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Laicismo y civilizaciones. La civilización china

Laicismo en China y Civilizaciones

            La alianza, diálogo o choque entre civilizaciones es, para muchos, el problema central del S.XXI. En este mundo progresivamente globalizado, también en el ámbito cultural, necesitamos entendernos para convivir en paz. Y el obstáculo principal para el entendimiento, y para la convivencia en paz, radica en la diferencia de nuestras diferentes civilizaciones: diferentes creencias,  culturas…, de las que se derivan diversos preceptos morales con su influjo en la organización, familiar, social, política,  estatal… El grado de laicismo, o de influencia de la religión  es, quizá, la causa principal del enfrentamiento o falta de entendimiento entre una civilización y otra.

Las civilizaciones en el S.XXI                        

                  Entendemos por civilización el conjunto de valores, creencias, formas de organización de un colectivo humano amplio.

                  Según esta definición, se pueden contabilizar hasta una docena de civilizaciones en el mundo actual. Cuatro de ellas destacan por su importancia cuantitativa: la occidental, la hindú, la islámica y la china, pues cada una de ellas engloba a más de mil  millones de personas y, sumadas, son más del 90% de la población mundial.

                  Abordar el diálogo, alianza  o enfrentamiento entre civilizaciones,  debe incluir, al menos, a esas cuatro grandes civilizaciones, como camino para un entendimiento entre los hombres en el S.XXI. Marginar  a dos civilizaciones “orientales”, como la hindú y la china, tan importantes histórica y cuantitativamente, y con aportaciones tan diferentes y tan ricas,  que afectan, en un mundo globalizado, a dos potencias emergentes y a más de la mitad de la humanidad, parece una osadía, una ignorancia o una discriminación. ¿Cómo  hablar de “alianza de civilizaciones”, o hablar de diálogo Oriente-Occidente, sin incluirlas?

                  Para algunos, sin embargo, incluido el Foro de la Onu para la Alianza,  existe una urgencia del diálogo Occidente-Islam,  determinada por el conflicto existente entre ambas, y agudizada por el terrorismo yihadista, olvidando que  las otras dos grandes civilizaciones, china e hindú, tienen también urgente necesidad de dialogar con el Islam.

                 India cuenta en su territorio con 160 millones de musulmanes, en permanente confrontación étnico-religiosa. China tiene una población musulmana de entre 70 y 80 millones, casi en su totalidad perteneciente a minorías étnicas.  

                 Ambas están rodeadas por 20 países de mayoría,  islámica, que suman  una población  de casi 800 millones de musulmanes, entre los que viven  grupos yihadistas internacionales, algunos dentro de sus mismas fronteras. Ambas conviven, además, desde hace siglos, entre ellas  y con la civilización  islámica, en varios países de su entorno, sobre todo en el Sudeste Asiático.

                Marginarlas, pues, del diálogo parece,  una gran torpeza, por la  experiencia que aportan, actual y de siglos, para el diálogo occidente-islam. Marginar a la  civilización china del debate es, además, un contrasentido, en un momento en que su economía influye intensamente y de forma creciente en el  mundo globalizado, su peso político se acrecienta como nueva potencia, con vocación de primera, y su cultura se extiende más allá de sus fronteras. Y es, además,  renunciar  a  sus aportaciones singulares, especialmente importantes y útiles para el avance del laicismo en un  mundo globalizado.

Laicismo y religión en las diversas civilizaciones

               La religión es, sin duda,  la diferencia más visible y más conflictiva entre civilizaciones. La creencia, cada una en su dios, y en los preceptos morales que cada dios impone, es lo que ha provocado más conflictos y enfrentamientos en la historia y en el mundo actual.

                Casi todas las grandes civilizaciones vigentes (occidental, hindú e islámica) están imbuidas, en mayor o menor medida, por la  religión propia y  los preceptos morales derivados de ella. Este influjo se exacerba en los “fundamentalismos” de cada una, y se expresa en la pretensión de imponer su concepción del mundo y  sus preceptos morales como los únicos válidos y de valor absoluto 

                 El fundamentalismo cristiano (católico, ortodoxo, protestante) ha sido una constante en la historia, en las interminables guerras de religión entre facciones o “iglesias”, en las cruzadas, o en las guerras de conquista colonial con la espada y la cruz…Este fundamentalismo adquiere, desde  principios del S. XX,  nuevas formas de expresión y de poder, que se  agudizan progresivamente y se contagian desde América a Europa, como parte de la civilización occidental, junto con el fundamentalismo judaico.

Y es  enemigo directo del laicismo.

