La Asociación Cementerios refunda Fraternidad Cívica, primer colectivo que, hace cien años, defendió la dignidad del duelo laico
Fue en 1916 cuando Catalina García —la viuda del expresidente de la República Nicolás Salmerón, fallecido en 1908— tomó la determinación de fundar la asociación Fraternidad Cívica, la primera organización que defendió, en el Madrid católico de la época, el derecho a un duelo laico en los camposantos de la región, en su mayoría controlados por la Iglesia.
Un siglo después, esta entidad sin ánimo de lucro, que terminó su periplo con el estallido de la Guerra Civil en 1936, ha regresado al cementerio de La Almudena: la Asociación Cementerios ha refundado Fraternidad Cívica, colectivo de librepensadores que durante dos décadas batalló por el respeto a la libertad dentro y fuera de los muros de las necrópolis.
Entre los logros de la asociación que presidió García hasta su muerte —después la dirigió su hija, Catalina Salmerón— está llevar en 1917 la instalación del agua al cementerio civil de La Almudena, que se había inaugurado en 1884 a pesar de la oposición de la Iglesia. “Hasta entonces, las flores de los muertos duraban dos días y el camposanto estaba muy sucio”, cuenta Paloma García Zúñiga, presidenta de la Asociación Cementerios. Los miembros de Fraternidad Cívica también lucharon por la libertad más allá de las tapias de La Almudena: asistieron a manifestaciones a favor de los derechos sociales, reunieron firmas para celebrar el día de la República —antes de que se implantase el 14 de abril— o mandaron escritos en defensa de presos encarcelados por sus ideas, como el caso de Largo Caballero, Julián Besteiro y los demás políticos encarcelados por participar en la huelga general de agosto de 1917.
Un siglo después, la nueva Fraternidad Cívica-Cementerio Civil, su nuevo nombre, celebra desde el pasado viernes hasta el 18 de diciembre su primer acto, una exposición monográfica sobre el mausoleo en el que está enterrado Pablo Iglesias en La Almudena. La muestra, que coincide con el 91 aniversario de su fallecimiento, repasa la simbología y la historia del panteón en el que descansa este gallego fundador del PSOE y de UGT.
Fraternidad Cívica también se ocupó de que los entierros que se celebraban en el cementerio civil llevaran sobre el féretro su símbolo: una corona de flores. Su lucha por un culto laico, cuando la constitución de 1876 defendía un estado confesional católico, creó un espacio para la libertad religiosa en el Madrid cristiano de principios de siglo, descrito de manera brillante en obras como La forja, primer volumen de la trilogía de Arturo Barea La forja de un rebelde, que narra los avatares del escritor durante la primera mitad del XX.
Cien años después, las intenciones de la asociación son otras: entre sus propósitos, además de reivindicar el legado histórico de La Almudena y organizar visitas guiadas, está la rehabilitación del camposanto, la rebaja del IVA funerario —que en 2012 pasó del 8% al 21%— y la declaración de Bien de Interés Cultural para una necrópolis en la que descansan un par de premios Nobel (Vicente Aleixandre en Literatura y Ramón y Cajal en Medicina)-, un Balón de Oro (Di Stéfano) o escritores de la talla de Pío Baroja y Dámaso Alonso.