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La mujer: en la Biblia y en el cristianismo · por Antonio García Ninet

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Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

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“Toda maldad es poca
junto a la de la mujer;
¡caiga sobre ella
la suerte del pecador!”
(Biblia Católica)

Por Antonio García Ninet. Catedrático y doctor en Filosofía.

Es realmente asombroso que haya mujeres que sigan siendo cristianas teniendo en cuenta que para el cristianismo la Biblia es la palabra de Dios y cuando la Biblia proclama que “Toda maldad es poca junto a la de la mujer” o que la mujer es “la maldad” y muchos otros piropos de un calibre similar.

Presento a continuación con mayor detalle un serie de “afirmaciones divinas” que proclaman estos puntos de vista que la secta católica siguió defendiendo a tra-vés de Pablo de Tarso y hasta la actualidad, cuando los dirigentes de la secta continúan manteniendo la pro-hibición de que las mujeres puedan acceder al sacer-docio, sin otro argumento que el hecho de ser mujer.

Hay, sin duda, diversas causas del machismo actual, que conduce todos los años a la muerte por asesinato de numerosas mujeres. Una causa espe-cialmente importante de estos asesinatos es, sin duda ninguna, el adoctrinamiento cristiano recibido a lo largo de demasiados siglos por nuestra sociedad.

Presento a continuación algunos aspectos del deni-grante tratamiento que se hace de la mujer en diversos textos de la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, esa supuesta “palabra de Dios”, que sería un insulto a ese dios si existiera.

1. La absoluta cosificación de la mujer en el Antiguo Testamento

Los dirigentes de la secta católica proclaman que la Bibliaes la “palabra de Dios”, de manera que esta “palabra” es la que debería servirles de guía a la hora de establecer sus valores morales y religiosos, y los que deriven de éstos. Pero sucede que, como en la Bibliahay muchas doctrinas que son afirmadas en unos pasajes para ser negadas en otros, la jerarquía de la secta procura silenciar o sacar a la luz aquellas doctrinas que le resul-tan más convenientes según las circunstancias del momento, dejando a resguardo las otras para servirse de ellas cuando lle-guen tiempos más propicios.

En este sentido, por ejemplo, cuando se está hablando de lo denigrante que es para la mujer el uso del “burka”, que oculta por completo su cuerpo y su rostro, lo cual es un modo simbólico de expresar su supuesta “nulidad” y subordinación respecto al marido, procuran silenciar que algo similar a esto es lo que defen-día Pablo de Tarso en sus epístolas, inspiradas por el “Espíritu Santo” (?),afirmando que la mujer debía llevar sobre su cabeza una señal de sujeciónal varón.

De hecho, hasta no hace muchos años, en la España del “nacional-catolicismo”, los curas, los dueños de “las casas de Dios”, prohibían la entrada a la iglesia a las mujeres o a las niñas que no llevasen la cabeza cubierta con un velo, y, todavía en la actualidad, la mayoría de las monjas, aunque no estén casadas con ningún hombre, llevan la cabeza cubierta, siguiendo aquel man-dato de Pablo de Tarso.

Si en estos momentos los dirigentes católicos callan ante el hecho sacrílego [?] de que las mujeres entren en la iglesia sin velo, es sólo por el temor a perder clientela y poder, y no porque hayan evolucionado desde su machismo primitivo hasta la aceptación de la igualdad entre la mujer y el varón.

La visión denigrante de la mujer que los dirigentes católicos aceptan –o deberían aceptar de acuerdo con sus doctrinas- en la medida en que juzgan que la Bibliaes la palabra de “Dios”, tie-ne las siguientes características:

1.1 En primer lugar, uno de los prejuicios míticos que más negativamente parece haber influido en el tradicional desprecio bíblico hacia la mujer es el que aparece en Génesis y en muchos otros pasajes de la Biblia,según el cual

“…Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella morimos todos1.

No obstante y de acuerdo con una interpretación marxiana, es probable que lo que aquí aparece como efecto en realidad sea causa; es decir, lo más probable es que el desprecio hacia la mujer no provenga de aquel supuesto pecado de Eva sino que, por el contrario, la atribución a Eva de aquel primer pecado sea más bien una consecuencia de un desprecio anterior, propio de sociedades primitivas machistas en las que lo que más se valoraba era la fuerza física, tal como de hecho sucedía en el pueblo de Israel, según se refleja a lo largo de toda la Biblia.

El autor del anterior pasaje no parecía tener demasiadas luces, pues, al ser la culpa –si existiera, que no es el caso- algo de carácter individual, Eva habría podido ser responsable exclusiva-mente de su propia acción, pero no de la de Adán; ni el resto de la humanidad habría sido responsable de los pecados cometidos anteriormente por Adán y Eva. Por ello es absurdo considerar que “por culpa de ella [= Eva] morimos todos”, pues no tiene sentido considerar que la culpa se herede, a pesar de lo que sugiera la mitología bíblica y a pesar de que el propio Yahvé castigaba de manera despótica a los pecadores con su muerte y la de su des-cendencia “hasta la tercera y la cuarta generación”.

Además, teniendo en cuenta la supuesta omnipotencia de Yahvé, la humanidad no tendría por qué haber heredado las consecuencias de la supuesta culpa de Eva, pues nadie tiene por qué cargar con un castigo por los pretendidos delitos que otro haya realizado. Pero el escritor de Génesis no lo vio así.

Por otra parte, la decisión de hacer caso o no a las suge-rencias o tentaciones de otro la toma cada uno y, por ello, la supuesta responsabilidad de los actos que realizamos no estaría en quien nos hubiera incitado a realizarlos sino en nosotros mis-mos por haberle seguido2.

En caso contrario podría decirse que la culpa de Adán en realidad fue de Eva, pero también que la de Eva en realidad fue de la serpiente. Pero, además, la “culpa de la serpiente” habría sido “culpa de Dios”, que la creó y que la predeterminó a actuar como lo hizo, pues, ciertamente, de acuerdo con la doctrina cristiana de la predeterminación, todo lo que el hombre hace y todo lo que en la Naturaleza sucede es el dios judeo-cristiano quien lo hace o quien ha programado que suceda.

Así que, para bien o para mal, el ser humano sería un juguete en manos de ese dios, único responsable de todo, y nadie más sería responsable de nada, ni el hombre, ni la mujer, ni la ser-piente.

Pero evidentemente quien escribió el Génesis vivía inmerso en una sociedad machista y, por eso, a fin de explicar los numero-sos males que rodeaban la vida humana, creó el mito del “peca-do original”, considerando a Eva –la MUJER- como la culpable de todos los males.

1.2. En segundo lugar, hay que hacer referencia al protago-nismo casi absoluto que se concede al varón frente a la mujer. Este protagonismo se muestra cuando al hablar de Dios se dice que es “Padre” y no “Madre”, “Hijo” y no “Hija”, y “Espíritu Santo”, teórico padre de Jesús y, por lo tanto, varón y no mujer. Dios creó a Adán como rey de la creación, y a Eva, formada a partir de una costilla de Adán, para que Adán tuviera una ayuda3. La mujer fue quien habría introducido el pecado en el mundo y, por ello, entre otros castigos, Dios la condenó a ser dominada por el varón4, lo cual es una forma “religiosa” de justificar las diversas formas del machismo judeo-cristiano previamente exis-tente.

