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Laicismo y mujeres

La defensa de los derechos de las mujeres y el laicismo van de la mano o son conceptos paralelos

El laicismo, como principio, defiende y propugna la laicidad, entendida como el establecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y sociales idóneas para el desarrollo pleno de la libertad de conciencia, base de los Derechos Humanos que amparan la igualdad de género

«Si ya en el ámbito religioso, a Dios se le considera hombre, entonces el hombre es Dios y la mujer le debe sumisión y obediencia«. Este mensaje de la filósofa, activista, feminista y teóloga estadounidense Mary Daly (fallecida en 2010) posiblemente generó, en un reciente “Congreso interreligioso” desarrollado en Madrid, sobre “la mujer en las religiones”, la siguiente conclusión: «Las religiones nunca se han llevado bien con las mujeres, que son las grandes olvidadas y perdedoras«.

Si los propios integrantes de diversas religiones (en este caso formado por los sectores más progresistas) llegan a esa conclusión, que estimo como acertada, las mujeres dentro y fuera de las religiones, creyentes y no creyentes, necesitan del laicismo, para no sólo defenderse de una cultura patriarcal y masculina propiciada -básicamente- por los grupos religiosos a lo largo de la historia de la humanidad, sino para colaborar en la construcción de una sociedad justa e igualitaria.

Históricamente, las organizaciones y corporaciones religiosas, de acuerdo con sus “libros sagrados”, postulados (dogmas) y con lo que denominan (de forma deliberada) “tradición” y hasta (nada más y nada menos) “cultura”, han relegado a las mujeres a un papel secundario (cuando no vejatorio), siempre al servicio de los varones (que ejercen el poder), atentando contra sus más preciados derechos, como seres humanos.

Hoy, en pleno siglo XXI, unas religiones, más que otras, han evolucionado y son algo “tolerantes” con ciertos derechos de las mujeres. También en algunas religiones se agrupan creyentes que presionan (con poco éxito, por ahora) a sus líderes masculinos religiosos, en contra de los postulados internos que (generalmente) menosprecian a las mujeres.

Pero en este terreno del activismo interno de creyentes, todavía hay mucho recorrido por delante. Sobre todo, porque uno de los “principios” en los que se sustentan, casi todas las religiones, es en el papel de “dominio” del varón dentro y fuera del ámbito religioso. De tal forma que, si renuncian a ese principio, el “edificio dogmático y patriarcal” que han construido a lo largo de siglos, de acuerdo con una “verdad revelada” por la divinidad de turno, se les puede derrumbar, ya que es uno de sus más poderosos y básicos pilares. Ahí radica el problema.

Por ello, al margen de observar, desde el laicismo, a esos movimientos minoritarios dentro de las diferentes religiones con un gran interés, entendemos que hay que ser activamente beligerantes, frente a la intimidación, la violencia y la presión del entorno que millones de mujeres sufren, dentro de sus propias comunidades religiosas.

También hemos de ser activamente beligerantes cuando dogmas religiosos particulares que van en contra de la libertad de conciencia, especialmente de las mujeres, se implantan (o se tratan de imponer) en leyes civiles para el conjunto de la ciudadanía, con la complicidad del poder político, en ocasiones complaciente y “pegado” al poder religioso (España, hoy, es un vivo ejemplo).

El laicismo, como principio, defiende y propugna la laicidad, entendida como el establecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y sociales idóneas para el desarrollo pleno de la libertad de conciencia, base de los Derechos Humanos que amparan la igualdad de género. Así como la defensa del pluralismo ideológico en pie de igualdad, como regla fundamental del Estado de Derecho, y el establecimiento de un marco jurídico adecuado y efectivo que lo garantice y lo proteja frente a toda interferencia de instituciones religiosas, o de otra naturaleza ideológica que implique ventajas o privilegios.

Por ello la defensa de los derechos de las mujeres y el laicismo van de la mano o son conceptos paralelos.

Ámbitos públicos y comunes, e incluso los Sistemas Educativos (en donde se forma a la infancia y a la adolescencia) están preñados de conceptos, actos y actitudes discriminatorias para las mujeres, por ejemplo:

– Fomento de la maternidad y de una sexualidad para la procreación, como principal destino de las mujeres, frente a una sexualidad igualitaria y placentera y, por lo tanto: muy poco de educación sexual y de anticonceptivos y nada de interrupción voluntaria del embarazo.

– El patriarcado como modelo político y de organización de la sociedad.

– Percepción de tolerancia política o complicidad de algunos agentes políticos, con actitudes y actos de misoginia de algunos líderes religiosos.

El laicismo, como antes indicábamos, es el vehículo más apropiado para romper con esta inercia que afecta a los intereses y a la libertad de las mujeres.

Inercia con la que se alinean, no sólo intereses religiosos, sino políticos y económicos. Y en esta época de incertidumbres y de tremenda pérdida de derechos de todo tipo, el modelo patriarcal y de potenciación de las desigualdades se acentúa, afectando más a las mujeres.

Por ello, EUROPA LAICA rechaza el deliberado ataque ideológico que se está produciendo, en España y en el conjunto de Europa, contra los derechos civiles y sociales conquistados, con enorme esfuerzo y durante décadas, por la ciudadanía (especialmente por colectivos de mujeres), esgrimiendo -como coartada- una denominada crisis, montada por una brutal codicia mercantil y política, que ha tenido diversidad de cómplices y que tenemos que denunciar y romper.

En esta nueva lucha del siglo XXI, el papel de las mujeres con conciencia de clase, las que creen en la libertad y en la justicia, debe de ser fundamental, como lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad.

Para ello, el laicismo propone un modelo de sociedad en la que la posición de todas las personas debe ser igual; propugna y respeta la autonomía de todas las personas; posibilita una sociedad tolerante, salvo con las injusticias y las desigualdades; excluye los estereotipos patriarcales y machistas; exige leyes que reconozcan un pleno ejercicio de la ciudadanía por todas las personas por igual; trata de combatir la misoginia, el machismo y las posiciones excluyentes de las religiones, para con la sociedad en general y para sus propios fieles; y se mantiene firme contra los dogmas que tratan de imponer al conjunto de la sociedad.

De ahí que las mujeres deban participar, activamente, en los movimientos laicistas, en defensa de sus derechos y de su propia emancipación, así como del conjunto de los seres humanos, incluida -especialmente- la infancia.


REFERENCIA CURRICULAR

Francisco Delgado es Psicólogo Industrial. Fue diputado en 1977 y senador en una legislatura. Fue miembro del Consejo Escolar del Estado durante quince años. Técnico en Formación de Padres y Madres y experto de la Infancia. En la actualidad es presidente de EUROPA LAICA.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

DELGADO, Francisco: La escuela pública amenazada. Popular, 1997

PEÑA-RUIZ: La emancipación laica. Filosofía de la laicidad. Laberinto, 2001

DELGADO, Francisco: Hacia la escuela laica. Laberinto, 2006

NAZANÍN, Amiriam y ZEIN, Martha: El islam sin velo. Planeta. 2009

Este artículo forma parte del número 18 de la revista Con la A dedicado a «Creyentes, liprepensadoras y descrídas»

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