Dos de ellas, Sor Annamaria y Sor Gianbattista, fueron destinadas al convento de Altamura (Bari), mientras que en Biceglie se ha atrincherado la madre abadesa Liliana Martina, que vive allí desde hace 45 años, y que ha hecho saber que no se moverá del monasterio hasta que "el Señor le llame a su lado".
Los medios de comunicación nacionales hablan de "tensiones, peleas y agresiones" e, incluso, en el pueblo se cuenta que la madre superiora tuvo que ser atendida por las heridas que le causaron sus compañeras.
Los motivos de las peleas no se conocen pero la difícil convivencia entre las monjas obligó al canciller arzobispal, Giuseppe Asciano, a pedir la intervención del Vaticano.
El representante del arzobispado explicó en una carta que en el último periodo "la vida comunitaria se había hecho muy difícil" sobre todo tras la muerte de las otras dos religiosas que vivían en el convento.
A esto se unió "la complicada convivencia entre las monjas que quedaron", agrega la misiva.
"Ante las problemáticas surgidas se ha decidido pedir a la Santa Sede, a través de la Congregación para los Institutos de vida Consagrada, que aclare la situación del monasterio, visto que no se puede garantizar un tranquilo desarrollo de la actividad monástica", se lee en la nota.
Asciano añade que además se habían producido "repetidos actos de insubordinación por parte de la abadesa", que había sido invitada a abandonar el monasterio.
Por el momento, el Vaticano ha nombrado al sacerdote Filippo Salvo que se ocupe de la gestión del monasterio, que fue construido en 1519 y desde 1963 es un convento de clausura.
El Vaticano tendrá que decidir ahora si cierra definitivamente el convento o traslada a nuevas religiosas al monasterio para formar una nueva comunidad.