El tema de la plegaria posiblemente sea el ejemplo más claro entre las abundantes y exquisitas contradicciones internas de las teologías cristiana y católica — si se cree en un dios que tiene un Plan Divino, la oración ciertamente sobra, pues todo va de acuerdo al plan (ese tumor, el accidente que dejó huérfana a una familia, el no poder pagar las cuentas a fin de mes…). En cambio, si la oración sirviera de algo, pues no es muy brillante esa deidad, que pudiéndolo todo y sabiéndolo todo, igual puede venir el primer manteco a cambiarle los planes sólo porque lo pide mucho, muchito. Ya decía George Carlin que es un poco presumido esperar que dios cambie tooooodo su Plan Divino sólo porque uno cree que tiene una mejor idea de cómo deberían ser las cosas.
Afortunadamente nos podemos ahorrar las sesiones de filosofía, pues contamos con estudios científicos rigurosos y metodológicamente robustos sobre las plegarias. Veamos.
El primer estudio al respecto se publicó en 2006, y analizaba los efectos terapéuticos de las plegarias por pacientes de cirugía de bypass coronario alojados en seis hospitales diferentes. Los pacientes fueron divididos en tres grupos: al primer y segundo grupos de pacientes les dijeron que tal vez se elevarían plegarias por ellos; a los pacientes del tercer grupo se les dijo que definitivamente habría plegarias por ellos. El estudio contó con la colaboración de tres iglesias cristianas que sólo rezaron por los pacientes del primer grupo.
Para sorpresa de nadie, no hubo diferencias significativas entre los pacientes de ninguno de los tres grupos, dejando meridianamente claro que las plegarias ofrecidas por muchas personas no tienen absolutamente ningún beneficio sobre la salud de los demás.
En 2017, la Cochrane revisó 17 ensayos controlados aleatorizados, y su metaanálisis llegó a la conclusión de que no hubo diferencias significativas de la oración de intercesión sobre las muertes, el estado clínico general, el reingreso a la Unidad de Cuidados Coronarios, ni sobre la re-hospitalización.
El tercer estudio con el que contamos es uno que analizó las plegarias que las congregaciones católicas hacen por la salud de su respectivo obispo —una práctica rutinaria en la misa—. El estudio comparó la longevidad de 857 obispos católicos, 500 sacerdotes católicos y 3.038 profesores universitarios masculinos de seis países. Los resultados indican que los obispos y sacerdotes no viven por más tiempo que los profesores universitarios.
Supongo que son noticias un tanto incómodas para los adoradores del zombie judío, en cualquiera sus sectas: o están adorando a la deidad equivocada, o igual a su deidad le trae al pairo si le ruegan por la salud o la vida de un ser querido. Qué curioso — ¡es casi como si el dios cristiano-católico no existiera!
¿Alguien quiere aventurar qué contorsiones de gimnasia mental veremos para conciliar todo esto? Mi apuesta es que incluso los creyentes más bien cuerdos seguirían elevando plegarias por los enfermos —o haciendo toda la pantomima como si lo hicieran— porque les sirve como señalización de virtud, incluso si ellos mismos no se lo creen, y no pueden ofrecer una explicación coherente.
(vía Center for Inquiry | imagen: Ben White)