1.3. El desprecio contra la mujer de quienes escribieron la Biblia se manifiesta igualmente en una serie de aspectos que conviene señalar:

a) Los hijos de Adán y Eva, cuyos nombres se mencionan en la Biblia sólo son los de Caín, Abel y Seth, de manera que se ningunea o no se menciona para nada los nombres de las hijas a las que supuestamente debieron de unirse sus hermanos para tener descendencia.

b) Los personajes femeninos de la Biblia casi siempre juegan un papel secundario, a pesar de la excepción que los dirigentes de la secta cristiana han hecho de María, la madre de Jesús, a la cual ni siquiera en los evangelios se le dio ninguna relevancia sino todo lo contrario, hasta el punto de que en determinado momento en que María y sus otros hijos habían ido a esperar a Jesús y le pasaron el aviso a éste, él contestó simplemente que su madre y sus hermanos eran quienes cumplían la palabra de Dios.

c) De acuerdo con aquella primera valoración negativa de la mujer tal como aparece en Génesis, pero de manera incom-parablemente más acentuada en Eclesiastés, ¡palabra de Dios!, se dice:

“He hallado que la mujer es más amarga que la muerte, porque ella es como una red, su corazón como un lazo y sus brazos como cadenas. El que agrada a Dios se libra de ella, mas el pecador cae en su trampa”5.

¡Y dice la jerarquía de esta secta que estos escritos son “la palabra de Dios”: ¡¡¡Dios y la mujer como seres incompatibles y claramente enfrentados!!! Pues, como acabamos de leer, ¡“el que agrada a Dios se libra de la mujer”! Si las autoridades se preguntan por la causa de tantas muertes violentas de mujeres a manos de varones, aquí, en esta cultura bíblica tan piadosa, transmitida a la posteridad por el cristianismo a lo largo de dos mil años, puede encontrar, sin ninguna duda, una de sus causas esenciales: “El que agrada a Dios se libra de ella”, y hay diversas formas de “librarse de ella”.

¡¿Cómo se puede defender una barbaridad semejante?!

Y, si alguien piensa que este pasaje pudo ser algo aislado o mal interpretado, no tiene más que seguir leyendo, pues desde luego no es el único en el que se vierten barbaridades de este calibre, como, por ejemplo, en el mismo Eclesiastés, donde se dice:

“Por más que busqué no encontré; entre mil se puede encon-trar un hombre cabal, pero mujer cabal, ni una entre todas6.

Un planteamiento similar aparece en Eclesiástico, otro libro de la Biblia ¡palabra de Dios!, en el que se ponen en paralelo la mujer y el pecado:

“Toda maldad es poca junto a la de la mujer; ¡caiga sobre ella la suerte del pecador!”7.

“Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella morimos todos”8.

“Vale más maldad de hombre que bondad de mujer”9.

Y, si no teníamos bastante con estas barbaridades, todavía nos queda otra que, aunque parezca imposible, supera incluso a las anteriores. En efecto, en Zacarías, otro libro bíblico,¡palabra de Dios! ¡¡la mujer es presentada como la maldad personifi-cada!!:

“El hombre que hablaba conmigo se adelantó y me dijo:

-Levanta tu vista y mira lo que aparece ahora.

Pregunté:

-¿Qué es?

Me respondió:

-Una cuba, y representa la maldad de toda esta tierra.

Entonces se levantó la tapa redonda de plomo y vi una mujer sentada dentro de la cuba. El ángel me dijo:

Es la maldad10.

Este punto de vista, compartido por estos tres libros de la Biblia, se encuentra en la misma línea que el de Génesis, donde, como ya se ha indicado, Eva, como representante de la mujer, es castigada por Dios a quedar sometida al varón por haber sido la responsable principal de la desobediencia a Dios. Sin embargo, en estos últimos libros ¡inspirados [?] por el “Espíritu Santo”! es donde la mujer es tratada de la forma más denigrante imaginable, pues llegar a decir que

la mujer es más amarga que la muerte”

o que

“vale más maldad de hombre que bondad de mujer”

o, en definitiva, que

“la mujer […] es la maldad”,

y defender de manera implícita pero inequívoca que estas doctri-nas forman parte de “la palabra de Dios”, tal como se dice en el Catecismo Católico,es adoptar una misoginia insuperable, al margen de que los gobiernos miren hacia otro lado y no exijan a los dirigentes de esta secta que renuncien y denuncien esta barba-ridad tan denigrante y absurda en contra de la mujer.

Son incontables los textos bíblicos absurdos, pero es real-mente difícil encontrar alguno que supere a éstos. Por suerte para los dirigentes de la secta católica son muy pocas las mujeres que han llegado a leer o a conocer estos textos, pues no creo que fueran tan pusilánimes de asumirlos con “cristiana resignación”, como si el hecho de ser mujer o varón pudiera ser determinante de la maldad o bondad de cualquier persona.

Pensemos en que, suponiendo que la maldad fuera una cualidad moral derivada de un mal uso del llamado “libre albe-drío” por el que el varón o la mujer eligiesen cómo obrar, sería evidentemente un absurdo absoluto considerar que la mujer fuera mala por ser mujer, es decir, mala por naturaleza.

Así que, si necesitábamos de un nuevo argumento para refutar la doctrina según la cual la Biblia es la palabra de un dios omnipotente y omnisciente, aquí lo tenemos sin ninguna duda.

En resumidas cuentas, quien defienda que la Biblia es la palabra de Dios deberá defender igualmente que la mujer es la maldad, mientras que quien niegue que la mujer sea la maldad estará negando que la Biblia sea la palabra de Dios.

d) Por otra parte, el machismo bíblico se muestra igual-mente en otros aspectos más secundarios, pero igualmente signifi-cativos y coherentes con las barbaridades mencionadas, como, por ejemplo, en el hecho de que todos los nombres de ángeles que aparecen en la Biblia son nombres de varón: Miguel, Rafael, Gabriel; el mismo “Príncipe de las Tinieblas” se muestra como varón: “Satanás”, y también el de algún otro demonio, como “Asmodeo”. Casi todos los nombres relevantes de la Biblia son de varón: Adán, Caín, Abel, Seth, Noé, Sem, Cam, Jafet, Abra-ham, Isaac, Esaú, Jacob, los hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín (y sólo al final una hija llamada Dina, a la que se menciona en muy pocas ocasiones); Moisés, Aarón, Josué, Gedeón, Sansón, Elí, Samuel, Saúl, David, Jonatán, Salomón, Roboam, Isaías, Jeremías, Jeroboam, Ezequiel, Tobías, Daniel, Job, Jesús, Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Bartolomé, Felipe, Judas, Mateo, Matías, Marcos, Lucas, Pablo…, y apenas alguno de mujer, que casi siempre juega un papel secundario o relevante por sus dotes de seducción o de traición, como Judith respecto a Holofernes11, la cual, invitada por Holofernes, habiéndose embellecido “con todas sus galas femeninas” y aprovechando el momento en que Holofernes estaba en su tienda a solas con ella y completamente borracho, le cortó la cabeza; Dalila respecto a Sansón12, la cual consiguió que Sansón le confiase el secreto en el cual residía su fuerza: “Si me cortasen el pelo al cero, perdería mi fuerza”, y Dalila

“durmió a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le cortó las siete trenzas de su cabeza. Entonces él comenzó a perder su vigor, y su fuerza lo abandonó […] Entonces los filisteos lo prendieron, le sacaron los ojos y lo lleva-ron a Gaza”.

