“Un poder público libre de cualquier sumisión a un credo y capaz, por eso mismo, de unir a los hombres más allá de sus diferencias, tal es el ideal del laicismo. Ideal, porque la unión de los hombres no existe de antemano, sino que deriva de una construcción paciente en la que es esencial el trabajo de la razón.
Entendido con rigor, el laicismo no puede definirse de varias maneras ni dar lugar a adaptaciones que, en realidad, incitarían a su desnaturalización. ¿Cuáles son las causas de los malentendidos, incluso de las polémicas, que pudieron oscurecer la comprensión del ideal laico y del principio de concordia que este ideal permite fundar?”
Henry Pena-Ruiz
El origen etimológico de la palabra laicidad, nos describe perfectamente el sentido amplio de un concepto que se refiere a la libertad de conciencia de los individuos. El término griego laos designa la unidad de una población que se considera como un todo indivisible. El bien común prevalece sobre cualquier prerrogativa. La unidad del laos es un principio de igualdad. Henry Pena-Ruiz nos dice:
1.-Laica es la comunidad política en la cual todos se reconocen y la opción espiritual sigue siendo asunto privado. Este asunto privado puede tomar dos dimensiones: una estrictamente personal e individual y la otra colectiva. Pero en este caso el grupo liberalmente formado no puede hablar en nombre de la comunidad global ni colonizar la esfera pública. Se queda en el nivel de la asociación particular, no de la sociedad común… La vida en común no implica que mi prójimo tenga el derecho de fiscalizar mi conciencia y me imponga una religión; más bien demanda que observemos las reglas de coexistencia de nuestras libertades… Un pueblo soberano es aquel que se otorga a sí mismo su propia ley”…
Al hablar de educación y laicismo se nos presenta la oportunidad de valorar uno de los puntos medulares que garantizan nuestras libertad al menos constitucionalmente porque la influyente Iglesia n España deja que este tema no termine de explotar.La laicidad ha representado un gran principio en la historia de constitucional de Epaña. Sus implicaciones son de gran relevancia y es conveniente discutirlas para tener ideas más claras que nos ayuden a comprenderlas y analizarlas objetivamente.
Es saludable que en el medio académico se atienda de manera especial la vigencia del principio de laicidad en la educación nacional. Se requiere hacer un planteamiento que tome en cuenta los fundamentos jurídicos y filosóficos, así como sus consecuencias e impacto en la vida cotidiana.
Nuestra constitución establece y define la educación como laica, es decir; “ajena a cualquier doctrina religiosa”. El laicismo en el ámbito escolar representa un conjunto de normas que de alguna manera impiden al Estado privilegiar a determinada religión sobre las demás, o actuar en contra de religión alguna. Además, el Estado contempla la libertad de creencias y por lo tanto garantiza los derechos de todo individuo a tener, o adoptar la creencia religiosa de su preferencia, o bien no profesar creencia religiosa alguna y no ser por ello objeto de discriminación, coacción, u hostilidad alguna.
El laicismo en la educación es producto de un pueblo que ha buscado su desarrollo asegurando la libertad de conciencia y la convivencia pacífica y democrática entre los ciudadanos. No obstante las distintas manifestaciones socioculturales que conforman la sociedad mexicana, este pluralismo social y político que nos distingue, tiende a respetar plenamente las garantías individuales y los derechos de toda persona.
La educación laica es una condición fundamental para el libre desarrollo de los individuos, al asegurar la libertad de conciencia de todas las personas. Quienes adoptan una religión y quienes no lo hacen, son ante el Estado y ante la ley, personas iguales.
Además, el laicismo en la educación ha evitado el estallido de conflictos sociales que en otra época dividieron profundamente a los mexicanos. El principio del laicismo asegura la igualdad de todos ante la ley y garantiza el respeto a las minorías.
“Si el Estado adoptara en la educación pública las creencias que emanan de algún credo religioso, violaría la libertad de creencias de aquellos que no comulgan con ese credo, y con ello, uno de los derechos humanos del pueblo mexicano, pues al adoptar una religión se negaría la libertad de unos y la igualdad de todos”..
En la escuela, de acuerdo con esta idea de laicismo, se debería enseñar que la adhesión a un credo religioso, o mantenerse al margen de ello, es un derecho de las personas y debe ser respetado. La escuela no es un espacio para demostrar las preferencias religiosas de los educandos y tampoco se les impide tenerlas. Así mismo, la educación laica no es antirreligiosa.
Privilegiar en la escuela pública determinado credo religioso, o promover que no se practiquen, abriría la puerta a conflictos, discriminación y exclusiones que la escuela precisamente debe evitar, como ejemplo de su apertura a todos, sin distinción alguna.
La educación en España tiene carácter obligatorio y esta obligatoriedad compromete al Estado a impartirla por medio de programas graduados que excluyan los credos o doctrinas religiosas. Así mismo, la educación pública en España es universal, en cuanto que permite, a quienes acceden, a instruirse y formarse libremente. La educación pública es factor de la democracia.
La educación laica se apoya en los resultados del progreso de la ciencia, manifiestos en los hechos y fenómenos que los confirman, tiene un carácter científico, en tanto que solamente imparte aquello que es comprobable dentro del método de análisis que sostiene o refuta una teoría.
La educación laica no cuestiona los fundamentos de las religiones y tampoco se basa en ellos.
