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Laicismo del siglo XXI

¡En el nombre de Dios! Prostitutas, ladrones y frailes asesinaron a Alfaro. Así, Alfredo Pareja Diezcanseco, en La Hoguera Bárbara, narra los últimos momentos del General. El dantesco crimen, usualmente recordado, suele ser, a la par, lacerante a la memoria, pues la banalidad de sus evocaciones disiente en la comprensión de su obra, en especial la instauración del laicismo, punto esencial de su pensamiento.

El laicismo surgió, con mayor brío, a partir de la Revolución Francesa, y propugnó la idea de instituciones independientes de la Iglesia y su dogma, promovió el pluralismo ideológico y secularización de la cultura, motivos repudiados por los pontífices desde las encíclicas del Papa Pío IX hasta las últimas declaraciones de Joseph Ratzinger.

La relación Estado–Iglesia surgió en la necesidad de unificar a Roma mediante el primer concilio ecuménico en Nicea, luego, el Edicto de Tesalónica convirtió al cristianismo en la religión oficial del Imperio; en esta forma, surge el Estado confesional inspirado en el precepto cuius regio, eius religio -la religión del rey es la religión del reino-.

Esta correlación no fue ajena en América, el éxito de la empresa colonizadora fue producto, en gran parte, a la alianza, a través del Patronato de Indias, entre los Reyes Católicos y el Papa Alejandro VI. En la República no hubo reformas, más aún, García Moreno suscribió el Concordato con la Santa Sede y consagró el Estado confesional, instituyó la instrucción de la juventud conforme a la doctrina religiosa, y persiguió a los no católicos y miembros de sociedades proscritas.

En este contexto, Alfaro irrumpió el establishment. La Constitución de 1906 decretó que el poder constituyente emanaba del pueblo, la enseñanza laica y la libertad de conciencia. Expidió la ley de matrimonio y divorcio civil, ley de culto o manos muertas que expropió los bienes improductivos de la Iglesia y los destinó a asistencia social, erradicó el monopolio eclesiástico de la educación, registro poblacional y cementerios, entre otras medidas de carácter secular.

Sin embargo, el asesinato del Viejo Luchador marcó la paulatina reconstrucción del Estado confesional. La suscripción del Modus Vivendi no solo reconcilió las relaciones con el Vaticano, además, impuso una cuantiosa indemnización a favor de las comunidades religiosas. En nuestros días, la invocación a Dios en la Constitución, la expedición del Decreto Ejecutivo 1780 que otorgó competencias a la Iglesia para la administración de educación y salud en zonas periféricas, y el comodato de 20.000 metros para una catedral militar en Parcayacu como parte de un acuerdo de asistencia religiosa constituyen una vergonzosa imagen en la rememoración de Alfaro.

Sorprende que entre los múltiples intentos por determinar el contenido del Socialismo del Siglo XXI, haya quienes afirmen que la ética católica es fundamento sine qua non de dicha ideología, ruptura con el materialismo filosófico que establece la determinación de los fenómenos por factores materiales, la irrelevancia científica de Dios y concibe a la religión como reflejo fantástico en la mente humana.

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