En primer lugar, porque no se atiene a la realidad y, en segundo, porque parece empeñado en crear un estado de tensión, diríase que calculado, que, en cualquier caso, se me antoja innecesario y pernicioso. Así se deduce de sus tres últimos escritos en su periódico: ‘Me duele España’, ‘Dictadura del laicismo’ y ‘Enseñanza de religión’. En los tres, como denominador común, su obsesión recurrente, sus fantasmas de siempre: el laicismo y los laicistas, igual, según él, a intolerancia y dictadura. ¿Qué entiende don Jesús por laicismo, ese término que tan omisoso presagios le despiertan? Le diré lo que yo pienso al respecto y espero que lo entienda. Es ni más ni menos que una actitud de respeto y defensa de todo tipo de creencias e increencias, más o menos trascendentes, siempre que éstas no condicionen e interfieran, con excluyentes criterios, lo que se supone es un derecho de todas ellas en el ámbito mucho más amplio y complejo de la convivencia política. Como, además, no se guía por dogmas e infalibilidades siempre busca caminos para el consenso y la armonía. En el caso de su Iglesia, ¿habría surgido jamás un problema si se hubiera limitado a exponer su doctrina a quien quiera oirla y obedecerla y no imponer políticamente sus puntos de vista? (control de la natalidad, divorcio, eutanasia, homosexualidad… Ante estas situaciones, ¿no comprende don Jesús que el laicismo y el laicista tienen que defenderse y que esa defensa, en el Estado de Derecho, no es parcial ni caprichosa sino bajo unas normas que conciernen a todos?
Por todo ello y desde aquí, rogaría a don Jesús que no utilice la tribuna que le ofrece IDEAL para explotar un victimismo tan irreal como trasnochado. Debería saber que, de alguna manera, todos podemos ser víctimas o victimarios, según ocasión y circunstancias, sin que nadie pueda, de antemano, apropiarse de la inocencia