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Las brujas que no volavan con escobas y cuya historia jamás hos dieron a conocer · por Manuel Medina

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Un análisis formulado desde la perspectiva del materialismo historico sobre la «caza de brujas» que asoló Europa, sacrificando a mas de 400 mil mujeres en la hoguera

La caza de brujas fue un mecanismo social y político clave utilizado por el Estado y por la Iglesia para controlar a las mujeres y reforzar un nuevo orden social y económico que a finales del feudalismo se avecinaba a Europa. A través de la represión y la tortura, se consolidó un sistema de poder que aún hoy continúa influyendo en las dinámicas de género actuales.

Silvia Federici es una académica e historiadora italo-estadounidense, conocida por sus aportaciones a la investigación marxista de la Historia. Una de sus obras más notorias ha sido la titulada «Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria». En este libro, Federici realiza una brillante reinterpretación del fenómeno histórico conocido como la «caza de brujas» en el curso del periodo de la transición del feudalismo al capitalismo. Este artículo ha seguido en todo momento el hilo interpretativo del citado  libro de esta interesante investigadora.

      La caza de brujas en Europa, que alcanzó su apogeo entre los siglos XVI y XVII, fue mucho más que un simple fenómeno religioso impulsado por supersticiones o fanatismo.

     Bajo una mirada más profunda, se puede entender como un proceso clave en la formación y consolidación del naciente capitalismo. Las persecuciones no solo afectaron a miles de mujeres, sino que jugaron un papel crucial en la transformación de las relaciones sociales, en el establecimiento de nuevas formas de control sobre la clase trabajadora y, en particular, sobre el cuerpo de las mujeres. La caza de brujas se convirtió en un mecanismo utilizado por las clases dominantes para disciplinar a las masas y asegurar su control económico y político.

«La «caza de brujas» no fue un

  simple episodio de fanatismo

religioso, sino también una

herramienta   para consolidar

el control económico por parte

de  las élites emergentes»

    EL CONTEXTO ECONÓMICO Y SOCIAL DE LA CAZA DE BRUJAS

       El fenómeno de la caza de brujas surgió en un momento de grandes cambios económicos y sociales en Europa. Durante los siglos XV y XVI, el continentese encontraba experimentando la transición del feudalismo al capitalismo, un hecho que implicaba necesariamente una reestructuración radical de las relaciones de producción.

     La privatización de las tierras comunales, conocidas como «enclosures», despojó a los campesinos de sus medios de subsistencia y los obligó a depender del trabajo asalariado. Este proceso, conocido como acumulación originaria, fue uno de los pilares sobre los que se construyó el capitalismo. Al mismo tiempo, la creación de una nueva clase trabajadora desposeída generó un clima de enorme tensión social.

      En ese contexto, las mujeres desempeñaban un papel central en las economías campesinas y en la vida comunal. Muchas de ellas eran responsables de la agricultura de subsistencia y del cuidado de la salud en sus comunidades, mediante el uso de remedios herbales y conocimientos transmitidos por generaciones. Estas prácticas chocaban con los intereses de la clase terrateniente y de los nuevos comerciantes capitalistas, quienes veían en las mujeres y en sus saberes populares una amenaza que se cernía en contra de la acumulación de riqueza y poder.

    La «caza de brujas», por lo tanto, no fue un simple episodio de fanatismo religioso, sino también una herramienta clave para consolidar el control económico por parte de  las élites emergentes.

EL PAPEL DEL ESTADO Y LA IGLESIA EN LA REPRESIÓN

     El Estado y la Iglesia desempeñaron roles fundamentales en la persecución de las brujas. Ambos poderes se unieron para imponer un nuevo orden social basado en la disciplina del trabajo y la subordinación de las mujeres.

   La demonización de la bruja como una figura vinculada al diablo fue clave para justificar la represión. La Iglesia, que durante siglos había controlado la moral y las creencias de la población, promovió la idea de que las mujeres que practicaban curanderismo o que no seguían las normas tradicionales del matrimonio eran una amenaza no solo para el orden social, sino también para la salvación espiritual de la comunidad.

«La tortura fue una práctica

común en los interrogatorios de

las mujeres . Los métodos de

tortura empleados, como el

potro, el aplastamiento de

extremidades o las marcas con

hierro candente, estaban

diseñados  para deshumanizar

a las acusadas»

      El Estado, por su parte, utilizó la «caza de brujas» como un mecanismo para imponer un nuevo tipo de disciplina sobre las clases trabajadoras, en especial sobre las mujeres. En muchas regiones de Europa, las mujeres que fueron acusadas de brujería eran aquellas que se resistían a las nuevas normativas sobre el control del cuerpo femenino y de la reproducción. La represión de las mujeres permitió al Estado fortalecer su control sobre el trabajo y la sexualidad, asegurando que las mujeres se dedicaran exclusivamente a la reproducción de la fuerza laboral, sin acceso a los recursos económicos independientes que antes les proporcionaba su conocimiento médico o su autonomía en las comunidades rurales.

