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Los cubanos esperan al Papa del deshielo

El sábado Jorge Mario Bergoglio se convertirá en el tercer Pontífice que visita la isla en 17 años

A dos días de la llegada a La Habana del papa Francisco, este jueves se pulían detalles en la plaza de la Revolución, donde el pontífice argentino oficiará misa el domingo. Desde el palco, Bergoglio verá en la fachada del Ministerio del Interior la efigie de un compatriota, Ernesto Che Guevara. Enfrente tendrá a cientos de miles de cubanos agradecidos por su papel en el deshielo entre Cuba y Estados Unidos.

A las once la Orquesta de la Universidad de las Artes terminó una pieza y el organizador de la ceremonia concluyó: “Muy bien, maestros, no hay necesidad de otro ensayo. El almuerzo está en camino”. A un lado unos trabajadores se esmeraban en desenrollar la alfombra roja por la que accederá Francisco al palco, una sencilla estructura blanca desde la oficiará la misa. Detrás del escenario, sobre la sede del Teatro Nacional, han colgado el lema de la visita pastoral del Papa: “Misionero de la misericordia”.

La capital vive en torno al acontecimiento, con carteles por todos los lados: “Bienvenido a Cuba, papa Francisco”. Es el tercer Pontífice que visita la isla en 17 años pero su histórica intermediación diplomática le da una dimensión que sobrepasa lo religioso. “Me emociona mucho que venga. Él va ser muy importante para ayudarnos a resolver muchas necesidades”, opinaba en la céntrica Avenida 23 Ana Celia Figueredo, de 51 años y funcionaria de las Fuerzas Armadas. Aunque en la misma calle, el camarero Sarién Carballal, de 37 años, le ponía al asunto una nota de desapego: “Para mí es un evento sin más. Hubo gente que se ha beneficiado de su visita, porque han liberado a unos cuantos presos, pero a mí en lo particular no me repercute en nada”.

Refuerzo para la Iglesia

En las iglesias de la ciudad esperan el acontecimiento con la confianza de que ayude a reforzar su base social. “Creo que impulsará más el resurgimiento de fe que se ha vivido desde la visita de Juan Pablo II. Este Papa es querido por todo el mundo porque es una persona que vive la religión no como algo teórico sino práctico, y se acerca a los necesitados, que es el fondo verdadero de la Iglesia”, dice el salesiano español Manel Morancho, de 64 años, párroco de San Juan Bosco. Una mujer entra en la habitación y anuncia: “Ya vino la luz, padre”.

El catolicismo convive en Cuba, de igual a igual, con los cultos afrocubanos enraizados en las religiones que trajeron los esclavos, y el esencial sincretismo de la isla hace que muchos cubanos combinen sus ritos santeros con ir a misa. “Nosotros sufrimos el rechazo de algunos sacerdotes que nos satanizan, y sin embargo eso no quita que vayamos a la iglesia. No son templos yoruba, pero son la casa de Dios”, explica en su casa Roberto Haro, de 54 años, babalao (sacerdote de su culto) y vendedor de artículos santeros por cuenta propia.

Haro, un criollo de origen español entregado a la fe africana, también ensalza a Francisco: “Este Papa ha revolucionado la filosofía católica y se ha puesto al lado de los explotados. Se ha vuelto un icono. Es el Papa de América. Y el pueblo cubano en general está agradecido por lo que está haciendo para resolver nuestras diferencias con EE UU. Cuando tú conversas con la gente te dice: ‘Qué bueno que el Francisco ha intervenido en esto”.

Tanto el babalao como el cura afirman que Cuba ha superado los tiempos de la intolerancia religiosa, aunque el estigma de la fe como elemento contrarrevolucionario todavía hace que algunos prefieran mantener su espiritualidad en privado. No será así el fin de semana. La plaza de la Revolución se abarrotará como se abarrotaba en las arengas de Fidel Castro, e irán propios y extrañeros, religiosos o curiosos.

El joven periodista Abraham Jiménez cuenta una anécdota que lo refleja. “El otro día en el barrio se me acercaron dos señoras que son muy ateas y me preguntaron si el acceso a la misa iba a ser por invitación”. Será libre

El Papa elogia el “ánimo” de los cubanos “contra las dificultades”

En un escenario sobrio, el papa Francisco se ha dirigido a los cubanos en un mensaje grabado que se ha emitido este jueves por la noche en la televisión estatal de la isla y ha elogiado “el ánimo con que afrontan las dificultades cada día”. El Pontífice aterrizará en La Habana el sábado para una visita pastoral que tendrá su clímax el domingo con la misa que ofrecerá en la icónica Plaza de la Revolución y se extenderá el lunes en la ciudad de Holguín y en Santiago de Cuba el martes, día en que sale rumbo a Estados Unidos.

“De mi parte quisiera transmitirles un mensaje muy sencillo, pero importante y necesario: Jesús los quiere muchísimo, los quiere en serio, los lleva siempre en su corazón, y sabe lo que uno anhela, cuáles son sus deseos más profundos, y él no nos abandona nunca”, dijo. “Voy a visitarlos para compartir fe y esperanza, para que nos fortalezcamos juntos”. “Quiero estar con ustedes como misionero de la misericordia de Dios”. “Iré al santuario de la Virgen de la Cobre como un peregrino más, como un hijo que está deseando llegar a la casa de la madre”, concluyó el Papa en un mensaje de acento religioso, si bien su visita viene marcada por su relevante rol mediador en el deshielo entre Cuba y EE UU.