O también Yael respecto a Sísara, a quien Yael mató a traición mientras dormía a pesar de haberle ofrecido refugio en su tienda13.

O, ya en el Nuevo Testamento, Herodías y su hija Salomé, la cual sedujo con sus danzas a Herodes y a instancias de su madre –Herodías- le pidió y obtuvo la cabeza de Juan el Bautista14.

O María Magdalena, poseída por siete demonios y liberada de ellos por Jesús15.

Con ocasión del mítico “Diluvio Universal”, ni siquiera se menciona el nombre de la mujer ni el de las nueras de Noé, que fueron quienes se habrían salvado, junto con el propio Noé y sus hijos Sem, Cam y Jafet, para que la humanidad pudiera volver a multiplicarse, lo cual demuestra una vez más la escasísima im-portancia que se concede a la mujer, a pesar de que sin ella la continuidad de la especie humana habría sido un milagro espe-cialmente digno de reseñar.

Resulta igualmente curioso y significativo –aunque más anecdótico- que en el Antiguo Testamento la mujer quede ningu-neadahasta el punto de que, cuando se enumera la lista de los hijos de cualquier personaje, casi todos los nombres sean de varón y apenas alguno de mujer, como si éstas no hubieran nacido o como muestra de una consideración tan insignificante de su exis-tencia que fuera irrelevante e incluso vergonzoso mencionarla.

Esto sucede por lo que se refiere a la práctica totalidad de las largas líneas genealógicas que aparecen en la Biblia, donde o bien no se nombra la existencia de las hijas de estos personajes o bien sólo se dice que “también tuvieron hijas”, pero sin mencionar sus nombres o incluso hablando de un número de hijas muy sospecho-samente inferior respecto al de hijos, como sintiendo vergüenza por haber tenido hijas y no sólo hijos.

e) La actitud degradante respecto a la mujer se muestra igualmente de un modo a la vez machista y humillante cuando en Génesis se habla de los varones como “hijos de Dios” y de las mujeres como “hijas de los hombres”, y se cuenta, como un hecho perfectamente natural que “los hombres tomaron para sí las mujeres que más les gustaron”, como si éstas fueran simples objetos o esclavas sexuales a disposición de los varones y sin derecho a decidir acerca de su propia vida. Se dice en efecto en Génesis:

“Cuando los hombres empezaron a multiplicarse en la tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas y tomaron para sí como mujeres las que más les gustaron”16.

La misma expresión del texto anterior cuando dice que a los hombres “les nacieron hijas” resulta realmente chocante, aunque todavía lo sería más si, interpretándolo literalmente, estuviera diciendo que efectivamente las mujeres fueron hijas de los hom-bres –sin intervención de mujer alguna, tal como se dice a conti-nuación-.

f) En esta misma línea de degradación de la mujer hay que señalar el hecho de que la poligamia y la posesión de concubi-nas y de esclavas aparece de un modo absolutamente natural en la sociedad israelita, según se presenta en la Biblia, donde la mayoría de sus personajes relevantes tuvieron varias esposas, concubinas y esclavas17. De hecho en Deuteronomio no se mal-dice ni critica a quien es polígamo sino a aquel hijo que se acueste con alguna de las mujeres de su padre, lo cual representa una manera bien clara y explícita de afirmar los derechos del padre sobre sus mujeres:

-“Nadie se acostará con una de las mujeres de su padre”18.

-“¡Maldito quien se acueste con una de las mujeres de su padre, porque viola los derechos de su padre!”19.

Pero ni en sueños se le ocurrió a Yahvé, el dios cristiano con el nombre que se le da en el Antiguo Testamento, defender los derechos de las mujeres

De nuevo nos encontramos aquí, por cierto, con una nueva contradicción bíblica, pues si en aquellos tiempos la poligamia era una institución familiar aceptada por el dios judeo-cristiano, en cuanto así lo comunicó a quien reveló su palabra, es una con-tradicción respecto a dicha inspiración divina que en la actuali-dad la secta católica rechace tal institución, mientras que, si se considera la unión monogámica como forma moralmente apro-piada y exclusiva de unión entre varón y mujer, en tal caso se estará censurando al dios judeo-cristiano cuando estableció la poligamia como una relación perfectamente aceptable y válida.

Sin embargo, ese tipo de estructura familiar en la que a la mujer no se le reconoce una relación de igualdad con el varón sino que se convierte en una simple esclava o una simple posesión del varón, objeto de compra y de venta, es otro ejemplo de contra-dicción respecto a la inmutabilidad de las supuestas leyes divinas, pues en otros momentos, como los actuales, la secta católica defiende la monogamia y el respeto a la voluntad de la mujer a la hora de unirse o no con un varón, sin que tal unión dependa de otra cosa que de su decisión libre, junto a la de su posible pareja y no de un contrato de compra, en el que a ella se la trata como un objeto.

Son muchos los personajes relevantes mencionados en la Biblia que tuvieron varias mujeres. Así, acerca de Roboam, hijo de Salomón, dice la Biblia:

“Sus mujeres fueron dieciocho y sesenta las concubinas”20.

Acerca de Gedeón se dice igualmente:

“tuvo setenta hijos, porque fueron muchas sus mujeres. También su concubina, que vivía en Siquem, le dio un hijo al que llamó Abimélec”21.

Pero de todos ellos quien destacó de manera extraordinaria sobre los demás fue el rey Salomón, de quien se dice en la Biblia que tuvo ¡setecientas esposas y trescientas concubinas!:

“El rey Salomón se enamoró de muchas mujeres extranjeras, además de la hija del faraón; mujeres moabitas, amonitas, adomitas, sidonias, e hititas, respecto a las cuales el Señor había ordenado a los israelitas: “No os unáis con ellas en matrimonio, porque inclinarán vuestro corazón hacia sus dioses”. Sin embargo, Salomón se enamoró locamente de ellas, y tuvo setecientas esposas con rango real, y trescientas concubinas. Ellas lo pervirtieron y cuando se hizo viejo desviaron hacia otros dioses su corazón, que ya no perteneció al Señor, como el de su padre David. Dio culto a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, el ídolo de los amonitas […] Otro tanto hizo para los dioses de todas sus mujeres extranjeras, que quemaban perfumes [en los altares] y ofre-cían sacrificios a sus dioses”22.