LA TORTURA Y LOS INTERROGATORIOS

       La tortura fue una práctica común en los interrogatorios de las mujeres acusadas de brujería. Los métodos de tortura empleados, como el potro, el aplastamiento de extremidades o las marcas con hierro candente, estaban diseñados no solo para obtener confesiones, sino también para deshumanizar a las acusadas.

     Las confesiones extraídas bajo tortura a menudo incluían relatos fantásticos sobre pactos con el diablo y reuniones secretas en aquelarres, detalles que reforzaban la narrativa oficial y aumentaban el temor colectivo.

     El uso de la tortura tenía un doble propósito. Por un lado, servía para «probar» las acusaciones de brujería, ya que las mujeres que confesaban bajo tortura eran posteriormente pasadas por la hoguera. Por otro lado, el proceso judicial en sí mismo funcionaba como una forma de terror estatal que mantenía a la población bajo control.

    Las torturas y ejecuciones públicas no solo castigaban a las mujeres acusadas, sino que también servían como advertencia para cualquier persona que pudiera desafiar el orden establecido, ya fuera por medio de la resistencia económica o por el simple hecho de no ajustarse a los roles de género que la nueva sociedad capitalista imponía.

    LA DIMENSIÓN DE GÉNERO Y LA DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO

     El surgimiento del capitalismo trajo consigo una reconfiguración de las relaciones de género. Las mujeres, que en las sociedades feudales desempeñaban un papel importante en la producción y en la vida comunal, fueron progresivamente marginadas y relegadas al ámbito doméstico.

La caza de brujas fue, pues, una herramienta clave para imponer esta nueva división sexual del trabajo, en la que el trabajo de las mujeres en el hogar se consideraba «natural» y no era remunerado. Al eliminar a las mujeres que controlaban el conocimiento sobre la reproducción y la medicina, el nuevo orden capitalista aseguraba que el control sobre la vida y el cuerpo femenino quedara en manos del Estado y de la clase dominante.

      Las mujeres acusadas de brujería a menudo eran aquellas que no encajaban en el nuevo rol que la sociedad les asignabaSanadoras, comadronas, mujeres independientes o aquellas que no se sometían a la autoridad patriarcal, todas ellas eran vistas como una amenaza para el nuevo orden social. La persecución de estas mujeres fue parte de un esfuerzo más amplio por consolidar un modelo de familia nuclear en el que las mujeres quedaban confinadas al ámbito doméstico y su labor no remunerada servía para la reproducción de la fuerza laboral masculina.

RESISTENCIA Y SOLIDARIDAD COMUNITARIA

       A pesar de la brutal represión, las mujeres continuaron resistiendo de diversas maneras. En muchas comunidades rurales, las mujeres siguieron practicando la medicina popular y organizándose para defender sus derechos sobre la tierra y los bienes comunales. En algunos casos, participaron activamente en revueltas campesinas contra la privatización de las tierras y la imposición de impuestos injustos. Esta resistencia fue vista como una amenaza por las autoridades locales y, frecuentemente, estas percepciones concluían convirtiéndose finalmente en acusaciones de brujería.

     La solidaridad entre las mujeres fue fundamental en la resistencia a la represión. En muchas comunidades, las mujeres formaban redes de apoyo mutuo que desafiaban la creciente individualización impuesta por el emergente sistema capitalista. Estas redes se basaban en el conocimiento compartido sobre la salud, el cuidado y la reproducción, y a menudo se consideraban peligrosas por las autoridades, que veían en ellas una forma de organización comunal que desafiaba el control estatal.

   La «caza de brujas», en este sentido, fue también un intento de destruir estas formas de solidaridad y asegurar que las mujeres quedaran aisladas y dependientes de las estructuras patriarcales.

LA «CAZA DE BRUJAS» COMO HERRAMIENTA DE CONTROL SOCIAL

     La caza de brujas no fue simplemente un episodio de histeria colectiva o superstición religiosa, sino un mecanismo clave en la construcción del capitalismo en Europa. A través de la violencia y la represión, las élites lograron consolidar un nuevo orden económico basado en la explotación del trabajo asalariado y la subordinación de las mujeres. La persecución de las brujas fue un proceso de guerra de clases, en el que las mujeres pobres y marginadas fueron las principales víctimas de un sistema que necesitaba disciplinar a la clase trabajadora para asegurar su propio desarrollo.

     El legado de la «caza de brujas» continúa siendo relevante en la actualidad. La violencia estructural que se ejerció contra las mujeres durante este periodo sentó las bases para muchas de las formas de opresión de género que persisten en el mundo contemporáneo. La subordinación de las mujeres, el control sobre sus cuerpos y la explotación de su trabajo no remunerado siguen siendo pilares del capitalismo global.

    Entender la «caza de brujas» como un proceso histórico de lucha de clases nos permite ver cómo las dinámicas de poder y explotación se han mantenido a lo largo del tiempo, adaptándose a nuevos contextos, pero conservando su carácter opresivo.

(*) MANUEL MEDINA es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa misma materia.

 FUENTES CONSULTADAS:

 “From the Great Witch Hunt to the Epoch of Capitalist Decay”. 

Calibán y la bruja de Silvia Federici.

Hampton Institute: “Women and Capitalism: Revisiting Silvia Federici’s ‘Caliban and the Witch’”.

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