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La Nueva Jerusalén y el atentado a la educación laica

Rubén Díaz López abordó en su colaboración “Fundamentalismos y Educación” publicada en el sitio de Crisol Plural, lo acontecido en la comunidad michoacana de La Nueva Jerusalén,  y que representa un atentado a la Educación Laica en México. Díaz afirma que la “clausura” de los centros dedicados a la enseñanza debería generar una indignación colectiva. Y no se equivoca. Colocarnos a favor del fundamentalismo religioso equivale a tolerar hechos extremistas que dilapidan un derecho humano fundamental entre los mexicanos: la libertad de la educación pública laica y científica.

Ciertamente, las atrocidades en contra de la educación pública laica, no parecen importarle a nadie en nuestro país. El Consejo del Episcopado Mexicano (CEM), salió a los medios para condenar a los líderes que encabezan el grupo religioso que conduce la vida espiritual en La Nueva Jerusalén. Calificó a este movimiento como cismático, es decir una iglesia local apartada de la cabeza de la iglesia Católica, o bien, un grupo de fieles que introduce la discordia entre los demás. Aclaró que estos hechos no deben ser usados para confundir a la sociedad diciendo que la modificación Constitucional al Artículo 24 que se lleva a cabo en algunos estados “conlleva o solapa la enseñanza religiosa. La educación tiene que ser laica, no puede identificarse con ningún credo. La Iglesia católica así lo manifiesta y lo reitera”.

El Gobernador del Estado, mi amigo Fausto Vallejo, sólo atinó a decir que el conflicto representa un “polvorín” para la entidad; la Secretaría de Educación Pública, anunció que ante la resistencia de los pobladores, promoverá la realización de clases extramuros, como si el conflicto fuera de corte estudiantil o laboral; los partidos políticos enmudecieron al igual que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; en fin, al parecer nadie quiere poner orden porque hacerlo representaría una confrontación de carácter religioso y en este país, ninguna autoridad quiere parecerse a don Plutarco Elías Calles.

Ante los hechos, la iglesia Católica se agazapa y nada hace para desactivar el conflicto; posiblemente se encuentra a la espera de que el gobierno ejerza la represión unilateral, para luego acusarlo de represor. Los partidos opositores al PRI, que actualmente gobierna en Michoacán se frotan las manos en espera de un derrapé del viejo lobo de mar; mientras tanto, el PAN, ni suda ni se acongoja, pues va de salida de Los Pinos, y Calderón no reprimirá a sus paisanos michoacanos, es decir, no hará absolutamente nada por resolver esta “papa caliente”.

Así las cosas, la resolución al conflicto de La Nueva Jerusalén, será un primer reto en materia de defensa de la Educación para el gobierno del señor Peña Nieto, ahí tendrá que mostrar hasta dónde está dispuesto a tolerar que los diversos movimientos religiosos del país impongan su Ley de Dios en materia de Educación Pública. Por lo pronto las apuestas indican que el primer mandatario ya electo, al declararse “conservador” durante su campaña política, no actuará en contra de los deseos de una comunidad religiosa mayoritaria, así vayan éstos en contra de los derechos de las minorías.

El liberalismo mexicano de Mora y otros pensadores y defensores de las libertades humanas, jamás fue un movimiento antirreligioso; su principal argumento se sustentaba en la máxima cristiana del deber a “conocer la verdad y la verdad os hará libres”. El doctor José María Luis Mora, confeso católico de la época, tenía como regla el cumplimiento estricto del evangelio de Cristo, y como sustento el conocimiento profundo del cristianismo, él como otros ilustrados de su tiempo se oponían al fanatismo o milagrerismo sincrético que hoy se practica en La Nueva Jerusalén, un resabio del México del Siglo XIX y XX, y que algunas iglesias pretenden traer de regreso a nuestra patria en pleno siglo XXI, exigiendo a los débiles gobiernos actuales su “derecho” de enseñar “su doctrina”, es decir, “su verdad”, a los estudiantes todas las escuelas públicas.

La reforma del artículo 24 constitucional, que se encuentra a la espera de su promulgación una vez que el Constituyente Permanente la apruebe en una mayoría simple de Legislaturas Locales, podría ser la puerta grande que conduce a la desintegración de la Educación Laica en México. Y parece que muy pocos mexicanos muestran la intención de detener este embate, por lo contrario, parece haber un convencimiento de que la delincuencia y la desarticulación del tejido social en nuestro país sólo será contenido si se imparte “doctrina religiosa” en la escuelas públicas. ¿Y los derechos humanos dónde quedaron?

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