El mes pasado cambié las ruedas del coche. Más de 400 euros. Me pareció carísimo, porque además me habrían venido muy bien para comprarme un lavavajillas, y acabar con la incómoda molestia de fregar pilas de cacharros. Era una cuestión de prioridades. De arreglar el tejado de la casa indivisa que comparto con mis hermanas en el pueblo, la casa en la que nací, ni hablamos. Es un lujo que como la mayor parte de la población, no me puedo permitir, especialmente ahora que como consecuencia de la crisis me han bajado el sueldo, mientras pago el mismo alquiler, y me han subido la luz, el agua, la gasolina, y hasta las matrículas de la universidad para mis hijas, por no mencionar la hipoteca de la casa cuya propiedad aun comparto con mi ex, y con la Caja. En mi ciudad conozco muchos casos como el mío. Pero la mayoría soportan una situación mucho peor, sobre todo si son uno de los 125.000 parados extremeños que enumera la encuesta de Población Activa (EPA) recién publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Son cuentas domésticas que cualquiera entiende. Cualquiera menos ciertos políticos.
El número de parados registrados en Extremadura ha subido en 6.200 personas en el primer trimestre de este año, un 5,21 por ciento más que el anterior, y en España ya tenemos casi cinco millones de parados oficialmente reconocidos.
Los gobernantes españoles, después de privatizar todas las empresas públicas rentables, y concesionar lo mayor parte de los servicios públicos, han desmantelado el “Estado de bienestar”, pisoteando los derechos de los trabajadores. Nos han congelado las pensiones, recortado el sueldo, aumentado la edad de jubilación y el número de años de cotización necesarios para cobrar el 100 % de la misma, han reventado la estabilidad en el empleo, y generalizado los contratos basura. Ahora quien acabar con la calidad de la sanidad pública, de la educación y del resto de los servicios aun públicos. Todo esto y más, con la única coartada de que no hay dinero. Y a pesar de ello se mantienen inamovibles en sus criterios de reparto del presupuesto.