El autor del libro 1 Reyes no critica en ningún caso que Sa-lomón tuviera tantas mujeres y tantas concubinas. Lo que critica es que, como sus mujeres eran extrajeras, es decir, no israelitas, podían ejercer sobre él una influencia negativa que le alejaría de su dios y le llevaría a adorar a los dioses de sus mujeres, que es lo que, según la palabra de Dios, sucedió especialmente en los últimos años de su vida, y, por eso, se dice que Salomón

“no fue tan fiel [a Dios] como su padre David”23,

pues,

“cuando se hizo viejo [estas esposas y concubinas] desviaron hacia otros dioses su corazón, que ya no perteneció al Señor”24.

Tiene interés atender al hecho de que, al igual que en en caso de Eva respecto a Adán, también aquí se considere a las mujeres y concubinas de Salomón responsables de haber desviado hacia otros dioses su corazón. Lo que es evidente es que este aleja-miento respecto a Yahvé habría costado la vida de las esposas extranjeras de Salomón en el caso de que éste no hubiera sido rey sino un hombre cualquiera, tal como se defiende en diversos pasajes bíblicos, como en Deuteronomio, dondese dice:

“Si oyes decir que en alguna de las ciudades que el Señor tu Dios te da para que habites en ellas surgen hombres per-versos, que intentan seducir a sus conciudadanos para que den culto a otros dioses desconocidos para vosotros, exami-narás el caso, preguntarás y te informarás bien. Si se confir-ma el rumor y se prueba que tal abominación se ha cometido en medio de ti, pasarás a espada a los habitantes de toda aquella ciudad, y la consagrarás al exterminio con todo lo que haya en ella, incluido su ganado, que también pasarás a espada”25.

Parece claro que el autor de 1Reyes, de manera hipócrita o por puro interés, no quiso o, mejor, no se atrevió a criticar dura-mente al rey Salomón y se conformó con decir que “no fue tan fiel a Dios como su padre David”. Pero, como en aquellos mo-mentos Salomón era quien detentaba el poder, los sacerdotes, con la astucia que les ha caracterizado en todo momento y no atre-viéndose a enfrentarse con él, quitaron importancia al hecho de que hubiese adorado a los dioses de sus esposas y se hubiese alejado de Yahvé.

Sin embargo no fue ésta la actitud que tuvieron en los mo-mentos en que eran ellos quienes ejercían un poder despótico sobre su pueblo. En efecto, en este sentido se dice en Jeremías:

“El Señor me habló así:

-No te cases; no tengas hijos ni hijas en este lugar. Porque así dice el Señor de los hijos e hijas que nazcan en este lugar, de las madres que los den a luz y de los padres que los engendren: Morirán cruelmente; no serán llorados ni enterrados, sino que quedarán como estiércol sobre la tierra; perecerán a espada y de hambre, y sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra”26.

Pues, en efecto, no debió de ser “el Señor” quien les ordenó realizar tales matanzas, tan llenas de odio y crueldad, sino que fueron ellos mismos quienes pusieron en boca de su dios lo que representaba una defensa de su propio poder y de su propio negocio religioso ante la competencia que representaban los otros pueblos con sus respectivos dioses y negocios correspondientes.

Por su parte, Abías

“tuvo catorce mujeres, veintidós hijos y dieciséis hijas”27.

¡Y fue el mismo sacerdote Yoyadá quien proporcionó dos esposas a Joás, igual que si le hubiera regalado dos borregos!:

“Joás agradó con su conducta al Señor mientras vivió el sacerdote Yoyadá, quien le proporcionó dos esposas de las que Joás tuvo hijos e hijas”28.

Esta última referencia tiene el interés de poner nuevamente de manifiesto que la poligamia no fue vista de manera negativa por sí misma, ya que en este caso ¡fue un sacerdote quien pro-porcionó dos esposas a Joás! y, al parecer, lo hizo para premiarle por su conducta hacia Yahvé.

El inconveniente surgía, como ya se ha dicho, cuando esas mujeres eran extranjeras, como en el caso de las mujeres de Sa-lomón, porque podían introducir sus dioses y pervertir al israelita alejándolo de su dios, lo cual equivale a decir que a los sacerdotes lo que les preocupaba especialmente era, como he indicado antes, la competencia que las otras religiones y los otros dioses podían suponer para su propio negocio.

Pero, volviendo al tema de la mujer, a lo largo de sus diversos libros lo que predomina en la Bibliade forma clara y constante es esta valoración de la mujer como un simple objeto para comprar, vender, usar y tirar.

1.4. La mujer y el noveno y último mandamiento.- De hecho y en relación con lo anterior tiene especial interés aclarar que, a pesar de que el clero católico siga hablando del “decálogo” o de losdiezmandamientos de Moisés, cualquiera que sepa leer puede comprobar que en la Bibliasólo aparecen ¡nueve manda-mientos!, siendo el noveno y último:

“No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que le perte-nezca”29,

de manera que el mandamiento que actualmente se enumera como noveno y penúltimo, “no desearás la mujer de tu prójimo”, en la Biblia aparece sólo como una parte del noveno, que en deter-minado momento los dirigentes cristianos dividieron en dos a fin de enmascarar el hecho evidente de que a la mujer se la trata en la Biblia y en ese mismo pasaje, relacionado con las tablas de Moisés, como una pertenencia o cosao como un animal un buey, un asno-. Y, así, dividiendo el noveno y último mandamiento en dos, obtenían un décimo mandamiento, y de este modo se dife-renciaba entre el hecho de codiciar la mujer ajena y el de codiciar viene ajenos, aunque no por una súbita inspiración divina que hubiera conducido a los dirigentes cristianos a aceptar la dignidad de la mujer sino porque el cambio de los tiempos había llevado a reconocerle tal dignidad, y los dirigentes cristianos se vieron obligados a aceptarla por simple temor a que su negocio se viniera abajo.

Pero Yahvé había visto a la mujer como “la maldad”, y, por este motivo, era natural que el noveno y último mandamiento hiciera referencia a la mujer considerándola como un objeto más, igual que la casa o el buey que ha sido comprado a cualquier vendedor, y que podría ser codiciada por otro hombre. Sin embargo, no se habla en ningún caso del hombre como de un objeto que pueda ser codiciado ni comprado por la mujer, pues, a diferencia de la mujer, el varón no es un objeto que pueda ser codiciado, sino “hijo de Dios”.

Recordemos también que mientras Yahvé establece que los varones son “hijos de Dios”, las mujeres tienen una categoría muy inferior, siendo consideradas simplemente como hijas de los hombres y, al parecer, tal estatus confiere a los varones el derecho de ser dueños de mujeres, mientras que las mujeres deben some-terse a los varones como esposas, como concubinas o como esclavas, al igual que pueden ser repudiadas por sus maridos por la simple razón de que hayan dejado de gustarles.

1.5. De acuerdo con esta cosificaciónde la mujer, ésta no es dueña de su propia vida sino que es objeto de compra y de venta. Así, Jacob compróa Raquel a su tío Labán a cambio de trabajar siete años para él30, aunque éste le engañó de forma que al cabo de esos siete años Labán

“por la noche […] tomó a su hija Lía y se la trajo a Jacob, y Jacob se unió a ella”31.

Pero, como a Jacob le gustaba Raquel, se la volvió a pedir a su tío y éste le dijo:

“-…Termina la semana de bodas con ésta, y te daré también a la otra a cambio de otros siete años de servicio.

