El laicismo es un movimiento teórico y práctico que tiene como objetivo la defensa de la libertad de conciencia.
Esta idea, revolucionaria aún, la desarrolló mi querido Luis Gómez Llorente en una conferencia magistral que impartió en la Cátedra Emilio Castelar, organizada por la Fundación Cives y presentada por mi compañero de fatigas Victorino Mayoral.
Gómez Llorente defiende, con razón y razones, que el laicismo es el más moderno y avanzado movimiento ciudadano, pues subraya la dignidad del individuo, su condición inteligente, su libre voluntad y su libertad de conciencia, lo que determina la defensa de la libertad de creencias, la libertad religiosa y la libertad de culto. Así, en un mundo amenazado, también, por el integrismo religioso y su intervencionismo político, ninguna apuesta mejor que defender el laicismo como clave para la convivencia presente y futura. Y es que en la sociedad en la que vivimos, donde todas y todos tenemos que ser pedacitos de un mismo plural, donde gracias al Estado social, democrático y de derecho se garantiza la laicidad como principio constitucional, donde debiera existir una clara separación entre las distintas iglesias y el Estado, el laicismo se convierte en una apuesta de futuro. Porque en una sociedad plural y diversa, como la nuestra, es fundamental que la ciudadanía tenga la garantía de poder ejercer la libertad de creer y la de no creer; la de creer en un Dios, en varios, en ninguno o en la propia razón de cada cual. Pues bien, todo ello no es posible sin la libertad de conciencia que defiende el movimiento laicista.
Sin laicismo y sin laicidad no hubiera sido posible el matrimonio civil o el divorcio, la libertad sexual, la de cátedra, la emancipación de la mujer o la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, esto es, sin laicismo no hubiera sido posible la desteologización de la ciencia, la educación, la ley o la política. De ahí que sea fundamental para el futuro de los pueblos defender la Ilustración, tan criticada hoy por algunos, como origen de un laicismo que es uno de los fundamentos de la autonomía personal, social y política y, por tanto, de la soberanía popular y la democracia.
Estamos ante una gran oportunidad, se trata de reflexionar ante el debate que han personalizado los presidentes Obama, Erdogan y Zapatero; un debate que debiera avanzar hacia una apuesta política, la Alianza de Civilizaciones; una apuesta que constituye hoy el mejor antídoto contra el encontronazo que los de siempre pretenden. Mientras tanto, algunos sostienen que España o es católica o no es España, y de igual manera pontifican otros en muchos países. Creo que se equivocan, porque la fuerza de cualquier país está en su diversidad y si somos capaces de reconocerla, garantizando la libertad de conciencia y la libertad religiosa de todas sus mujeres y hombres, daremos un paso trascendental en la historia de la humanidad.
Pedro Zerolo es concejal en el Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE