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Laicismo contra Respeto

COMENTARIO: Este es un ejemplo de los muchos artículos que han aparecido en la prensa española a raíz del documento del PSOE sobre Laicismo y Constitución. Un texto que los laicistas valoramos aunque consideramos insuficiente y con algunas lagunas intelectuales sobre los derechos individuales; pero que otros anatemizan y condenan con sus valoraciones morales y sin razonamientos. En este caso como si el respeto fuese un patrimonio de los católicos, cuando más bien, son ellos a lo largo de la historia un ejemplo de falta de respeto, al igual que lo siguen siendo hoy hacia quienes no basamos nuestra conducta en seres trascendentes y sí en los derechos humanos y la dignidad de la persona.


Los socialistas que han apoyado el manifiesto sobre el laicismo confunden “músculos con muchos culos”. Quien tiene hambre con pan sueña, dice el refrán castellano. Antes de efectuar algunas afirmaciones deberían haber matizado la pretensión real que se esconde tras el manifiesto. Hacen referencia al Estado laico sin profundizar en el concepto de respeto al ciudadano. Es un atropello y una vulgaridad querer defender a la vez multiculturalismo y laicismo; sencillamente estamos ante una contradicción de gran calibre.

En un Estado moderno, como España, — así, sin tapujos, con todas letras y sin miedo a escribirlo y pronunciarlo – el Gobierno ha caído en una confusión interesada. No es lo mismo un Estado laico que uno aconfesional. Y el nuestro es aconfesional; jurídicamente los poderes públicos están obligados a tener presentes las creencias religiosas de la sociedad española. La Constitución no se anda con rodeos y esos mismos poderes públicos están obligados a cooperar con la Iglesia Católica y las demás confesiones. La libertad religiosa, ideológica y de culto está garantizada, tanto para los individuos como para las comunidades.

Ni nuestra escuela es laica, ni lo es su enseñanza. Y si lo fuera, ahora mismo existiría un conflicto constitucional, porque nos echaríamos por montera el articulo dieciséis de nuestra Carta Magna. La religión es de oferta obligatoria para los centros y tiene un carácter voluntario para el alumnado. Lo dice la ley orgánica de educación (LOE), lo decía la ley orgánica de calidad de la educación (LOCE) y ésta lo copió a su vez de la ley de ordenación general del sistema educativo (LOGSE).

Una cosa es la corriente laicista y otra bien distinta es lo aconfesional. La escuela o enseñanza laica es la que prescinde de la instrucción religiosa. Y ese no es el caso de la escuela española. La vigente LOE, en una de sus adicionales, indica que la enseñanza de la religión católica debe atenerse a cuanto se establece en el Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales suscrito entre la Santa Sede y el Estado español. Es por ello por lo que la enseñanza de la religión se incluye como materia en determinados niveles.

Pero esa aconfesionalidad hace que también exista respeto y atención hacia otras confesiones. Tal atención ha de ajustarse a cuanto se reseñe en los Acuerdos de Cooperación celebrados por el Estado español con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, la Federación de Comunidades Israelitas de España, la Comisión Islámica de España y a cuantos acuerdos se suscriban en el futuro.

Cada vez somos más los que no nos sentimos ofendidos por los símbolos y los signos religiosos de cuantos nos rodean. Lo vivimos con tranquilidad y sin sobresaltos. La convivencia enseña que la bandera ciudadana debe ser el respeto al otro, a su credo, cultura y tradiciones. Justo lo que no se ha hecho en Valladolid respecto a la pretensión de retirar los símbolos religiosos en algunos centros educativos, ni en un colegio de Zaragoza al impedir celebrar la Navidad al alumnado para no ofender a quienes profesan otro credo, ni la actitud talibán, denigrante, humillante, anticonstitucional y llena de odio de la directora de un instituto de Mijas.

Al margen de esas ovejas negras que pacen en algunos centros docentes y que tanto daño hacen al sistema educativo, son más los que procuran la convivencia y la educación de las generaciones jóvenes, resaltando el respeto por encima de vulgaridades y atropellos de quienes pretenden desestabilizar el sistema educativo con la agresión, el odio, la envidia y la sinrazón.

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