Benedicto XVI no quería ofender al islam, pero contribuye al prejuicio occidental sobre esta religión
Leído con atención, he llegado a la conclusión de que Benedicto XVI no pretendió ser ofensivo con el islam. Esto no quiere decir que el discurso no lo sea, ya que distorsiona las enseñanzas del islam, lo que contribuye a afirmar el prejuicio occidental sobre él como religión violenta. Además, el máximo representante de la Iglesia católica establece una contraposición entre el Dios del islam y el Dios del cristianismo, dando a entender que no son el mismo.
El Papa se apoya en una visión negativa del islam para defender una postura de conciliación entre razón y fe, que sería característica del cristianismo eurocéntrico que él defiende, como síntesis del racionalismo griego y del Antiguo Testamento. Según este esquema, el islam tendería a considerar a Dios algo absolutamente trascendente, lejano al hombre, y que se expresaría como una voluntad arbitraria, sin que deba someterse a ninguna norma, incluida la categoría de la racionalidad. Frente a este Dios arbitrario, el Dios cristiano se nos presenta unido a la razón.
Constituye un grave error intelectual asignar una determinada postura única y característica sobre las relaciones entre fe y razón, tanto en el islam como en el cristianismo. Es más: son muchos los estudiosos que han afirmado que la síntesis presentada por el Papa como característica del cristianismo llegó a esta religión a través de las traducciones latinas de los filó- sofos musulmanes Avicena y Averroes. En la alta Edad Media, a los filósofos cristianos que reclamaban una síntesis de este tipo se los acusaba de ser filomusulmanes.
A partir de esta diferenciación, Benedicto XVI dice que el islam predispondría al musulmán a aceptar cualquier cosa, por muy contraria a la razón que se presentase, como parte de la voluntad divina. Como ejemplo, menciona la aceptación de lo que es un absurdo teológico: la idea de que la fe puede ser impuesta, dando a entender que esta es la doctrina defendida por el profeta Mahoma. Esto apenas merece comentario, ya que el propio Benedicto XVI cita el versículo coránico según la cual "no hay imposición en la religión".
La palabra árabe yihad no significa "guerra santa". Este concepto pertenece a la tradición de la Iglesia ca- tólica, y es del todo ajeno al islam. La yihad, como combate armado, es únicamente defensiva. El Corán afirma que uno de los motivos que hacen lícita la yihad es la defensa de las iglesias y de las sinagogas. A pesar de ello, el Papa insiste en asimilar el concepto de yihad a la imposición violenta del islam.
Según el Papa, el problema estriba en que "el Dios del islam" es "absolutamente trascendente", sin otra relación con el hombre que la expresión de su mandato. De ahí se derivaría una religión puramente legalista, en la cual la figura del profeta queda reducida a la del legislador.
En este punto, el Papa hace evidente su ignorancia. En el Corán Dios se presenta tanto como un Dios lejano y trascendente como cercano e inmanente. A esta dualidad corresponden los llamados Atributos de Majestad y de Belleza. Dios es el Altísimo, el Todopoderoso, el Inmenso, pero también es el Misericordioso, el Compasivo, el Manso, el Tierno, el Amoroso. Dice el Corán: "Dios está más cerca del hombre que su vena yugular". También dice: "Miréis donde miréis, ahí está la Faz de Dios". El profeta Mahoma dijo: "A Dios no lo abarcan los cielos ni la tierra, pero lo abarca el corazón del que se abre a Él". La intimidad de los creyentes con Dios es el tesoro del islam, la ausencia de mediadores, de sacramentos, dogmas y doctrinas que se interponen entre el creyente y su Señor.
Al final, el Papa hace suya la conclusión del emperador Manuel II: "No actuar razonablemente es contrario a la naturaleza de Dios". Esta frase, en el conjunto del discurso, puede entenderse como una descalificación completa del islam. Dado que el Dios del islam ha sido presentado como un Dios que no actúa conforme a la razón, cualquiera puede concluir que no es un verdadero Dios. Mucho me temo que esto refleja el verdadero pensamiento de Benedicto XVI sobre el islam, más allá del discurso oficialista de la Iglesia.
Ante esta lamentable conclusión, debemos afirmar que el Dios del islam y el del cristianismo son el mismo, el mismo Dios único del cual proceden todas las grandes religiones de la humanidad. Cualquier otra consideración conduce a rechazar o a minusvalorar al otro, lo cual no es una buena base para el diálogo interreligioso.