                 Fue, por contra, la civilización occidental  la primera  que impulsó, en la época moderna, el laicismo, como “fundamento” de una ética humana universal,  de unos valores éticos comunes, los derechos humanos, consensuados internacionalmente y expresados en las leyes civiles, desconectadas de toda mixtificación religiosa y de todo precepto “divino”. Desde la Ilustración, y desde Kant, el “imperativo categórico” de respeto al hombre en sí mimo, intenta guiar la conducta humana, ser la base de toda convivencia en sociedad como referente último de los valores éticos universales, siempre respetando a los que “crean” en otros preceptos  morales  que no entren en contradicción a los universalmente aceptados ni pretendan imponerse a ellos.

                   En la civilización islámica no ha habido hasta ahora un movimiento de separación entre creencia religiosa y sociedad civil, lo que da más espacio al fundamentalismo intolerante. Pero surgen esfuerzos individuales y colectivos por reivindicar la autonomía de la ética humana, conectada con los derechos humanos universales, al margen de la religión.

                   Algo similar ocurre en la civilización hindú: predominio de las religiones y el fundamentalismo, con la dificultad añadida de convivencia y competencia con la civilización islámica.

                   ¿Y la civilización china? La hemos dejado de lado en esta breve exposición comparativa, por sus características singulares: es la única civilización que no tiene ningún dios que la defina ni que la guíe, ni que condicione los valores éticos de su sociedad. Así de claro: la civilización china no tiene dios, ni tiene religión alguna como propia, por más que parezca increíble y  sorprenda a nuestra mentalidad “occidental”, imbuida, aunque no queramos, de sentido religioso y de dioses, desde nuestras bases grecorromanas. Es la única civilización en la que sólo existe el “laicismo”.  

               Parece claro, por tanto, que no se puede mantener ningún diálogo entre civilizaciones, si no se aborda como tema central el laicismo. Y que en ese diálogo el laicismo de la civilización china puede ser una aportación útil.

Laicismo y civilización china

Una cuestión previa: ¿es creíble la civilización china?

                    La pregunta tiene sentido porque sabemos poco de China, porque es una materia que no ha sido objeto nunca de nuestros planes de estudio, porque  tenemos de ella una información muy escasa y muy distorsionada y porque hay mucha sinofobia por aquello del “peligro amarillo”…

                    Y, además, porque contemplando a China desde nuestra superioridad occidental, nos dejamos llevar por un espejismo: juzgamos a la civilización china a través de su régimen actual, que tiene una vida de sólo 50 años… Y no tenemos en cuenta el valor milenario de su historia, que ha sido primera potencia durante siglos, cuna de los mayores inventos, avanzadilla cultural del mundo… y un Imperio sin dioses.

                     Si profundizamos más allá de las apariencias, de los mitos occidentales, y de nuestra ignorancia, nos encontraremos, además, que China es “otro” mundo, en el que todo se mide de forma diferente, en el que todos los conceptos son distintos a los nuestros. Quizá descubramos muchas cosas increíbles y quizá pueda merecer la pena. Veamos:            

 1.-En la civilización china no existe mito “creacionista”.

         El origen mitológico-simbólico de la historia y la civilización china, es el “Emperador Amarillo”, personaje legendario que se pierde en la nebulosa de la historia, unos tres milenios a. n.e. Él es el “origen” del hombre y de la sociedad humana. No hay “más allá” ni en el espacio ni en el tiempo, ni en el origen ni en el futuro: no hay  sentido de trascendencia “religiosa”.

         El Emperador Amarillo, es la expresión del “diseño inteligente” humano, porque él impulsa  la medicina  para el cuidado del cuerpo, descubre la seda para su protección y ornamento, inventa la brújula para el dominio del espacio, el calendario para el control del tiempo, la rueda como base de los avances técnicos y la escritura para la comunicación  y el desarrollo del pensamiento racional.

          La civilización china nace así  libre del mito creacionista-religioso. El hombre,  la sociedad humana, nace libre de tutela ajena, con el objetivo de dominar  las fuerzas de la naturaleza, y bajo el único “más allá” de la continuidad de la especie humana,  la familia, el linaje y la nación.

2.-Una civilización laica, sin religión, ni dios.

            Frente a la creencia filosófica de las religiones monoteístas (islámica, judaica y cristiana), o plurideístas como la hindú, de que todo ser humano necesita la trascendencia y los preceptos morales dictados por algún dios o algún libro “sagrado”, la civilización china lo desmiente a lo largo de su  historia y con la fuerza de ser, en determinados períodos, la mitad de la población mundial  y  hoy casi  su tercera parte, si contamos a los otros países asiáticos que siguen las pautas de su civilización. A diferencia de las otras civilizaciones que se enfrentan por su dios o sus costumbres morales,  la civilización  china no tiene ningún motivo divino o religioso para enfrentarse a nadie, porque no hay  religión, ni en sus signos de identidad. No ha sufrido, por ello, en su historia, ninguna guerra de religión.

