el auditorio de la iglesia Casa del Padre para escuchar al pastor Juan Manuel.
Cientos de feligreses se reúnen en el auditorio de la iglesia Casa del Padre para escuchar al pastor Juan Manuel. DAVID EXPÓSITO
“El pastor de aquí es muy conocido en nuestro país”, avisa antes de entrar el cubano Rafael Sorón, de 28 años. Es Marcos Vidal, que ganó un Grammy latino en 2016 por su disco cristiano. En su canal de Youtube, varias de sus canciones superan el millón de reproducciones y los vídeos de sus homilías son seguidas por miles de ciudadanos en todo el mundo. La sala donde predica cuenta con 1.400 butacas que, por supuesto, están casi siempre ocupadas. Y, por si los que han llegado tarde no pueden verlo bien, el escenario cuenta con una gigantesca pantalla —al más puro estilo plaza de Callao—, además de un piano de cola, una batería, unas guitarras y, por supuesto, una retransmisión con cámaras en directo.

“Nosotros nos diferenciamos de los católicos por el ritualismo”, dice el español David Alves, de 41 años, tercer pastor de la Casa Salem. “Tuve una experiencia personal con Jesús el día de la boda de mi hermana. Estando de pie empecé a respirar una atmósfera acaparadora”. Casado y con dos hijos, recuerda que hasta ese día trabajaba en una asesoría. Ya no. Ahora es pastor a tiempo completo con un salario que oscila entre los 1.200 y 1.800 euros. “Siempre hay cosas que atender”.

Todas las iglesias cuentan con una obra social encomiable. También con “grupos hogar” o “semilleros”. Pequeños grupos que van por las casas para charlar y convencer a futuros fieles. Ninguna misa es igual. Ninguna parroquia es igual. Algunas, como esta, son casi un espectáculo audiovisual. Otra, como la Iglesia Hossana, es un genuino mitin. O quizá tiene una aureola con ciertos aires de secta:

— No voy a administrar, pero lo voy a hacer.

El panameño Luis Carlos Linares, de 64 años, lleva siete años como único pastor de la Iglesia Hossana. “Vivo por la fe”, pregona mientras su esposa escucha en primera fila. “¡Anoche recé seis horas hincado de rodillas!”, grita iracundo. “Ameeeen”, contestan los 60 que han venido a escucharle. Su homilía arranca a las 12.00. Termina a las 14.00.

Esta iglesia nace en un tercer piso de paredes blancas de 200 metros cuadrados. “Hermana, quédate donde Dios te mande”, predica Linares mientras camina por el pasillo central que divide a unas 70 sillas. “Ameeeen”, vuelven a replicar todos. “Qué sabio”, inquiere otro de lejos. Se acerca el final de la homilía. De fondo, suena una canción evangélica de YouTube. De cerca: “Sube la música, Sergio”, inquiere el pastor, que aumenta el volumen de la voz en señal del final del discurso. Algunos feligreses levantan el puño de la victoria conforme el panameño avanza. “Jesús, Jesús”, grita uno. Linares, ataviado con traje y corbata, se para. Cierra los ojos. Posa su mano derecha sobre la cabeza de una mujer que también decide sellar sus pestañas. Él dice unas palabras rarísimas. Ininteligibles. La mujer cae al suelo. Otra compañera la cubre rápidamente con una tela marrón. “Es para que no se le vean las partes”, explica después. Pasado unos minutos, la señora se incorpora.

— ¿Qué estaba haciendo, pastor?

— Administrar el Espíritu Santo.

Dos mujeres caen al suelo durante una homilía en la iglesia Hossana.
Dos mujeres caen al suelo durante una homilía en la iglesia Hossana. DAVID EXPÓSITO
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