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Laicismo y tolerancia

Sr. Director de IDEAL: Domingo tras domingo, don Jesús Blanco Zuloaga salta a la palestra en su periódico para defender a su Iglesia contra tirios y troyanos. Está en su derecho de hacerlo siempre que, como en demasiadas ocasiones, no se pase de la raya cayendo en la tergiversación el tremendismo.

 En primer lugar, porque no se atiene a la realidad y, en segundo, porque parece empeñado en crear un estado de tensión, diríase que calculado, que, en cualquier caso, se me antoja innecesario y pernicioso. Así se deduce de sus tres últimos escritos en su periódico: ‘Me duele España’, ‘Dictadura del laicismo’ y ‘Enseñanza de religión’. En los tres, como denominador común, su obsesión recurrente, sus fantasmas de siempre: el laicismo y los laicistas, igual, según él, a intolerancia y dictadura. ¿Qué entiende don Jesús por laicismo, ese término que tan omisoso presagios le despiertan? Le diré lo que yo pienso al respecto y espero que lo entienda. Es ni más ni menos que una actitud de respeto y defensa de todo tipo de creencias e increencias, más o menos trascendentes, siempre que éstas no condicionen e interfieran, con excluyentes criterios, lo que se supone es un derecho de todas ellas en el ámbito mucho más amplio y complejo de la convivencia política. Como, además, no se guía por dogmas e infalibilidades siempre busca caminos para el consenso y la armonía. En el caso de su Iglesia, ¿habría surgido jamás un problema si se hubiera limitado a exponer su doctrina a quien quiera oirla y obedecerla y no imponer políticamente sus puntos de vista? (control de la natalidad, divorcio, eutanasia, homosexualidad… Ante estas situaciones, ¿no comprende don Jesús que el laicismo y el laicista tienen que defenderse y que esa defensa, en el Estado de Derecho, no es parcial ni caprichosa sino bajo unas normas que conciernen a todos?

   Por todo ello y desde aquí, rogaría a don Jesús que no utilice la tribuna que le ofrece IDEAL para explotar un victimismo tan irreal como trasnochado. Debería saber que, de alguna manera, todos podemos ser víctimas o victimarios, según ocasión y circunstancias, sin que nadie pueda, de antemano, apropiarse de la inocencia

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