           Pero no se trata de una civilización atea o agnóstica. No: es simplemente una civilización, que, para entendernos,  llamamos “no-deísta”: no es que haya excluido o puesto en duda a dios, sino que no se plantea ese concepto.

           Confieso que, en mi estudio y  convivencia durante estos últimos treinta años con el “enigma chino”, éste es el aspecto que más me ha sorprendido y fascinado, y que me  ha obligado a contrastarlo con diversas fuentes.

           Fue el jesuita Mateo Ricci  el primer occidental que  lo “descubrió”. Llega a  China  a final del S.XVI y cuando  se decide a traducir  textos católicos al chino, tropieza con un grave problema lingüístico-cultural: no encuentra ideogramas chinos que expresen su concepto  de “dios” ni su concepto de “religión y tiene que recurrir a  neologismos.  Descubre que en esta “otra” civilización no hay dios ni religión. Tras él otros muchos autores  lo han  subrayado. Yo lo he podido confirmar, en cientos de conversaciones con muchos amigos chinos.

          Algunos autores occidentales, sin embargo, hablan del confucianismo y el taoísmo como “religiones”, y de “templos” y “monjes”, quizá por una transferencia cultural desde nuestra concepción deísta del mundo. Pero templo, para confucianos y taoístas, no es  lugar “sagrado” o religioso, sino el espacio dedicado a la enseñanza de una doctrina filosófica, y a la práctica de  ejercicios conceptuales o físicos que la expresan. Y  “monjes” son los maestros que estudian esa doctrina, la transmiten y practican.

           Por supuesto, coexisten en China diversas religiones, que se consideran extranjeras y en ningún caso se identifican con la cultura o la civilización china. Y coexisten  también creencias pre-religiosas, con supersticiones,  tradiciones populares y festejos de mayor o menor tinte “religioso”, que tampoco penetran en el núcleo cultural profundo de la civilización china.

            La civilización china es, claramente. una civilización laica

3.-Ëtica y moral  “laicas”

            Confucio  vive entre los siglos VI-V a.n.e., 100 años antes que Platón y 150 antes que Aristóteles, en una época en la que en Europa sólo existían ciudades-estado como Atenas o Esparta, o reinos locales, mientras los Emperadores Chinos llevaban más de mil quinientos años gobernando.

              Su filosofía pretende definir la conducta del hombre en relación con los demás., “al margen de dioses y supersticiones”, sobre una ética  que hoy denominaríamos “laica”; radicalmente laica, por cuanto no necesita independizarse de la religión pues ésta no existe en su filosofía. En consecuencia, no hay  “pecado”, de culpabilidad religiosa, sino comportamientos contra el hombre o la sociedad, que ofenden la correcta relación entre los individuos, la sociedad, el gobernante y el gobernado, unas sociedades y otras… Una ética basada en el respeto a los demás: según Confucio “no hagas a los demás lo que no quiera que te hagan a ti”,  equivalente al “imperativo categórico” de Kant.

            El confucianismo, fundamento de la civilización china, se adelanta a los postulados de la Ilustración, a Kant y al laicismo: los principios éticos universales se fundamentan sólo en el hombre, como fuente única de de las normas que deben regir su vida individual y social. Un laicismo  más radical que el de la Ilustración, por cuanto no tiene que librarse de la “ingerencia” religiosa,  y que se adelanta  2.300 años a la revolución  laica que Occidente  inicia en el S.XVIII,  que el resto del mundo y  otras civilizaciones aún no han iniciado, y  algunas sociedades occidentales aún no han asumido

4.-Taoísmo y laicismo

               La filosofía y la ética confuciana se enriquecen  con la filosofía y la ética taoísta. Dos filosofías coetáneas y, en gran medida, complementarias, que se van entreverando a lo largo de los siglos, conformando la base de la civilización china.

              A riesgo de simplificar, podríamos decir que el confucianismo es la filosofía del hombre y las obligaciones con sus semejantes y el taoísmo es  la filosofía de la naturaleza y del desarrollo del cuerpo y sus energías vitales: una simplificación de dos pensamientos muy lejanos de nuestra Lógica y nuestra concepción del mundo.     

              En el taoísmo la relación del yin y el yang  expresa la armonía del Universo, del hombre con la naturaleza, del hombre y la mujer, de las personas entre sí… La complementariedad del sexo, es la expresión natural de la armonía humana, sin complejo ninguno de culpa, porque no hay “pecado”, más que en aquello que perjudique o no respete al otro. Y la armonía suprema entre el Cielo y la Tierra, no en nuestro sentido trascendente, ni como contraposición entre dios y el hombre: El Cielo y la Tierra expresan las dos partes de la naturaleza en armonía, el Cielo como lo que está sobre la Tierra, dos partes de un todo natural. El Emperador será el Hijo del Cielo, en cuanto Señor de todo lo que hay bajo el Cielo en la Tierra.