Así lo hizo Jacob; terminó la semana con la primera, y después Labán le dio por mujer también a su hija Raquel […] Jacob “se unió también a Raquel y la amó más que a Lía; y estuvo al servicio de su tío otros siete años”32.

Tiene interés observar, como en este pasaje se muestra,

) La cosificaciónde la mujer, cuya voluntad no cuenta en absoluto a la hora de que su padre tome la decisión de venderla a Jacob, al margen de cuáles sean los sentimientos de ella; y

) La ausencia de contrato matrimonial entre el varón y la mujer, pues, como la mujer es una simple posesión de su padre, el contrato no se hace con ella sino con su padre,a quien se la compra a cambio de dinero o de otro bien, como, en este caso, siete años de trabajo que Jacob acuerda con su tío por la compra de Rebeca y siete años más por la compra de Lía.

1.6. La mujer puede ser repudiada sin compensación de ninguna clase por el simple motivo de que deje de gustar al marido.

Efectivamente, un complemento especialmente repugnante de esta infravaloración y desprecio de la mujer fue el de la ley sobre el repudio por la que el marido podía rechazar a su mujer siempre que encontrase un defecto en ella o que simplemente dejase de agradarle, mientras que la mujer en ningún caso podía repudiar al marido, entre otros motivos porque ella era propiedad, no propietaria de bienes que pudieran darle poder para comprar o repudiar maridos. Se dice en este sentido en Deuteronomio:

“Si un hombre se casa con una mujer, pero luego encuentra en ella algo indecente y deja de agradarle, le entregará por escrito un acta de divorcio y la echará de casa. Si después de salir de su casa ella se casa con otro, y también el segundo marido deja de amarla, le entrega por escrito el acta de divorcio y la echa de casa…”33.

1.7. La mujer puede ser tomada o raptada con absoluta normalidad, sin que su voluntad cuente para nada.

En efecto, como ya se ha dicho, en muchas ocasiones ni si-quiera hay contrato matrimonial entre varón y mujer, sino sólo un contrato de compra, realizado con el padre de la mujer, o un simple rapto, como sucedió cuando los ancianos de la comuni-dad propusieron que los benjaminitas raptasen mujeres, pues no tenían, y la tribu de Benjamín estaba a punto de desaparecer: En un primer momento la comunidad israelita envió tropas contra Yabés Galaad, cuyos habitantes también eran judíos, pero no habían subido a la asamblea del Señor. Y, como los israelitas habían

“jurado solemnemente que quien no subiese a Mispá ante el Señor sería castigado con la muerte”34,

pasaron a cuchillo a todos sus habitantes menos a las muchachas vírgenes y se las dieron a los benjaminitas. A continuación los mismos benjaminitas, aconsejados por el resto de Israel, raptaron más mujeres en Silón para quienes no tenían todavía35.

k) Es preferible la violación de las propias hijas antes que la ofensa a un invitado:

Otro ejemplo más de este menosprecio tan absoluto a la mujer en la Biblia es el hecho de que, ante la situación de tener que consentir o no la ofensa a un invitado, se opte por ofrecer a las propias hijas para ser violadas.

Así sucede en Génesis, 19:6-8, donde Lot, para proteger a unos extranjeros que tenía alojados en su casa, dice a quienes querían violarlos:

“-Hermanos míos, os suplico que no cometáis tal maldad. Tengo dos hijas que no se han acostado con ningún hombre; os las voy a sacar fuera y haced con ellas lo que queráis, pero no hagáis nada a estos hombres que se han cobijado bajo mi techo”36.

Algo muy similar se narra en Jueces, donde, como en el caso anterior, la violación de mujeres no tiene la menor importancia en relación con la gravedad de la ofensa a un invitado. En este senti-do y de manera asombrosa se dice en defensa de tal invitado, pero con absoluto desprecio de la mujer, aunque se tratase de la propia hija:

“-No, hermanos míos, no hagáis, semejante crimen, por favor. Es mi huésped y os pido que no hagáis tal infamia. Aquí está mi hija, que es virgen; os la sacaré para que abuséis de ella y hagáis con ella lo que os plazca; pero no cometáis con este hombre semejante infamia”37.

1.8. En las referencias genealógicas sólo cuenta la línea paterna y para nada la materna, hasta el punto de que, como ya se ha dicho en otro momento, para demostrar la filiación divina de Jesús el evangelio atribuido a Lucas se remonta por la línea genealógica de José hasta llegar a Adán, incurriendo en la contra-dicción de afirmar la paternidad de José respecto a Jesús cuan-do se quiere demostrar que Jesús era Hijo de Dios, pero negando tal paternidad cuando interesa afirmar que María era “virgen” y que concibió por obra del “Espíritu Santo” y no por sus relacio-nes sexuales con José.

Tal contradicción bíblica hubiera podido ser evitada si los evangelistas correspondientes hubiesen dicho que María quedó embarazada por obra del Espíritu Santo y porque, además, María era hija de Dios, tomando como base para este último argumento la línea genealógica materna de Jesús, que se habría remontado hasta Adán igual que la de José, pero con la ventaja de que, si José era un padre dudoso para quienes escribieron estos pasajes, María sí era madre indudable de Jesús.

Esta baja consideración de la mujer, referida a María en este caso, se muestra además en cuanto se considera a Jesús como “hombre” por ser hijo de María y sólo como “Hijo de Dios” por ser hijo de José, según el evangelio atribuido a Lucas, que afirma tal doctrina, a partir de la enumeración de la genealogía paterna de Jesús, cuya ascendencia se remontaría hasta Adán, el cual es considerado “hijo de Dios” por haber sido creado por él38, a pesar de haber escrito antes de modo incongruente ¡aunque inspirado por Yahvé, que el auténtico padre de Jesús no fue José sino el “Espíritu Santo”39.

1.9. El papel tan secundario de la mujer en el Antiguo Testamento se muestra igualmente desde la perspectiva de su tasación económica(?), tal como aparece en Levítico, donde en relación con los sacrificios religiosos se valora al hombre –entre veinte y sesenta años- en quinientos gramos de plata, mientras que a la mujer se la valora en trescientos:

“El Señor dijo a Moisés:

-Di a los israelitas: Cuando alguien haga al Señor una promesa ofreciendo una persona, la estimación de su valor será la siguiente: el hombre entre veinte y sesenta años, qui-nientos gramos de plata […]; la mujer, trescientos; el joven entre cinco y veinte años, si es muchacho, doscientos gra-mos, y si es muchacha, cien; entre un mes y cinco años, si es niño, cincuenta gramos, y treinta gramos de plata si es niña; de sesenta años para arriba, el hombre, ciento cincuenta gramos y la mujer cincuenta”40.

O sea, que eso de que ante el dios judeo-cristiano todos sea-mos iguales evidentemente sería una apreciación incorrecta, por lo menos por lo que se refiere a este dios, para quien, tratándose de hombre y mujer de edades similares, según estos escritos ¡inspirados por el “Espíritu Santo”!, la mujer siempre vale me-nos que el varón, al margen de lo denigrante que resulte una tasación económica de seres humanos.