La escuela y las iglesias tienen fines distintos y responden a necesidades humanas de diferente naturaleza. Aunque ambas instituciones desarrollan una actividad legítima en la sociedad, sus ámbitos y objetivos de trabajo son distintos; las escuelas forman ciudadanos y las iglesias, devotos. Aunque en España la vinculación es más severa y los “rejos” eclesiásticos se hunden y se ramifican en la sociedad.
En un contexto cultural donde las creencias y práctica religiosa tienen un lugar relevante, la educación laica se enfrenta a una corriente de ideas que le obliga a considerar de manera especial la dinámica de trabajo frente a los grupos y padres de familia.
Los niños llegan a la escuela con principios y valores aprendidos en sus respectivo medio social. Estos principios y valores, muchas veces de índole religioso, condicionan algunos aspectos de su conducta. A la escuela le corresponde partir de un pleno respeto a las convicciones del educando, considerando que la mayoría de estas convicciones que su familia y el medio social le han transmitido, coinciden en mayor o menor medida con los principios que la sociedad considera valiosos.
Así mismo, la escuela tiene la obligación de proporcionar a los alumnos las herramientas conceptuales y de juicio analítico, que progresivamente le ayuden a indagar individualmente el conjunto de principios que guían su conducta, según los criterios que libremente construya a través del proceso de maduración y formación, hasta que logre interactuar y hacer valer su libertad de conciencia.
La escuela no es lugar donde se cuestionen o examinen las creencias de los educandos, en cambio es un lugar que ofrece un marco de referencia que manifiesta los valores universales para ser comprendidos y respetados por todos. Es un espacio que hace posible la convivencia entre personas de distinto credo y costumbres. La escuela pública laica ayuda a los jóvenes a valorar sus propias convicciones. Su enseñanza incluye conocimientos y sabiduría que les harán posible edificar su propia cultura y dar mejor respuesta a las interrogantes que les inquieten.
Henry Pena- Ruiz en su libro “La Laicidad” comenta:
“La escuela laica, al rechazar toda sumisión al entorno y a las exigencias inmediatas de semejante sociedad civil, puede precisamente aparecer como el lugar donde la cultura no busca oprimir a otra; en ella se cultivan los valores de igualdad y de libertad y la búsqueda razonada de lo universal. No se trata de inculcar una visión del mundo, sino de liberar en cada hombre el poder emancipador de una razón capaz de reflexionar sobre las finalidades de la acción y sobre el sentido de los conocimientos. No se trata, como se afirma a menudo, de transformar la escuela en una torre de marfil, sino de permitirle una total autonomía respecto a las presiones múltiples y engañosas apariencias del entorno social, de desarrollar sus fines propios; ciudadanía ilustrada, libertad, lucidez sobre el sentido de las cosas y de la acción y no una mera formación profesional”.
La escuela laica transmite valores y principios que contribuyen a que los actos y creencias de los estudiantes, sean acordes con la dignidad y los derechos de las personas. Una cultura nacional y universal amplía los horizontes espirituales y cognoscitivos del alumno, potencializa el saber y le hace más firme para edificar su propia vida. Así mismo, lo capacita para ser agente de la transformación de su tiempo. En este sentido, el laicismo no impone o monopoliza una visión del mundo, sino que favorece y crea las condiciones para que cada quien construya la propia.
El laicismo alienta principios considerados como valores tradicionales de la cultura de los pueblos, tales como el respeto, igualdad frente a la ley, tolerancia y libertad de conciencia.”
Pablo Latapí Sarre en su obra: “La moral regresa a la escuela…” ,afirma que:
“En la historia de la educación aparece como una gran constante la preocupación por que los educandos adquieran principios morales que les ayuden a conformar sus conductas de acuerdo con determinados modelos de moralidad que se consideran deseables. Esta preocupación, sin embargo, ha revestido formas muy diversas en las diferentes épocas y culturas. Hoy en día, ante los procesos de secularización de las sociedades y el creciente pluralismo religioso e ideológico, y ante las tendencias de globalización económica y cultural que parecen reclamar de las siguientes generaciones valores morales compartidos por todos, estamos asistiendo al intento de construir una ética universal, en donde se encuentren constructivamente los diferentes principios religiosos o seculares que anteriormente han estado en conflicto y siguen vigentes en la sociedad”.
Esta reflexión expone las razones de la nueva laicidad ante el acoso de los neo fundamentalismos. Una sólida y abierta transmisión de valores en las escuelas, seguramente hará eco en los estudiantes que se preparan para pensar y decidir sobre aquello que conviene a sus propósitos intelectuales y morales.
Inculcar, reflexionar, adoctrinar, en principios de respeto a las ideas distintas, es fundamental para la convivencia armoniosa de los educandos.
De acuerdo con estos puntos de vista, el laicismo nuevo no entra en oposición con el discurso de las religiones, sino que cuestiona la voluntad de dominio que les caracteriza.
El nuevo laicismo debe frenar los ímpetus que las corrientes fundamentalistas impulsan en el mundo. Los opresores, fortalecidos por las estructuras financieras globales, actúan con celeridad en esta transformación social en el siglo que hemos comenzado a vivir y es necesario que enseñemos a nuestros alumnos a pensar y aprender en un nuevo orden, caracterizado por la pluralidad ideológica, la diversidad cultural y la libertad de pensamiento. Conciencias libres, ciudadanos concientes y tolerantes. Esto debe resultar de un equilibrio social que por igual respete y admita toda expresión y valor humano sin excepción.
El principio laico es garante de una construcción de aprendizaje universal que será el apoyo y la herramienta más eficaz para el alumno: el hombre que hoy se forma para hacerse cargo del futuro.