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La Universidad en España permite que la iglesia católica aproveche la institución universitaria para desarrollar su acción pastoral

Allí donde la legislación lo permite, la Iglesia no puede renunciar a su acción institucional en la Universidad

Presencia en las estructuras de la Universidad
Enviada por Cristo a los hombres de todas las culturas, la Iglesia se esfuerza por participar con ellos la buena nueva de la salvación. Siendo depositaria de la Verdad revelada por Cristo sobre Dios y sobre el hombre, tiene la misión de conducir hacia la auténtica libertad mediante su mensaje de verdad. Fundada en el mandato recibido de Cristo, se abre para iluminar los valores y las expresiones culturales, corregirlos y, si necesario fuera, purificarlos a la luz de la fe para llevarlos a su plenitud de sentido.5
En la Universidad la acción pastoral de la Iglesia, en su rica complejidad, comporta en primer lugar un aspecto subjetivo: la evangelización de las personas. En esta perspectiva, la Iglesia entra en diálogo con las personas concretas —hombres y mujeres, profesores, estudiantes, empleados— y, por medio de ellos, aunque no exclusivamente, con las corrientes culturales que caracterizan ese ambiente. No hay que olvidar después el aspecto objetivo, o sea, el dialogo entre la fe y las diversas disciplinas del saber. En efecto, en el contexto de la Universidad, la aparición de nuevas corrientes culturales está estrechamente vinculada a las grandes cuestiones del hombre, a su valor, al sentido de su ser y de su obrar, y, en particular, a su conciencia y a su libertad. A este nivel, es deber prioritario de los intelectuales católicos promover una síntesis renovada y vital entre la fe y la cultura.
La Iglesia no puede olvidar que su acción se ejerce en la situación particular propia a cada Centro universitario y que su presencia en la Universidad es un servicio hecho a los hombres en su doble dimensión personal y social. Por lo tanto el tipo de presencia varía según los diversos países, marcados por diferentes tradiciones históricas, culturales y religiosas. En particular, allí donde la legislación lo permite, la Iglesia no puede renunciar a su acción institucional en la Universidad. Está atenta a apoyar y a promover la enseñanza de la teología donde ésto sea posible. La capellanía universitaria, a nivel institucional, reviste una importancia particular en el ámbito del « campus »
mismo. Con la oferta de un amplio abanico de propuestas de formación doctrinal y al mismo tiempo espiritual, constituye, una de la mayores posibilidades para el anuncio del Evangelio. Mediante la actividad de animación y de toma de conciencia, promovidas desde la capellanía, la pastoral universitaria puede esperar conseguir su objetivo, a saber, crear dentro del ambiente universitario una comunidad cristiana y un compromiso de fe misionera.
Las Ordenes religiosas y las Congregaciones ofrecen una presencia específica en las Universidades y contribuyen, con la riqueza y la diversidad de sus carismas -especialmente su carisma educativo- a la formación cristiana de los profesores y de los estudiantes. Es necesario que esas comunidades religiosas, muy empeñadas en la enseñanza primaria y secundaria, consideren en sus opciones pastorales la importancia de la presencia en la enseñanza superior y eviten toda forma de repliegue bajo pretexto de confiar a otros esta misión tan congenial a su vocación.
Para ser aceptada e irradiante, la presencia institucional de la Iglesia en la cultura universitaria tiene que ser de calidad, aún si con frecuencia falta el personal y aún los medios financieros necesarios. Esta situación requiere una capacidad de adaptación creativa y un adecuado esfuerzo pastoral.
2. La Universidad católica
Entre las diversas formas institucionales con que la Iglesia está presente en el mundo universitario, hay que destacar a la Universidad católica, que es en sí misma una institución eclesial.
La existencia de un número importante de Universidades católicas —muy variada según las regiones y los países, ya que va desde la multiplicación dispersiva en unos, hasta la carencia total en otros— es en sí misma una riqueza y un factor esencial de la presencia de la Iglesia en la cultura universitaria. Sin embargo, a menudo ese « capital » está lejos de dar los frutos que legítimamente se esperan.
Indicaciones importantes para promover el papel específico de la Universidad católica fueron dadas por la Constitución Apostólica « Ex Corde Ecclesiae », publicada el 15 de Agosto de 1990. Esta señala que la identidad institucional de la Universidad católica depende de la realización conjunta de sus características en cuanto « universidad » y en cuanto « católica ». No alcanza su plena configuración sino cuando logra dar un testimonio serio y rigoroso como miembro de la comunidad internacional del saber y, al mismo tiempo, expresar, en explícita vinculación con la Iglesia, a nivel local y universal, su propia identidad católica, que conforma de modo concreto la vida, los servicios y los programas de la comunidad universitaria. Así la Universidad católica, por su misma existencia, consigue el objetivo de garantizar bajo una forma institucional una presencia cristiana en el mundo universitario. De lo cual se deduce su misión específica, caracterizada por múltiples aspectos inseparables.
La Universidad católica, para cumplir su función ante la Iglesia y ante la sociedad, tiene la tarea de estudiar los graves problemas contemporáneos y de elaborar proyectos de solución que concreticen los valores religiosos y éticos propios de una visión cristiana del hombre.
Seguidamente viene la pastoral universitaria propiamente dicha. A este respecto, la Universidad católica no está ante desafíos sustancialmente diferentes a los que deben afrontar otros centros académicos. Sin embargo, conviene destacar que el problema de la pastoral universitaria empeña a una institución que se define « católica » en un nivel de profundidad que es el mismo de las finalidades que ella se propone conseguir, a saber, la formación integral de las personas, de aquellos hombres y mujeres, que, en el contexto académico, están llamadas a participar activamente en la vida de la sociedad y de la Iglesia.
Un ulterior aspecto de la misión de la Universidad católica es, en fin, el empeño respecto al diálogo entre fe y cultura, y el desarrollo de una cultura arraigada en la fe. Por eso mismo, si hay que procurar que en todos los lugares en los que los bautizados participan a la vida de la Universidad se desarrolle una cultura en armonía con la fe, la urgencia es todavía mayor en el ámbito de la Universidad católica. Ella está llamada, de forma privilegiada, a ser un interlocutor significativo del mundo académico, cultural y científico.
Evidentemente, la solicitud de la Iglesia respecto a la Universidad —bajo la forma del servicio inmediato a las personas y de la evangelización de la cultura— encuentra en la realidad de la Universidad católica una referencia ineludible. La exigencia creciente de una presencia cualificada de los bautizados en la cultura universitaria resulta así un llamado lanzado a toda la Iglesia para que tome una conciencia cada vez más clara de la vocación específica de la Universidad católica y favorezca su desarrollo como un instrumento eficaz de su misión evangelizadora.

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