El providencial desembarco del Papa

El País. Juan Jesús Aznarez

La Iglesia católica cubana recibirá al papa argentino Francisco más esperanzada que nunca porque su sensibilidad es latinoamericana, no hará falta traducirle, ni en público ni en privado, y se ha implicado en la pacificación de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, imprescindible para el crecimiento eclesial en feligresía, espacio y medios. La renuncia al activismo político ha sido fundamental en la progresión del catolicismo en el país caribeño: el episcopado fortaleció su interlocución con el Gobierno de Raúl Castro al enfriar su relación con los disidentes. Puede recibir fondos del extranjero, recuperó decenas de propiedades confiscadas y en las afueras de La Habana se construye la primera iglesia desde el triunfo de Fidel Castro en 1959. La institución religiosa ayuda en hospitales, cuida enfermos mentales y ancianos, y organiza cursos de capacitación y emprendimiento empresarial. Desearía catequizar en libertad, una emisora de radio, administrar escuelas privadas y una presencia sistemática en los medios de comunicación oficiales pero, de momento, es pedir peras al olmo.

La Iglesia católica cubana fue diezmada a partir del año cero con cargos de contrarrevolución, colaboración con el enemigo o a las bravas. Los templos fueron convertido en museos y auditorios, y sólo en septiembre de 1961, un total 131 sacerdotes de las seis diócesis embarcaron en el Covadonga rumbo a España. “En esa época la persecución fue dura por parte del Gobierno. Teníamos 700 sacerdotes para atender a seis millones de fieles”, declaró en su día monseñor Agustín Román (1928-2012), también expulsado. “Las expulsiones comenzaron con la excusa de que eran extranjeros. El plan era limitar el clero a 200 sacerdotes con lo cual, según pensaban ellos, se debilitaría la Iglesia hasta extinguirse”.

No desapareció porque optó por la hibernación y el empequeñecimiento durante decenios para cumplir con la taxativa recomendación del papa Juan XXIII al conocer las penalidades del clero isleño: “¡Las relaciones diplomáticas no se interrumpen nunca!”. Para ello, su Iglesia debió resignarse a las concesiones gubernamentales, escalonadamente generosas conforme el episcopado se distanciaba de los grupos opositores y de las políticas estadounidenses encaminadas a fomentar sublevaciones en Cuba. En su visita a la isla, en 1998 y 2012, respectivamente, los conservadores Juan Pablo II y Benedicto XVI aceptaron la hoja de ruta de los también conservadores obispos cubanos, partidarios de la aquiescencia con el castrismo y de las calladas gestiones en la excarcelación de presos políticos. Convinieron en que el martirologio hubiera sido poco rentable. Igual ocurrirá con el papa argentino.

El notarial desembarco de Francisco en la distensión entre EE UU y Cuba se antoja providencial pero no sublime, pues ni Dios ni el diablo hubieran podido sentarlos en la misma mesa de no haberse impuesto en las dos naciones la necesidad de hacerlo. El perfil del Santo Padre es cercano al pretendido por Barack Obama y Raúl Castro en un fedatario porque coincide en algunos asuntos con la teología de la liberación aplaudida por Cuba y es lejano al conservadurismo del episcopado norteamericano afecto a las tesis del partido republicano. Los obispos confían en que si los países dejan de guerrear y desaparece el enemigo externo como justificante, el Gobierno puede levantar obstáculos al crecimiento de la Iglesia de Cristo en un país mayoritariamente católico pero trufado por el sincretismo religioso. Las reticencias no son pocas puesto que sectores del partido comunista de Cuba perciben a los católicos como incompatibles con el laicismo revolucionario y susceptibles de constituirse en quinta columna con el viento a favor.

La estrategia de la Iglesia no ha cambiado desde que se multiplicaron los canales de comunicación con el Gobierno, que el Papa tratará de ampliar. El objetivo es agrandar las concesiones, reconstruir la infraestructura en templos, seminarios y lugares de culto, rejuvenecer la plantilla de curas y monjas y sumar laicos. Probablemente logrará avances porque las relaciones se encuentran en un “buen nivel”, según fuentes oficiales, pero a costa de debilitar su interlocución con la feligresía católica disidente, según sus representantes.

No obstante, la normalización entre EE UU y Cuba y el advenimiento de Francisco recondujeron algunos discursos opositores hacia la introspección. “Cuba está necesitada de cambios y libertad. La libertad no la va a traer el Papa pues no es un libertador. Los cambios tampoco, estos deben ocurrir dentro de Cuba y tenemos que buscarlos los cubanos”, declaró a la agencia Efe Berta Soler, líder de las Damas de Blanco.

Un obrero repara un muro junto a un cartel del Papa. / REUTERS
Un obrero repara un muro junto a un cartel del Papa. / REUTERS
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