COMENTARIO: Denunciamos este comportamiento de las autoridades, sean del signo que sean. Y desde luego, el compartamiento que se describe es absolutamente incompatible con la laicidad, y así lo venimos manifestando. Se trata de un uso de la religión, tan censurable como en que realiza el clero y la iglesia de la política. Unos para obtener votos, otros para mantener sus privilegios.
Soy partidario de la libertad individual, de que cada persona, con el único límite de las leyes justas y de no dañar a sus semejantes, haga lo que le parezca bien, en todos los planos de la vida, que son muchos.
Esto implica el respeto a las religiones, sean cuales sean; que cada uno sea libre de seguir una creencia, otra o ninguna; siempre y cuando deje a los demás que hagan lo mismo (lo de degollar infieles, por ejemplo, no me parece correcto).
Sin embargo, estos días de Semana Santa, una celebración religiosa, que conmemora hechos relevantes para la religión con más seguidores de este país, pone de relieve una vez más las contradicciones de algunos de nuestros semejantes, que ejercen, para más inri, cargos públicos.
Resulta que se pasan la vida hablando de lo laico que es nuestro Estado, de lo laico que es su partido (el socialista, claro), de lo laicos que son ellos… hasta que llega el momento de desfilar, cirio en mano, en las procesiones. O de visitar vírgenes y santos en las romerías, iglesias y ermitas y hacerse bonitas fotos con las imágenes.
Me parece ridículo; ni siquiera me indigna, me parece sencillamente patético, ver a gentes que presumen de no creer, que militan en un partido que hace de la laicidad bandera, y que se colocan en primera fila en procesiones y romerías. Creo que ese comportamiento revela un fondo inquietante: o no saben lo que se contradicen ellos mismos, o lo saben y sencillamente pretenden engañarnos.