               Confucianismo y taoísmo  entremezclan sus valores éticos, porque en ambos pensamientos se parte del hombre y se acaba en el hombre: valores “laicos”, con autonomía plena y sin concepto ni precepto “religioso” alguno.  

5.-El confucianismo en un Estado laico

               El confucianismo será la filosofía del Imperio a lo largo de los siglos: todos los funcionarios deberán probar en los exámenes imperiales sus conocimientos de  historia, literatura, leyes….y  filosofía confuciana, como  filosofía  del Imperio. Así se  inventan, dos mil años antes que en Europa, las oposiciones a funcionarios del Estado, los más ilustrados de todos los Imperios, para garantizar la transmisión y práctica de unos valores éticos comunes, que conformarán y perpetuarán el sustrato de la civilización china.

               El confucianismo  se mantiene como filosofía oficial del Imperio chino  hasta 1905. A lo largo del S.XX pasará por los mismos avatares y cambios que la convulsa sociedad china. Será rechazado parcialmente por el maoísmo, aunque mantiene su fuerza como sustrato de la civilización, porque sus valores se conservan y transmiten con fuerza en el ámbito familiar. Y, a partir de 1980, con la Reforma, vuelve a su lugar preeminente, desde el poder político, como seña de identidad de la civilización china. Muchos intelectuales, escritores y políticos actuales redoblan su estudio y  su difusión, hacia el S.XXI. Y sigue siendo, además, la filosofía predominante en varias otras sociedades asiáticas y en las comunidades chinas del exterior.  

 ¿Qué aporta la civilización china al laicismo y a la Alianza de Civilizaciones?

                 Una sociedad global laica será posible en la medida en que no se quiera imponer en ella ningún dios, ni ningún precepto o prohibición basados en mandatos divinos o en libros sagrados.

                  Sólo será posible mediante un diálogo activo entre las diversas civilizaciones  para ir aceptando  una ética universal común  e ir adoptándola en todas las sociedades y naciones, al margen de religiones, dioses y preceptos divinos.

                   La civilización china, libre de dioses, religiones, y preceptos divinos ofrece a ese diálogo su experiencia milenaria de laicismo, una concepción filosófica y una ética autónomamente humanas, que pueda servir de mínimo común entre todos. Un laicismo radical, en cuanto  las creencias religiosas y morales individuales o de determinados colectivos no juegan ni pueden jugar papel alguno en el Estado, porque sólo el Estado  detenta  poder para marcar las normas de conducta basadas en una ética común.

                 La civilización china, rompe nuestro mito filosófico, antilaico,  de que todo hombre debe plantearse el problema religioso,  o el origen divino, o el problema de la trascendencia y el más allá. Muestra, con su experiencia histórica de siglos, que una gran parte de la humanidad ha podido vivir, y vive, sin dios, sin ser por ello una civilización menos humana, ni menos culta, ni menos avanzada en todos los sentidos que cualquiera otra.

                 Parece, pues, una experiencia histórica, que puede ser una aportación al diálogo, siempre difícil, de civilizaciones que tienen dioses.

                 Sin dejar de lado, como no lo dejan  muchos pensadores confucianos contemporáneos, que el confucianismo actual tiene un lastre histórico tremendo en su incapacidad, particularmente en China, de asimilación de la democracia. Para nosotros, occidentales, es algo  incompatible con nuestros principios y algo irrenunciable en el diálogo entre civilizaciones. Así lo consideran también muchos pensadores confucianos actuales que quieren, desde su civilización, encontrar su propio camino a la democracia, a su ritmo, que no es el nuestro, y quizá, ¿por qué no?, intentando conseguirlo con formas nuevas, como lo están consiguiendo algunas otras sociedades confucianas fuera de China.

Será también una aportación importante al diálogo con las otras civilizaciones que tampoco han integrado la democracia en sus señas de identidad. Una aportación importante desde una civilización aceptada por la cuarta parte de la humanidad y desde una sociedad multiétnica, en la que conviven casi todas las religiones del mundo.

                 Parece evidente que la posibilidad de entendimiento y alianza entre civilizaciones se acrecienta y enriquece con su aportación!!!!

                  Por mi parte, estoy abierto a un debate sobre laicismo y diálogo de civilizaciones, sobre la civilización china como laica y no-deísta, sobre confucionismo y taoísmo como aportación al laicismo… con todas las personas interesadas en el tema.

Marcelo Muñoz,  Director del Observatorio de China G.Internacional

Autor del libro “El enigma chino. Treinta años de observador”

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