1.10. A pesar de la escasa relevancia que tiene la mujer en la Biblia, hay alguna ocasión en que aparecen en ellapersonajes femeninos destacados, como Raquel, Judith, Yael, Dalila o Salo-mé y su madre Herodías. Las hazañas de estas heroínas se basa-ron en la astucia, pero también en la seduccióno la traición, o en ambas formas de actuación, de manera que su conducta, aunque elogiable hasta cierto punto para los judíos –menos las de Dalila y Salomé-, iba acompañada de métodos contrarios a los manda-mientos de Moisés.

Así, sirviéndose de la mentira, Raquel robó a su padre los ídolos familiares:

“De la tienda de Lía, [Labán] pasó a la de Raquel. Pero ésta había tomado los ídolos, los había escondido en la montura del camello y estaba sentada encima de ellos. Rebuscó Labán por toda la tienda, pero no los encontró. Raquel le dijo:

-No se enfade mi señor si no puedo levantarme, es que tengo la menstruación.

Él buscó y rebuscó, pero no pudo encontrar sus ídolos”41.

Por su parte Judith se basó en su capacidad seductora, es decir, de engaño, para cortar la cabeza a Holofernes:

“[Judith] se calzó las sandalias, se puso collares, pulseras, anillos, pendientes y todas sus joyas; y se acicaló con esmero para ser capaz de seducir a los hombres que la viesen”42.

Y, así, una vez que sedujo a Holofernes, se acostó con él, y luego, aprovechando que éste yacía dormido a causa del vino,

“avanzó hacia el poste que estaba a la cabecera de Holo-fernes, tomó su alfanje, se acercó a la cama, lo agarró por la cabellera y dijo:

-Fortaléceme en este momento, Señor, Dios de Israel.

Le dio dos golpes en el cuello con toda su fuerza y le cortó la cabeza”43.

Otra mujer, Yael, mató a Sísara a traición:

“Bendita entre las mujeres sea Yael […] Agua le pidió, y le dio leche; en copa preciosa le ofreció nata. Con su izquierda agarró un clavo, con su derecha un martillo de obrero y gol-peó a Sísara, le partió la cabeza, lo machacó, le atravesó la sien”44.

Igualmente, Dalila, a quien los filisteos habían ofrecido una considerable cantidad de dinero para que les entregase a Sansón, utilizó la seducción y la traición para conseguir que éste le rebe-lase el secreto donde radicaba su fuerza. A continuación,

“ella durmió a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hom-bre, que le cortó las siete trenzas de su cabeza”45,

y mandó que avisaran a los filisteos para que vinieran a detener-le. Perdida su fuerza, los filisteos le detuvieron, lo dejaron ciego y lo encarcelaron.

Del mismo modo y como ya he comentado en otro momen-to, Salomé sedujo a Herodes con sus danzas, éste le ofreció lo que le pidiera, y Salomé, a instancias de su madre Herodías, cuñada de Herodes que convivía con él y por ello había sido criticada por Juan el Bautista, pidió a Herodes la cabeza de Juan el Bautista, y Herodes cumplió su palabra46.

2. La degradación de la mujer en el Nuevo Testamento.

La continuación de esta serie de aspectos en los que se pone de manifiesto el punto de vista bíblico, tan degradante respecto a la mujer, aparece nuevamente y de manera muy acusada en el Nievo Testamento y, de manera muy especial, en Pablo de Tarso.

2.1. Pablo de tarso y su respeto al desprecio divino de la mujer, propio del Antiguo Testamento

Este señor, “el apóstol de los gentiles”, ya desde la perspec-tiva de la nueva secta, la secta cristiana, pero manteniendo la fidelidad al menosprecio tradicional de la mujer, propio del Antiguo Testamento, afirma:

“la cabeza de la mujer es el varón”47,

lo cual implica evidentemente la doctrina de que, en sí misma considerada, la mujer es un cuerpo sin cabeza. Y, justificando el uso de una señal de sujeción en la cabeza de la mujer, afirma igualmente:

“toda mujer que ora o habla en nombre de Dios con la cabeza descubierta, deshonra al marido, que es su cabeza”48.

Defiende a continuación la subordinación de la mujer res-pecto al varón y, como símbolo de tal subordinación, el uso del velo ya indicado –“una señal de sujeción”-, como símbolo de tal sometimiento, afirmando:

“el varón no debe cubrirse la cabeza, porque es imagen y reflejo de la gloria de Dios. Pero la mujer es gloria del varón, pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón, ni fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por eso […] debe llevar la mujer sobre su cabeza una señal de sujeción”49.

Esta misma idea, tan discriminatoria respecto a la mujer, vuelve a aparecer no sólo en relación con el uso del velo sino también con la norma por la cual la mujer debe someterse al marido, hasta el punto de que se le prohíbe incluso que hable en público, de manera que, si desea saber algo, debe preguntarlo al marido, pero no durante la asamblea:

“La mujer aprenda en silencio con plena sumisión. No con-siento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que ha de estar en silencio. Pues primero fue formado Adán, y des-pués Eva. Y no fue Adán el que se dejó engañar, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión”50.

“…que las mujeres guarden silencio en las reuniones; no les está, pues, permitido hablar, sino que deben mostrarse recatadas, como manda la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues no es decoroso que la mujer hable en la asamblea”51.

Pablo de Tarso, que era especialmente astuto, comprendió que, para que el cristianismo pudiera salir adelante y triunfar como religión, tanto entre los israelitas como “entre los gentiles”, es decir, los no-judíos, en especial entre el Imperio Romano, debía procurar mantener una línea de pensamiento afín a la civilización en medio de la cual pretendía ocupar un espacio, y, dado que el machismo era dominante en la cultura romana, defendió esta subordinación absoluta de la mujer al varón. De este modo, a la vez que se congraciaba con el imperio romano, man-tenía la tradición misógina que había conocido en su estudio del Antiguo Testamento.

Ahora bien, en cuanto las cartas de Pablo de Tarso forman parte de la Biblia Cristiana, quien crea que la Biblia representa la palabra del dios cristiano deberá considerar igualmente que la mujer debe estar sometida al marido, mientras que quien consi-dere que la mujer tiene iguales derechos que el marido, no podrá aceptar que la Biblia represente la palabra de dicho dios.

La jerarquía católica intentó posteriormente suavizar esta doctrina acerca de la mujer enalteciendo la figura de María, ense-ñanza que, desde luego, no deriva de los evangelios y mucho menos en las epístolas de Pablo de Tarso, donde no se la nombra ni una sola vez. Pero, a pesar de todo, la doctrina de los dirigentes de la secta católica continuó siendo machista y consistió siempre, de manera más o menos explícita, en considerar a la mujer inferior al varón y creada para vivir sometida a él.

La norma del uso del velo ha llegado hasta la actualidad, a pesar de que no lo haya hecho hasta el extremo al que ha llegado en el mundo islámico el uso del “burka” –con poca diferencia respecto al uniforme de algunas comunidades de monjas cató-licas-, que cubre la práctica totalidad del cuerpo y del rostro femenino. Pero lo esencial de este asunto es que su fundamento último es el mismo: la consideración de la mujer como la causa del pecado y de la muerte, como “la maldad” y como una propiedad del marido, entre otras cosas.

2.2. Otra forma de ignorar o postergar a la mujer puede ver-se en cierto modo en la actitud del propio Jesús al haber elegido a doce apóstoles, sin que ninguno de ellos fuera mujer, tanto por lo que tal decisión pudo representar por sí misma como por el hecho de que, aunque se trate de un argumento muy pobre, ha sido el más utilizado por los obispos de la secta católica para negar a la mujer su acceso al sacerdocio y a los demás cargos importantes del organigrama de su institución, diciendo que, si Jesús hubiera querido que las mujeres accedieran a tales cargos, habría elegido a algunas de ellas como apóstoles/as.

Se trata de un argumento absurdo, pero es el que utilizó, entre otros, el arzobispo de Málaga en una entrevista con la CNN+ (27/03/2002) para rechazar que la mujer pudiera acceder al sacerdocio.

A la crítica de que aquellos tiempos no eran los más ade-cuados para la elección de una mujer como apóstol se podría replicar que, si Jesús era “Hijo de Dios”, por lo mismo que defendió una nuevamoral, igualmente hubiera podido predicar –con el ejemplo- la igualdad entre todos los seres humanos. Además, siendo coherentes con un argumento tan contundente [?], resulta “escandaloso” que la jerarquía católica haya consen-tido que a lo largo de los tiempos quienes no eran judíos ni de raza blanca hayan podido ser ordenados sacerdotes, pues todos los apóstoles eran judíos y de raza blanca. Igualmente, con un argumento similar, se podría haber impugnado el nombramiento del actual jefe supremo de la secta católica y de la mayoría de los anteriores, argumentando que, si Jesús hubiese nombrado un jefe para su iglesia, nombró a un judío y no a un italiano, ni a un español, ni a un polaco, ni a un alemán, ni a un argentino, por lo que el actual papa, que no es judío, debería ser depuesto del cargo que ocupa en contra de la voluntad de Jesús, que, según dicen, eligió a un judío como jefe de su iglesia.

En definitiva, la pobreza de tal argumento resulta tan evi-dente que ni siquiera requiere de una crítica. Es cierto que la sociedad del pueblo judío era fuertemente machista, pero, como ya se ha explicado, es muy posible que Jesús no eligiese a nin-guna mujer entre sus apóstoles por influjo del machismo de la sociedad judía, y, por ello mismo, la actitud de Jesús sólo demos-traría que él mismo no estaba concienciado para asumir que la mujer tenía las mismas capacidades que el varón para realizar las tareas de que éste se ocupaba. No obstante, aunque en la práctica Jesús fue un mero seguidor inconsciente del machismo judío tradicional, nunca defendió explícitamente la existencia de alguna diferencia o de alguna superioridad del varón sobre la mujer, y el hecho de que no nombrase como apóstol a ninguna mujer no representa un argumento para concluir que la mujer debiera quedar relegada por él respecto a la posibilidad de acceder al sacerdocio o a cualquier otro cargo eclesiástico, en lugar de aparecer siempre en un segundo plano respecto al varón, como si fuera inferior a él.

Por otra parte, en cuanto tal argumentación relacionada con el nombramiento de apóstoles varones es absurda, hay que volver a Pablo de Tarso para comprender que fueron especialmente sus prejuicios acerca de la mujer, expresados en diversas epístolas, los que condujeron a dar a la mujer un papel totalmente secunda-rio en la estructura organizativa de la secta católica, que estuvo esencialmente condicionada por las ideas del llamado “apóstol de los gentiles”.

Ese papel secundario de la mujer no sólo se ha dado en una gran parte de las religiones en el pasado sino que sigue dándose en la actualidad, y no sólo en cuestiones religiosas sino también políticas y sociales, a pesar de que en los últimos años se han producido avances importantes en el reconocimiento básico de la igualdad entre varón y mujer.

Sin embargo, la jerarquía católica todavía no ha sido capaz de asumir estos avances en su organización y, en consecuencia, la mujer sigue sin poder ser sacerdotisa, obispisa o papisa, no por otro motivo sino por el hecho de ser mujer.

No obstante, en cuanto la ausencia de la mujer en cargos importantes, accediendo al sacerdocio, al episcopado y al papa-do, pueda tener efectos negativos en los intereses económicos y políticos de la secta católica, es probable que en un plazo de tiempo no muy largo, en cuanto los dirigentes católicos com-prendan esta situación y en cuanto las propias mujeres pertene-cientes a esa organización presionen adecuadamente, se produz-ca el cambio consiguiente, tal como en estos últimos años se ha producido en la iglesia anglicana. Este cambio será más necesa-rio a partir del momento en que las “vocaciones” sacerdotales flojeen hasta el punto de que la situación repercuta en los ingre-sos económicos de la multinacional “Vaticano, S.A.”.

En este sentido conviene tener en cuenta además que la revolución política y social, por lo que se refiere a la lucha por la igualdad de derechos para la mujer, comenzó hace sólo poco más de cien años, así que, teniendo en cuenta que los dirigentes católicos llevan en este terreno un desfase de muchos siglos, es “lógico” [?] que les cueste aceptar la idea de la igualdad de la mujer respecto al varón –y mucho más si se tiene en cuenta que el Espíritu Santo les comunicó ¡palabra de Dios! que “la mujer es la maldad”52.

2.3. Escrivá de Balaguer y la mujer

En los últimos tiempos, en el siglo XX, José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, defendió estúpidamente una perspectiva similar acerca de la mujer cuando, en su patético escrito Camino, dirigido casi en exclusiva a los varones y a lo “viril”, lo contrapuso a lo femenino, considerado como inferior en muy diversos aspectos.

En este sentido, por ejemplo, escribe:

“Si queréis entregaros a Dios en el mundo, antes que sabios -ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discretas- habéis de ser espirituales […]”53.

Es decir, el varón puede aspirar a ser sabio, pero respecto a las mujeres “basta que sean discretas”. Obsérvese incluso que esa referencia a las mujeres se hace entre paréntesis, como si el mismo hecho de referirse a la mujer fuera ya una concesión excesiva, y en tercera persona, sin tomarse el autor, el señor Es-crivá, la delicadeza de dirigirse a la mujer de manera directa, mientras que la referencia a los varones es totalmente prioritaria y realizada en segunda persona del plural, como si estuviera hablando con ellos directa y exclusivamente, a pesar de que tales palabras se encuentran escritas en su obra Camino para quien desee leerlas, tanto varones como mujeres.

¿Qué motivos podría tener el señor Escrivá para tal discri-minación? Parece que los mismos que utilizó Pablo de Tarso: Ningún otro que el constituido por prejuicios irracionales y absurdos, heredados de una mentalidad arcaica, pero dominante en la Biblia, en la sociedad israelita y en la del imperio romano.

La importancia de esta doctrina, contraria a la igualdad entre mujer y varón, pone más en evidencia el carácter simplemente humano –y no divino- del conjunto de doctrinas de la secta cristiana, derivada de la religión judía, y sirve además como una muestra más de la conexión, por su carácter machista, entre el judaísmo, el cristianismo y el islam.

1 Eclesiástico, 25:24. La cursiva es mía. En Eclesiástico se señala al culpable de todos nuestros males, considerando de modo machista que la culpa no fue de Adán y de Eva sino sólo de Eva en cuanto “por ella comenzó el pecado”, pero no que por ella todos naciéramos en pecado, pues incluso llega a decirse quepor culpa de ella morimos todos y no por una culpa que todos comprar-tiéramos con ella.

2 Aunque aquí “juego” con el supuesto de que existiera algo así como la “responsabilidad” o la “culpa”, en realidad no acepto en absoluto dichos con-ceptos en la misma medida en que acepto el determinismo psicológico, tal como lo he manifestado y explicado en diversos artículos y libros como Determinismo y Ética (1981), El determinismo de la acción en Aristóteles (1995) o en este mismo libro.

3 Génesis, 2:20-22.

4 Génesis, 3:16.

5 Eclesiastés, 7:26.

6 Eclesiastés, 7:28.

7 Eclesiástico, 25:19

8 Eclesiástico, 25:24

9 Eclesiástico, 42:14

10 Zacarías, 5:5-8. La cursiva es mía.

11 Judith, 12:1-13:16.

12 Jueces, 16:4-21.

13 Jueces, 4:17-21. En efecto, se dice en Jueces: “Sísara huyó corriendo hacia la tienda de Yael, mujer de Jéber […] Yael le salió al encuentro y le dijo:

-Entra, señor mío, entra; no temas.

Sísara entró en la tienda, y ella lo tapó con una manta […] Pero Yael, mujer de Jéber, tomó una clavija de la tienda y un martillo, se acercó silenciosa-mente a él y le hundió el clavo en la sién, hasta clavarlo en tierra. Sísara, que agotado de cansancio estaba profundamente dormido, murió”.

14 Marcos, 6:17-28. Herodías, madre de Salomé, le dice a su hija que le pida a Herodes la cabeza de Juan el Bautista, y éste le concede su petición.

15 Marcos, 16:9.

16 Génesis, 6:1.

17 1 Reyes, 11:3.

18 Deuteronomio, 23:1.

19 Deuteronomio, 27:20.

202 Crónicas, 11: 21.

21 Jueces, 8:30-31.

22 1 Reyes, 11:1-10.

23 1 Reyes, 11:6.

24 1 Reyes, 11:5.

25 Deuteronomio, 13:13-16.

26 Jeremías, 16:1-4.

27 2 Crónicas, 13:20-21.

28 2 Crónicas, 24:2.

29 Éxodo, 20:17. Reproduzco la lista de mandamientos, tal como aparece en Éxodo, 20:3-17,a fin de que quien quiera pueda comprobar cómo, en efecto, se trata de nueve mandamientos y no de diez. Son los siguientes:

[1º] “No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura, ni imagen alguna de nada de lo que hay arriba en el cielo, o aquí abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra […] [2º] No tomarás en vano el nombre del Señor […] [3º] Acuérdate del sábado para santificarlo […] [4º] Honra a tu padre y a tu madre para que vivas muchos años en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar.

[5º] No matarás.

[6º] No cometerás adulterio.

[7º] No robarás.

[8º] No darás falso testimonio contra tu prójimo.

[9º] No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que le pertenezca”.

Ese mismo número de mandamientos es el que aparece en Deuteronomio, 5:7-21, donde la exposición literal del noveno y último dice: “No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, su campo, su esclavo o su esclava, su buey o su asno, ni nada de lo que le pertenece”. Por cierto, tiene especial interés comprobar la defensa de la esclavitud que aparece en la exposición de este 9º mandamientos, pues, cuando se dice “no codiciarás […] su esclavo o esclava”, lo que se prohíbe no es poseer esclavos sino codiciar los esclavos de otro.

30 Génesis, 29:18-19.

31 Génesis, 29:23.

32 Génesis, 29:27-30.

33 Deuteronomio, 24:1-3. La cursiva es mía.

34 Jueces,21:5.

35 “Entonces la asamblea [de Israel] envió doce mil hombres de los más valientes, con esta orden:

-Id y pasad a cuchillo a todos los habitantes de Yabés Galaad, incluidas mujeres y niños. Consagraréis al exterminio a todos los varones y a todas las mujeres casadas, pero dejaréis con vida a las vírgenes.

Así lo hicieron. Entre los habitantes de Galaad encontraron cuatrocientas vírgenes que no habían tenido relaciones con ningún hombre y las trajeron al campamento de Siló, en la tierra de Canaán. Luego, la asamblea envió men-sajeros a los benjaminitas […] para ofrecerles la paz. Los benja-minitas volvieron, y ellos les dieron las mujeres supervivientes de Yabés Galaad, pero no había bastantes para todos.

[…] Los ancianos de la comunidad se preguntaban:

-Las mujeres de la tribu de Benjamín han sido exterminadas. ¿Qué haremos para procurar mujeres a los que aún no las tienen? […]

Entonces decidieron esto:

-Está cerca la fiesta del Señor que se celebra todos los años en Siló […].

Y dieron este recado a los de Benjamín:

-Id y escondeos entre las viñas. Os quedáis observando, y cuando veáis que las jóvenes de Siló salen a bailar, salís de las viñas, os lleváis cada uno una muchacha de Siló y os volvéis a vuestra tierra […].

Los de Benjamín lo hicieron así y tomaron de entre las que bailaban aquellas que necesitaban; después volvieron cada uno a su heredad, recons-truyeron las ciudades y se establecieron en ellas” (Jueces, 21:10-23).

36 Génesis, 19:7-8.

37 Jueces, 19:23.

38 Lucas, 3:23-38. Aunque se trate de algo anecdótico, resulta difícil entender que la lista de ascendientes de José según Lucas no coincida en absoluto con la del evangelio de Mateo, pues en el caso de que una de ellas hubiera sido correcta la otra hubiera sido necesariamente incorrecta. De nuevo parece que el “Espíritu Santo” andaba algo despistado cuando, según los dirigentes de la secta, inspiró a los evangelistas.

39 Lucas, 1:35.

40 Levítico, 27:1-7.

41 Génesis, 31:33-35.

42 Judith, 10:4.

43 Judith, 13:6-8

44 Jueces, 5:24-26.

45 Jueces, 16:19.

46 Mateo, 14:6-11.

47 Pablo, Corintios, 4:3.

48 Pablo, Corintios, 4:5.

49 Pablo: Corintios, 4:7-10. La cursiva es mía.

50 Pablo: Timoteo, 2:11-14.

51 Pablo: I Corintios, 14:34-35. Pablo de Tarso, auténtico fundador del cristianismo, no menciona a María, la madre de Jesús, ni una sola vez.

Fue más adelante, cuando los dirigentes de la secta católica descubrieron que la exaltación de María como madre de Dios podía ser muy rentable para su negocio, como de hecho lo ha sido, y comenzaron a exaltar hasta casi divinizar la figura de María, pero de manera incongruente con el tratamiento que de ella se hace en el todo el Nuevo Testamento.

52 Zacarías, 5:5-8.

53 J. M. Escrivá: Camino, aforismo 946.

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